“La desunión, el antagonismo anarquizante, surge como la amenaza devastadora. Así, el pueblo heroico va camino de su desdicha. ¿No es esa la enseñanza vital de nuestra historia?
Gustavo Luis Carrera I LETRAS AL MARGEN
La caracterización de un país se corresponde con la imagen que de él se tiene en un momento dado. Es obvia la relación entre la definición y el estatus situacional del objeto definido, Se advierte, entonces, una forzosa temporalidad de dicho reflejo. Pero, hay caracterizaciones que parecen premoniciones; tal es su trascendencia a través del tiempo. Así, cabe preguntarse por qué Simón Bolívar ve heroica y desdichada a su patria.
EL HEROÍSMO INDEPENDENTISTA. En su «Carta de Jamaica», fechada en Kingston, el 6 de setiembre de 1815, Simón Bolívar destaca el heroísmo del pueblo venezolano como precursor de la lucha independentista. Sus líneas plasman un cuadro realista y paradigmático: «En cuanto a la heroica y desdichada Venezuela, sus acontecimientos han sido rápidos, y sus devastaciones tales, que casi la han reducido a una absoluta indigencia y a una soledad espantosa; no obstante que era uno de los más bellos países de cuantos hacían el orgullo de la América. Sus tiranos gobiernan un desierto; y sólo oprimen a tristes restos, que escapados de la muerte, alimentan una precaria existencia; algunas mujeres, niños y ancianos son los que quedan. Los más de los hombres han perecido por no ser esclavos, y los que viven, combaten con furor en los campos y en los pueblos internos, hasta expirar o arrojar al mar a los que, insaciables de sangre y de crímenes, rivalizan con los primeros monstruos que hicieron desaparecer de la América a su raza primitiva. Cerca de un millón de habitantes se contaba en Venezuela; y, sin exageración, se puede asegurar que una cuarta parte ha sido sacrificada por la tierra, la espada, el hambre, la peste, las peregrinaciones; excepto el terremoto, todo resultado de la guerra». No es posible mayor elocuencia de un balance de sacrificio heroico.
LA DESDICHA DIVISIONISTA. No pierdeocasión Bolívar de señalar acusadoramente al gran enemigo interno de las nacientes repúblicas americanas: el divisionismo. Su constatación y su advertencia responden a una evidente experiencia de primera mano. Sus palabras tienen resonancia histórica, proyectadas desde un presente hacia un futuro: «En Caracas el espíritu de partido tomó su origen en las sociedades, asambleas y elecciones populares; y estos partidos nos tornaron a la esclavitud. Y así como Venezuela ha sido la república americana que más se ha adelantado en sus instituciones políticas, también ha sido el más claro ejemplo de la ineficacia de la forma democrática y federal para nuestros nacientes estados» […] «el espíritu de partido que, al presente, agita a nuestros estados, se encendería con mayor encono» (que él considera el mayor obstáculo para la unidad americana) […] «lo que puede ponernos en actitud de expulsar a los españoles y de fundar un gobierno libre: es la Unión, ciertamente; más esta unión no nos vendrá por prodigios divinos, sino por efectos sensibles y esfuerzos bien dirigidos». Su activo rechazo a la desunión se traduce en términos radicales contra las rivalidades y los combates internos que se producen en las nuevas repúblicas; estigmatiza a «los ambiciosos que todo lo convierten en facción». Es manifiesto el propósito unificador para la salvaguarda de la independencia en una proyección de futuro.
PARADIGMA BOLIVARIANO. El pensamiento político y social de Bolívar es trascendentalista por esencia. Su visión va siempre del presente hacia el futuro. Si bien -como reconocen historiadores- tuvo en todo momento conciencia de su proyección histórica a partir de un presente, resulta manifiesto que todo lo concebía en función del porvenir. Exalta lo positivo, y condena lo execrable, de su tiempo; pero, deja abierta la perspectiva de un futuro superior. Sin embargo, su angustia vital, que se refleja en todos sus principales escritos, fue siempre el fantasma demoledor de la división, de la partidización de los habitantes de estos territorios insurgentes. Es la fragmentación caudillesca, a nivel regional y en la dirección de los partidos: enfermedad crónica que contamina nuestra historia; concediendo absoluta razón al bien fundado temor bolivariano. No en vano resultan aleccionadoras sus palabras en su Última Proclama, del 10 de diciembre de 1830: «¡Colombianos! Mis últimos votos son por la felicidad de la patria. Si mi muerte contribuye para que cesen los partidos y se consolide la Unión, yo bajaré tranquilamente al sepulcro». Era, realmente, preclaramente, su paradigma: la desunión, los antagonismos internos amenazaban -y amenazan- con deshacer y devastar las nuevas repúblicas, y en especial su Gran Colombia, con particular presencia afectiva de su Venezuela. ¿Un paradigma temporal, atenido a una época anarquizante? No. Es una norma de supervivencia histórica, en sus proyecciones sociales y políticas, que debe ser motivo de honda reflexión y de examen de honesta conciencia de nuestra sociedad. ¿No han sido evidentes los males derivados de la desunión, a lo largo de nuestra historia? Quien tiene ojos, que mire. Y quien tiene memoria activa, que acuda a ella. Y que lea a Bolívar, para seguir abrevando en una fuente de inagotable sabiduría y de ostensible prevención histórica.
VÁLVULA: «Cuando Bolívar, en su «Carta de Jamaica», califica a Venezuela de «heroica y desdichada», hace un retrato histórico de un pueblo sacrificado en aras de la libertad y la independencia; y a la vez perfila el mal del divisionismo que corroe, por dentro, el porvenir de la nueva nación. La desunión, el antagonismo anarquizante, surge como la amenaza devastadora. Así, el pueblo heroico va camino de su desdicha. ¿No es esa la enseñanza vital de nuestra historia? Una vez más se impone el luminoso raciocinio bolivariano como una ineludible advertencia».
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