Para vacunarse contra el virus latente de la rebelión y la insubordinación, el régimen chavista no solo ha fomentado el clientelismo y la corrupción en sus Fuerzas Armadas.
Humberto González Briceño
El Estado chavista redujo las Fuerzas Armadas Nacionales a brazo armado del régimen. El gobierno de Nicolás Maduro a su vez las ha degradado a su personal guardia pretoriana de esbirros, guardaespaldas y sirvientes. Hace más de dos décadas, desde que el chavismo llegó al poder, Venezuela dejó de tener a un ejército verdaderamente profesional dedicado a proteger la integridad del territorio y mantener la paz pública. Con el tiempo estas Fuerzas Armadas se desprendieron de la categoría de “Nacional” en el sentido de atender a los intereses de la nación para servir a los caprichos de la camarilla gobernante. Por eso, de Nacionales esas Fuerzas Armadas han degenerado en chavistas.
La traición de los oficiales de esas Fuerzas Armadas ha producido un evidente desequilibrio en la confrontación política. Un régimen que es despreciado por la inmensa mayoría de los venezolanos como el chavista puede cómodamente imponerse por la violencia y el uso de las armas contra su población civil. El impacto de tener una Fuerza Armada postrada ante la macolla chavista es muy amplio. La acción nefasta de estos grupos armados va desde la represión de protestas públicas hasta la orquestación de sofisticadas redes de espionaje para perseguir y encarcelar a quienes adversan al régimen.
Para asegurarse amplios márgenes de lealtad dentro de su oficialidad el régimen está obligado a hacer concesiones que terminan sacrificando la integridad de la estructura militar. Estas concesiones se aprecian en la forma de promover solo aquellos oficiales incondicionales, no los más capaces; alentar la participación y tolerancia en operaciones de narcotráfico, narcolavado y contrabando como una forma de redondearse el sueldo; y fomentar la participación en cualquier esquema de corrupción dentro y fuera de la organización donde a cambio de la permisividad se espera la fidelidad del oficial implicado.
El resultado es una Fuerza Armada donde en la oficialidad reina un fraternal clima de compadrazgo y complicidad, donde la mayoría solo quiere seguir viviendo en su burbuja y en la Venezuela de los Bodegones. A la tropa la mantienen de la misma forma como alimentan a las clientelas chavistas, con cajitas CLAP y bonos en bolívares vía Carnet de la Patria. Pero aunque estén mal pagados y mal alimentados estos militares no preocupan al chavismo porque se trata de contingentes que se van reciclando cada cierto tiempo. Además ellos saben que las conspiraciones y las rebeliones nunca surgen por iniciativa de la tropa.
Para un régimen como el chavista es lógico suponer que el mayor peligro que podría enfrentar nunca será de su falsa y complaciente oposición, sino más bien de sus beligerantes Fuerzas Armadas. Precisamente porque allí están los hombres con la capacidad organizativa y logística para articular una rebelión o un golpe de Estado. Se asume, en principio, que todos quienes han salido de la Academia Militar en los últimos años han sido entrenados e ideologizados a la medida del régimen. Pero eso no garantiza nada. En estructuras complejas como las militares donde entran en juego liderazgo, intereses, rivalidades, etc. siempre hay elementos y situaciones subyacentes que fermentan hasta el punto en que el conflicto emerge, generalmente sin previo aviso.
Para vacunarse contra el virus latente de la rebelión y la insubordinación el régimen chavista no solo ha fomentado el clientelismo y la corrupción en sus Fuerzas Armadas. Es necesario además mantener la ilusión de autoridad en una fuerza armada atomizada, por eso cada año el chavismo asciende centenares de oficiales a los rangos de Generales y Mayores Generales. Es difícil saber cuántos y quiénes son exactamente porque en varios casos las identidades de los ascendidos se mantienen en secreto, por razones de Estado según alegan. Pero cotejando información extraoficial y publicaciones del Ministerio de la Defensa las Fuerzas Armadas Chavistas deben tener alrededor de 3,000 generales activos. En su gran mayoría estos generales no tienen tropa bajo su mando y son ocupados en funciones administrativas no relacionadas con la actividad militar. Un pequeño segmento de estos ocupan las posiciones claves en la estructura militar desempeñándose en el Alto Mando Mando, CEOFANB, Zodi’s, contrainteligencia y Guardia de Honor Presidencial. Esta es la verdadera élite del mundo militar chavista y quien en definitiva concentraría los mayores y mejores beneficios de estar subordinados al régimen.
Los generales sin tropa son tan solo uno de los signos de descomposición de las Fuerzas Armadas chavistas. El fomento del clientelismo y la corrupción dentro de la organización como una manera de asegurarse la incondicionalidad de los oficiales ha traído consecuencias graves. La calidad de los egresados de la Academia Militar no solo es pésima, sino mediocre. Esto se traduce en deficiencias en aspectos fundamentales de las artes militares que ponen en el campo de batalla básicamente a un oficial inepto e incompetente. No es casual que los accidentes por mala praxis en las instalaciones militares se hayan multiplicado en los últimos años, aunque el régimen los trate de ocultar.
Pero ese caos no va cambiar porque es la única forma de la cual dispone el régimen para asegurarse la lealtad de esa Fuerza Armada, aunque el precio sea la descomposición y el debilitamiento estructural de la institución. A menos que esa camada de oficiales, sobre todo los de la elite, comiencen a ver afectados sus intereses y en peligro su status, entonces podrían tomar la iniciativa para saltar a un nuevo gobierno o mutar a un nuevo Estado. Pero, el incentivo tendría que multiplicar por cien las prebendas del presente para justificar el riesgo.-