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La pobreza y el hambre: verdaderos índices del desarrollo I Letras Al Margen I Gustavo Luis Carrera

Mientras haya pobreza, hay injusticia humana. Y en tales condiciones hace crisis el sistema social.

Gustavo Luis Carrera                     

            Cuando oímos hablar del estatus indicativo de un país vemos que se hace referencia a su economía y a su comercio exterior; así como a otros aspectos semejantes. Mientras uno se pregunta: ¿y la gente?, ¿en qué situación están sus habitantes? Porque, como es lógico, se supone que el verdadero estado de cosas se define por las condiciones de vida de sus pobladores. Y sentimos que ya basta de eludir el fondo del tema. Que es indispensable evaluar dónde se mide, realmente, el desarrollo.  

      LA POBREZA. El nivel de la pobreza es un indicativo que muchos regímenes suelen ocultar o, sencillamente, falsear. Por eso no es fácil obtener informaciones fehacientes al respecto. Y simplemente, como los pobres no tienen los medios de hacerse notar, ni de que sean tomados en cuenta, es fácil esconder la realidad. Los organismos internacionales que han hecho seguimiento al tema, ofrecen algunos datos orientadores. Tal es el caso de la ONU, de donde provienen algunas estadísticas divulgadas. Así sabemos que desde los índices más altos de pobreza, como el de Nigeria (92%), hasta los más bajos, quizás los de los Estados del Norte de Europa (entre 10 y 12%), se reparten todos los países del mundo. No hay territorio, no hay latitud, no hay colectividad, donde no esté presente la pobreza. A fin de cuentas, los pobres son una especie de «asociales» o de «outsiders», de discriminados, condenados a un gueto, a un exilio dentro de su territorio. Con mucho acierto lo expresó el profesor y escritor norteamericano Michael Harrington: «Ser pobre es ser extranjero en su propio país, es participar de una cultura radicalmente diferente de la dominante en la sociedad normal». Esta condición de exilado interno es no sólo una flagrante injusticia, sino una oscura y vergonzosa señal de discriminación.   

      EL HAMBRE. La pobreza, como es fácil deducir, se traduce en mala alimentación, e inclusive en hambre. Sí. Hay que decirlo en forma alarmante. Según estadísticas de la ONU, al menos el 10% de la población mundial sufre de pobreza y de desnutrición. Es decir, que alrededor de 800 millones de personas, empobrecidas, padecen hambre; con la secuela de mal desarrollo de los niños, y de enfermedades y riesgo de muerte para menores y adultos. Si esto no es motivo de preocupación -y de escándalo humanitario-, no sabemos qué sí puede serlo.  Los cálculos hechos al respecto, determinan que esa es, básicamente, la cifra de personas que viven por debajo del umbral mundial de la pobreza, equivalente a percibir menos de 2 dólares diarios. Y todo va en ascenso. Las mismas informaciones internacionales señalan que en un año, de 2020 a 2021 hubo 45 millones más de personas que padecen hambre. Precisándose que en América Latina el incremento ha sido notable. Pero, no es sólo el hambre, es que la pobreza auspicia, por igual, el delito y la conducta antisocial. Es un hecho tan evidente que cinco siglos antes de Cristo, ya el gran dramaturgo griego, Eurípides, denunciaba que «la pobreza enseña el mal por la necesidad». El hecho cierto es que pobreza, hambre y delincuencia son el triple flagelo de toda sociedad humana.    

      EL FRACASO DE LOS SISTEMAS. Cabe ahora preguntarse qué han logrado contra la pobreza las distintas ideologías y los diversos sistemas económicos y sociales. Seamos sinceros. No nos dejemos engañar por la supuesta globalizaciónde la civilización y por la demagogia. El reto decisivo de los sistemas a la vista -el capitalismo y el socialismo- es enfrentar la pobreza y el hambre. Y ninguno ha podido erradicar estas degradaciones humanas. Países que, propiamente, representan el capitalismo desarrollado, muestran considerables niveles de pobrezaReino Unido (entre 15 y 18%), Estados Unidos (11%). Y aquellos que pertenecen al llamado socialismo, y hasta se proclaman como comunistas, no están en distinta situación: China (que esconde sus estadísticas, por lo menos 13%) y Vietnam (28%). De otra parte, se calcula que no llega al 45% la población mundial que se beneficia de algún sistema de protección social. No es cuestión de aceptar, así nada más, que tal como siempre ha habido pobreza, nunca dejara de haberla. Sería convenir en que es una especie de fatalidad, inherente a la formación de una sociedad humana. Por eso se piensa en un sistema que integre lo positivo de la auténtica democracia en una forma de gobierno realmente inclusiva de toda la comunidad, en una pantocracia. Es indispensable ver la pobreza como un reto colectivo, que a todos afecta y que es responsabilidad de la  comunidad en pleno. Sencillamente, mientras haya pobreza, habrá injusticia y oprobio en la sociedad humana.        

      VÁLVULA: «El verdadero nivel de desarrollo de un país lo determina el índice de pobreza y de hambre que prive en él. Es lo que realmente revela la situación cotidiana de sustentación de sus habitantes. Lo demás es materia especulable estadísticamente y manipulable  a través de la demagogia. Mientras haya pobreza, hay injusticia humana. Y en tales condiciones hace crisis el sistema social».                  

glcarrerad@gmail.com

EL AUTOR es doctor en Letras y profesor titular jubilado de la Universidad Central de Venezuela, donde fue director y uno de los fundadores del Instituto de Investigaciones Literarias. Fue rector de la Universidad Nacional Abierta y desde 1998 es Individuo de Número de la Academia Venezolana de la Lengua. Entre sus distinciones como narrador, ensayista y crítico literario se destacan los premios del Concurso Anual de Cuentos de El Nacional (1963, 1968 y 1973); Premio Municipal de Prosa (1971) por La novela del petróleo en Venezuela; Premio Municipal de Narrativa (1978 y 1994) por Viaje inverso y Salomón, respectivamente; y Premio de Ensayo de la XI Bienal Literaria José Antonio Ramos Sucre (1995) por El signo secreto: para una poética de José Antonio Ramos Sucre. Nació en Cumaná, en 1933.

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