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Moscú impide acuerdo petrolero Washington-Caracas I Opinión I Oscar Battaglini

Maduro ratificó su alineamiento al lado de la aventura guerrerista-anexionista en contra de Ucrania.

Oscar Battaglini

El viaje intempestivo de Maduro a Turquía y otros países del medio Oriente incluido Irán, obedece a una razón muy poderos: la exigencia de Putin de que se reuniera en ese país con su canciller Lavrov, para hacerle saber de viva voz, su oposición a que el gobierno de Maduro concierte algún tipo de acuerdo en materia petrolera con los Estados Unidos y con la Unión Europea, lo que de consumarse sería visto por la parte rusa como una verdadera traición a la alianza que se ha venido tejiendo entre ambos países en el ámbito económico y militar; sobre todo en los momentos en los que se encuentra trenzado en la parte más dura de su invasión y su guerra de anexión contra la República de Ucrania y cuando las cosas no le han salido tan bien en el terreno de la confrontación bélica como él esperaba, y también cuando su gobierno –tras la invasión– ha sido objeto de severas sanciones (políticas, económicas y financieras), las cuales, en la medida en que se hagan sentir tendrán un efecto demoledor en sus aspiraciones de perpetuarse en el ejercicio del poder.

Como era de suponerse, la entrevista Lavrov-Maduro en Ankara, la capital de Turquía, no fue publicitada sino que quedó oculta (subsumida) entre las actividades desarrolladas alrededor de las “nuevas negociaciones” adelantadas y convenidas entre el presidente anfitrión  Recep Tayyip Erdogan, y Maduro. Pero si bien esto fue así, el hecho cierto es que sí se registró la presencia de Lavrov en Ankara en el mismo momento en el que Maduro hace su arribo a la capital de Turquía.

Todo indica que en esa entrevista Maduro se comprometió no solo a darle el más cabal cumplimiento a las exigencias hechas por Putin, sino que además le ratificó su más absoluto alineamiento político-diplomático al lado de su aventura guerrerista-anexionista en contra de Ucrania. Se trata de un doble compromiso que reúne las siguientes implicaciones:

En primer lugar se confirma una vez más que nuestro país, bajo la dominación chavezmadurista no dispone ni ha dispuesto nunca de una política exterior independiente, situación que se ha agravado más aún al haberse convertido en un área de influencia de la Rusia de Putin, como en el pasado lo fuera con el “comandante eterno” de la Cuba de Castro.

En segundo lugar la aceptación a pie juntillas y sin objeción alguna de no negociar con los Estados Unidos y la Unión Europea en materia petrolera y gasífera; aceptación que bloquea cualquier posibilidad real de poner término al estancamiento productivo del sector petrolero nacional, iniciado por Chávez cuando convirtió a la Pdvsa “roja rojita de Rafael Ramírez en instrumento de su política populista y clientelar para la repartición de alimentos y otros negociados; el incremento hipertrofiado de su nómina y la dispendiosa petrodiplomacia.

Esta política continuada por Maduro, cuya pésima gestión desde el 2014, en adelante se ha caracterizado por el deterioro progresivo de la industria, que incluye desde el desmantelamiento de sus estructuras directivas para la inclusión de los camaradas adeptos al régimen (aunque estos no sepan nada de petróleo); las pésimas gerencias, el deterioro de sus activos (la falta de mantenimiento de los campos y la infraestructura en general) hasta llegar a ser declarada la petrolera en default en 2017.

Hoy, la que fuera primera industria del país alcanza a producir 700 mil b/d, es decir, la quinta parte de lo que producía hace más de dos décadas, es decir, cuando Chávez aun no le había puesto las manos.

En tercer lugar, lo temerario que resulta ese alineamiento con la política guerrerista-anexionista de Putin, por cuanto nos involucra a los venezolanos en un conflicto en el cual no tenemos nada que ver, y porque además nos expone innecesariamente al riesgo de ser considerados como objetivo de guerra, y a sufrir, de alguna manera, las consecuencias derivadas de las sanciones que le han sido aplicadas a la Rusia de Putin por la Unión Europea y los Estados Unidos.

En cuarto lugar, la posibilidad insólita de que la dictadura madurista decida –como acaba de hacerlo su par nicaragüense en una franca actitud provocadora- ubicar cuerpos del ejército ruso en nuestro territorio.

En quinto lugar una acentuación del aislamiento internacional al que ha sido sometido el régimen dictatorial madurista por la Comunidad Internacional, lo que hará que las relaciones políticas y diplomáticas que hoy están reducidas a un pequeño grupo de Estados forajidos entre los que destacan: Rusia, China, Bielorrusia, Irán, Cuba, Nicaragua, se reduzca todavía más.

Lo ocurrido esta vez con la visita de Maduro a Teherán, capital del Estado confesional iraní, es parte del libreto que se escenifica siempre que un mandatario de la mencionada entente hace una visita oficial a alguno de los países que la componen. Sobre todo cuando se trata, como en el caso de Maduro, de un visitante que no observa ninguna medida ni prudencia al momento de expresar su complacencia con los regímenes integrantes de esa entente del mal.

Como es harto conocido eso lo hace Maduro (lo mismo pasa con los gobiernos autoritarios de Rusia, China, Cuba, Nicaragua, etcétera), sin tener en cuenta que al actuar de ese modo no sólo nos alinea con un país belicista, es decir que se mantiene en estado de guerra permanente en el medio oriente, y en una guerra no declarada con los Estados Unidos, sino que nos expone a los venezolanos a sufrir las consecuencias de lo que finalmente ocurra en el plano militar, entre ese país y sus oponentes.

Por otra parte, Maduro no pierde oportunidad para salir en defensa de Putin: “Venezuela anuncia todo su respaldo al presidente Vladimir Putin en la defensa de la paz de Rusia”, expresó en un acto transmitido por el canal estatal (VTV); y cada vez que declara a los medios denuncia horrorizado el “crimen que se está cometiendo contra el pueblo ruso”. “Es un crimen lo que están haciendo contra el pueblo ruso”, dice, refiriéndose a las medidas tomadas tras la invasión a Ucrania; pero la matanza a gran escala de los rusos en ese país se la calla y prefiere obviarla. Mientras el mundo repudia la invasión, Maduro apoya al criminal de guerra Vladimir Putin y las atrocidades que comete en contra del pueblo ucraniano.

Finalmente, la propaganda del régimen madurista ha creado la matriz mediática de opinión de que la gira de Maduro por el Medio Oriente fue un completo éxito. Ante lo cual uno se pregunta cómo se puede hacer semejante afirmación acerca de algo que desde un principio no se hizo para favorecer los intereses nacionales, y cuando se realizó a nombre de un país que en el mundo petrolero por excelencia, como lo es el Medio Oriente, ya no puede ostentar el prestigio que como productor de petróleo tuvo alguna vez, cosa de lo que ahora sólo queda el recuerdo.

EL AUTOR es historiador, profesor de la Universidad Central de Venezuela, co-fundador del partido Liga Socialista y exrector del Consejo Nacional Electoral. Autor de los libros “Legitimación de Poder y lucha política en Venezuela” y “El medinismo, modernización, crisis política y golpe de estado”.

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