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PDVSA: La botija de Chávez I Opinión I Humberto González Briceño

La idea de una PDVSA reducida a la botija personal del presidente es lo que permitió financiar todo tipo de proyectos fracasados tales como las areperas socialistas y el regalo de comida a cambio de votos.

Humberto González Briceño

El control sobre PDVSA y la industria petrolera siempre le dio ventajas fiscales extraordinarias al Estado de partidos que existía antes de la llegada de Hugo Chávez al poder. En ese entonces se discutía sobre la pertinencia de mantener una industria, considerada estratégica, bajo el control del Estado (de partidos) o por el contrario privatizarla con un estructurado régimen impositivo que le transfiriera recursos al Estado

A pesar de que en la época del Estado de partidos la administración pública venezolana en todos sus sectores y niveles fue ultrajada en forma vulgar y grosera por las clientelas partidistas, parecía existir cierto consenso en torno a la idea de que PDVSA era algo así como una isla en la orgia de corrupción. De hecho se acusaba a su cuadro gerencial de convertirse en una suerte de oligarquía tecnocrática que en aras de la eficiencia le daba la espalda al pueblo. En realidad los presidentes en la etapa del Estado de partidos tuvieron la prudencia y la sabiduría de resistir las tentaciones y presiones de sus propias clientelas para prostituir a PDVSA.

Con todos los errores que haya podido cometer esa PDVSA, que los hubo, su gestión parecía eficiente y sólida más aún que la de los gobiernos a los que servía.

Esa PDVSA murió el día que Hugo Chávez llegó al poder y fue formalmente sepultada el día que Rafael Ramírez asume la presidencia de la empresa estatal. Ramírez tiene el indiscutible mérito de haber materializado el sueño de Hugo Chávez: Convertir a PDVSA en la caja chica, mejor dicho en la botija, del presidente para disponer de miles de millones de dólares a discreción para saquear en su beneficio y pagar las lealtades de sus propias clientelas. Todo esto al precio de desmantelar la capacidad operativa y de inversión de la empresa.

PDVSA murió el día que Hugo Chávez llegó al poder y fue formalmente sepultada el día que Rafael Ramírez asume la presidencia de la empresa estatal»

Lo que no se atrevieron a hacer con PDVSA los otrora infames gobiernos de Acción Democrática, Copei y Rafael Caldera II lo hizo con desenfado y espontaneidad Hugo Chávez. Así los grifos de PDVSA se abrieron como incontenibles chorros de dólares para nunca jamás cerrarse y sólo dejarían de funcionar el día que, ante el derrumbe de las plataformas petroleras, ya era prácticamente imposible seguir expeliendo ríos de petrodólares.  

La idea de una PDVSA reducida a la botija personal del presidente es lo que permitió financiar todo tipo de proyectos fracasados tales como las areperas socialistas y el regalo de comida a cambio de votos, programa cuya denominación ha cambiado de nombres en el tiempo pero no de propósito. De las arcas de PDVSA, y sin necesidad de rendir cuentas salieron, miles de millones de dólares para financiar al PSUV y enriquecer a los operadores políticos y militares del régimen.

La visión de Chávez en cuanto al manejo pirata e improvisado de PDVSA materializado por Rafael Ramírez ya ha adquirido con el tiempo el rango de política de Estado. Esto quiere decir que para el Estado chavista, independientemente de quien sea su presidente, no hay otra forma de operar que no sea mediante el saqueo sistemático y permanente de PDVSA o de lo que de ella queda.

…la botija se está quedando vacía»

Por eso a Rafael Ramírez operador fiel de Chávez lo sucede Tareck El Aissami en ese momento operador eficiente de Nicolás Maduro y cabeza de su propio clan dentro del régimen. Ya Chávez había inaugurado la ultra corrupta práctica de reunir en una misma persona varios cargos para evitar incómodos controles y facilitar los mecanismos de defraudación fiscal.

De la misma forma que Rafael Ramírez fue presidente de PDVSA, ministro y zar del petróleo, a Tareck El Aissami le correspondió jugar el mismo papel dentro del Estado chavista. Hoy cuando presenciamos la inmisericorde defenestración de El Aissami este es a su vez sustituido en similares condiciones por su antigua mano derecha Pedro Rafael Tellechea quien a su vez reúne la doble condición de presidente de PDVSA y ministro del petróleo. A Tellechea le corresponde continuar con la corrupción sistémica en un sector que a pesar de la crisis que vive Venezuela le sigue rindiendo dividendos al régimen. Suficientes para calmar temporalmente a sus sedientas clientelas y a sus impacientes operadores militares, ahora más preocupados que antes por la merma y la demora en los pagos, evidencias de que la botija se está quedando vacía.

@humbertotweets

EL AUTOR es abogado y analista político, con especialización en Negociación y Conflicto en California State University.

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