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¿Hacia dónde vamos? #Opinión #HumbertoGonzálezBriceño

La recuperación de Venezuela es una causa de proporciones monumentales que aun sin esperanzas (¡y a veces es mejor no tenerlas!) merece la pena intentarlo

Humberto González Briceño

En medio de las guerras intestinas del chavismo y la bancarrota moral y política (que no financiera) de la falsa oposición se abre paso la estrategia del régimen chavista de mover el juego político hacia una situación que hemos denominado como de “nueva normalidad.” Esto no sería otra cosa que un parche para aceptar al chavismo como una realidad inevitable con la hay que aparearse o al menos convivir. En esa dirección se mueven países como los Estados Unidos y otros que ahora son entusiastas militantes de la tesis chavista de buscar una salida negociada a la grave crisis que atraviesa Venezuela, que no es otra cosa que la consabida táctica de prorrogarse en el poder mediante negociaciones eternas.

Todo esto en conjunto son buenas noticias para el chavismo que entiende que su peligro no es el gobierno norteamericano que estaría dispuesto a tolerar al régimen ni la falsa oposición cuyos representantes andan desesperados por entenderse con el régimen chavista. El verdadero peligro para la estabilidad del estado chavista está en sus luchas internas y más específicamente en las que se desarrollan dentro de las fuerzas armadas chavistas. por eso hemos visto las purgas que viene ejercitando el madurismo, aislamiento, desaparición y hasta asesinato de figuras que puedan representar un peligro para Nicolás Maduro y su camarilla. En estas luchas intestinas hasta Diosdado Cabello tiene sus días contados y es un final que muy probablemente veremos en los próximos meses y casi seguro antes de las presidenciales de 2024.

Hasta ahora el régimen chavista ha logrado sortear con éxito el descontento masivo de los venezolanos. Como no hay mecanismos confiables para canalizar el rechazo el Estado chavista aplasta toda protesta o disidencia con la violencia militar. En lo económico el chavismo ha logrado sobrevivir a las blandas e inocuas sanciones aplicadas por los Estados Unidos y ahora que pronto serán suavizadas aún más le quedará al régimen la vía libre para hacer de Venezuela la narcolavadora más eficiente en la región. En general el país está colapsado en todos sus sectores vitales y es lo más parecido a una casa que se derrumba mientras el chavismo celebra envalentonado y enseñoreado sobre las ruinas que van quedando cubiertas por el velo de esa nueva normalidad.

La falsa oposición por su parte es prisionera de poderosas concepciones metafísicas de la política que reducen sus opciones a seguir entendiéndose con el régimen y esperar que como resultado de un milagroso acto de contrición los principales jerarcas del estado chavista se arrepientan de sus pecados y contra todos los pronósticos entreguen el poder. Estas taras ideológicas son las que han permitido el afloramiento de tesis tales como suponer que con una “amenaza creíble” o con ciertas garantías el chavismo cedería el poder en forma pacífica. Con estas posturas que ahora son fácilmente identificadas por los venezolanos la falsa oposición se ha anulado a sí misma para ser una alternativa política frente al chavismo.

Con este cuadro es legítimo que los venezolanos nos preguntemos ¿Hacia dónde vamos? O quizás sea más preciso aún preguntarnos ¿hacia dónde nos llevan? Más de siete millones de compatriotas a lo largo de estas dos décadas han llegado a la conclusión que en Venezuela no hay garantías ni condiciones materiales mínimas para llevar una vida decente. Quizás intuyendo lo peor ya resolvieron que no hay nada que salvar aunque para consuelo de sus familiares y amigos manden una nota de esperanza con cada remesa para aliviar las carencias. Lo cierto es que en esa emigración está la fuerza que pudo articularse política y militarmente para derrocar al régimen chavista pero que fue deliberadamente desalentada una y otra vez por las traiciones de la falsa oposición.

Con el chavismo y la falsa oposición Venezuela no tiene ningún destino ni posibilidad cierta. Con ellos no vamos a ninguna parte. Si la ecuación política sigue controlada por estos dos factores lo único seguro es el debilitamiento y la progresiva desaparición de Venezuela como nación política. No es una exageración. Las evidencias de que cada día somos menos país están a la vista de quien quiera ver. Sin embargo, la recuperación de Venezuela es una causa de proporciones monumentales que aun sin esperanzas (¡y a veces es mejor no tenerlas!) merece la pena intentarlo. Y es que en esa lucha dialéctica para salvar al ser venezolano de las pezuñas de la barbarie chavista es tan importante preguntarnos no solo hacia dónde vamos cómo con quién vamos. Porque definitivamente no será -no podrá ser- con quienes saquearon y destruyeron a la nación venezolana.

@humbertotweets

EL AUTOR es abogado y analista político, con especialización en Negociación y Conflicto en California State University.

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