Para el año de 2020, México, que es el país con más emigrados de América, sumaba 11 millones de emigrantes (más o menos el 12% de su población) y Venezuela llegaba a 5,5 millones de emigrados (cerca del 17.5 % de sus habitantes.
Gustavo Luis Carrera
Normalmente nadie emigra si no se ve obligado a hacerlo. Los emigrantes aventureros, por motivos personales, representan un muy pequeño porcentaje de personas que se trasladan de un país a otro con propósito de permanencia. Es un principio universal y definitorio: se emigra buscando mejores perspectivas, sobre todo económicas y de subsistencia cotidiana. Un mejor salario, una protección de salud, una mayor seguridad pública, son, quizás, las mayores motivaciones de la emigración.
VENEZUELA, PAÍS EMIGRANTE. Por más de medio siglo Venezuela fue un país de inmigrantes. En efecto, sobre todo a partir de la segunda guerra mundial, fueron llegando al país, primero oleadas de inmigrantes, sobre todo europeos: españoles, italianos, portugueses, que se sumaban a la permanente y dosificada inmigración china, libanesa y turca; y luego, alternativamente, llegaron refugiados del Sur: argentinos, uruguayos, chilenos, en particular por razones políticas. Entre tanto, se desarrolló una masiva emigración colombiana, tan numerosa y tan bien insertada, que conforma, con sus descendientes, sin duda, un importante componente de nuestra nacionalidad actual. Pues bien, casi de repente, con pocas señales previas, Venezuela pasó a ser un país de emigrantes. Y esta afirmación se basa en hechos ciertos: al día de hoy se calcula que han emigrado casi siete millones de venezolanos; y eso en el lapso de un lustro. Para el año de 2020, México, que es el país con más emigrados de América, sumaba 11 millones de emigrantes (más o menos el 12% de su población) y Venezuela llegaba a 5,5 millones de emigrados (cerca del 17.5 % de sus habitantes). Y lo significativo es el porcentaje con respecto a la totalidad poblacional. Esta tendencia hace que los organismos internacionales que llevan tales estadísticas, calculen que de seguir el flujo actual, para fines del 2022 podría elevarse la suma a 8.9 millones de emigrados venezolanos a 17 países, con preferencia a Colombia, Ecuador y Perú, por la relativa cercanía; lo cual, de llegarse a una cifra semejante, equivaldría a un 28% de la población. ¿Cabe alguna duda de que somos un país emigrante?
MOTIVACIONES. ¿Por qué emigran los venezolanos? Hay que hacerse la pregunta y responderla con honesta sinceridad. En primer lugar, resalta el gran motivo: la crisis económica, el estado de pobreza que caracteriza el grueso de nuestra población, condenada a la carencia con míseros salarios; y ello frente a una hiperinflación indetenible, que, vorazmente, aniquila la poca disponibilidad económica de la mayor parte de la familia venezolana. En tales condiciones, ¿cómo no se va a dar una intensa emigración? Mientras en Venezuela el salario mínimo es de 2,5 dólares, y con los bonos no llega a 4 dólares (nadie puede ser engañado: ¿qué se puede adquirir con esta miserable suma, que más parece una broma cruel que otra cosa?), en Perú es de 257 dólares, en Colombia es de 261, en Ecuador de 400. Así que, por peor que esté el emigrado, en su siempre aventurado abandono de su país, a fin de cuentas tendrá mayor disponibilidad económica, en su nueva residencia; y hasta podrá enviar una modesta suma a la atribulada familia que dejó en Venezuela. Otro factor a tomar en cuenta es la inseguridad de los sistemas de salud: la crisis hospitalaria es tal, que nadie puede confiar, sinceramente, en ser atendido debidamente en una emergencia en los hospitales nacionales. Un tercer factor es la inseguridad pública: la primacía lograda por grupos y organizaciones que están fuera de la ley es tal, que dominan sectores de ciudades e inclusive zonas del país. Así, la inseguridad sanitaria y la inseguridad en las calles, y hasta en las viviendas, sobre todo en los barrios, es una fuerte motivación del insólito flujo migratorio venezolano.
RESPONSABILIDAD NACIONAL. Ahora bien, se trata de una realidad incontrovertible: somos un país emigrante; y viene al calce la pregunta consiguiente: ¿a quién corresponde la responsabilidad de tan alarmante estado de cosas? Cualquiera responderá: «A nuestro gobierno». Pero, esto no pasa de ser parcialmente cierto. Pienso que esta situación se sale de los parámetros habituales, para conformar un problema nacional, que atañe a toda la población del país. Y en la medida en que lo veamos así, estaremos siendo fieles y solidarios con los millones de compatriotas que han corrido la eterna aventura de emigrar. Y se sabe que abandona el país un alto porcentaje de profesionales, técnicos y jóvenes en edad laboral; es decir: se produce la pérdida de una capacidad y de una fuerza de trabajo irremplazables. Ya no es un mero asunto oficial, es una problemática, de momento irresoluble, que nos afecta a todos. Claro que hay estatus relevantes que deberían ser los primeros en reaccionar positivamente, con espíritu protector, de sincero apoyo y de búsqueda de una salida constructiva: el sector oficial. ¿Ha debatido y formulado el plan de alguna política solidaria con los emigrantes, la Asamblea Nacional, adscrita al gobierno? Pero, también surge la pregunta consecuente: ¿se ha visto que el sector minoritario de esa Asamblea, el de la oposición, haya propuesto tal debate y presentado un proyecto honesto y solidario de apoyo al emigrante y de búsqueda de solución al problema de la diáspora nacional, del éxodo venezolano? ¿Y qué han hecho al respecto los partidos políticos, la cadena de ONGs existente, las redes sociales, así como la siempre oscilante opinión pública? Adonde quiero llegar es a situar el problema en su condición de reto para todos los venezolanos que aquí nos quedamos, y para los que emigran, para todos los compatriotas, tanto en situación de responsabilidad oficial como en el estatus de simples ciudadanos. Es lo que se llama, con plena y consciente propiedad, una responsabilidad nacional.
VÁLVULA: «Venezuela pasó de ser un país de inmigrantes, que venían en busca de mejores condiciones de vida, a la categoría de país de emigrantes, que salen a buscar fuera esas mejorías. Las previsiones señalan un aumento sustancial de esta diáspora. Situación que convierte la emigración en problema nacional prioritario. Pero, no es sólo responsabilidad del gobierno, que la tiene en primer lugar; es responsabilidad nacional, no es una responsabilidad política, sino humana. Por eso atañe, con urgencia, a todo el país: son los hermanos, los hijos, los amigos, los compatriotas, quienes emigran. Nadie puede ser indiferente a un problema que carcome la estructura política y económica, así como los basamentos humanos y emocionales, de toda Venezuela».
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