, , ,

Ante la falta de oposición el chavismo se opone a sí mismo

La maniobra de intentar aparecer como haciéndose oposición a sí mismo es audaz y ambiciosa por parte del chavismo,

Humberto González Briceño I OPINIÖN

A veces parece olvidarse que los padecimientos de Venezuela bajo el régimen chavista comenzaron mucho antes que las simbólicas sanciones aplicadas por los Estados Unidos. Desde hace años en Venezuela no hay moneda nacional, no hay gasolina y tanto el agua como la electricidad le están negadas al 90% de la población. Esto no es nuevo ni exagerado. Lo único que ha cambiado es que en los últimos meses estas carencias parecen multiplicarse por 100.

Cualquier lector desprevenido y sobre todo uno ajeno a la realidad de Venezuela podría pensar que esto es una verdadera exageración de un adversario del chavismo. Que es imposible que un país pueda funcionar con más del 90% de su población sin agua, electricidad, gasolina e internet. Pero es una situación que ha sido documentada y que por su reiteración a muy pocos impresiona porque parece convertirse en la nueva normalidad con el chavismo.

En otras palabras, bajo el régimen chavista el nuevo estándar de lo normal es el de la miseria, la pobreza y la corrupción. Y luego de 20 años de tiranía lo que tenemos es una acumulación de crisis con efecto compuesto y un régimen cuyo objetivo no es precisamente gobernar sino por el contrario fomentar el caos para que la camarilla gobernante siga en el poder al precio que sea. Aunque este precio sea la desaparición física y material de Venezuela.

El régimen chavista ha logrado entronizarse en el poder no solo por el control militar, político y social que ejercen sus grupos sobre la población civil venezolana. Esto también es el resultado del fracaso de una falsa oposición negociadora y colaboracionista incapaz de articular fuerzas para derrocar al régimen. Y ante esta incapacidad a esta oposición no le queda otra que bailar pegada con el régimen a los acordes de una legalidad que solo sirve para justificar la continuidad del Estado chavista.

En realidad, en Venezuela no hay una oposición real y efectiva al régimen chavista. Lo que hay es una oposición muy particular que rigurosa y escrupulosamente se limita a cuestionar al gobierno, no al régimen político. Y por esta vía esa oposición ofrece la ilusión de oponerse a algo que sigue allí realmente existiendo y es casi inconmovible. Pero es una ilusión de la realidad, es una falsedad, porque lo que hace esa oposición no es otra cosa que afianzar más aún al modelo que supuestamente dice enfrentar.

Mientras esta falsa oposición le hace el juego legitimador al régimen con su elección primaria los problemas y las protestas en Venezuela se multiplican. Las dramáticas dimensiones de este colapso social y económico ya no pueden ser ignoradas ni siquiera por aquellos que todavía dicen ser chavistas.  De hecho se puede afirmar con gran certeza que ante el fenómeno sociológico de la emigración masiva de Venezuela en el territorio quedan segmentos importantes de clientelas chavistas que ahora insatisfechos y descontentos con su propio régimen son las cabezas de la protesta nacional.

La macolla del régimen (Maduro, hermanos Rodríguez y Padrino López) entienden la gravedad de la coyuntura y la dificultad práctica que se presenta a la hora de intentar un nuevo fraude electoral con unos operadores políticos y militares desganados, descontentos y renuentes a cooperar porque están pasando hambre y miseria como el resto de los venezolanos.

La falsa oposición ha resultado tan incompetente como socia del chavismo que es incapaz de cumplir el papel que se le encomendó. Ante la falta de oposición al régimen político en Venezuela le ha tocado al propio chavismo que llenar ese vacío y ejercer una suerte de oposición a sí mismo. Es lo que vemos cuando la macolla del régimen dice declararle la guerra a la corrupción en la industria petrolera con la sospechosa consigna “caiga quien caiga” encarcelando a varios de sus operadores siendo uno de los más notables Tareck El Aissami.

Recientemente Nicolás Maduro a propósito del día del periodista volvió a pedir ayuda a los venezolanos (chavistas) para combatir lo que él identifica como la corrupción y la eficiencia en su gobierno. La petición es un desesperado intento para desmarcarse de la responsabilidad que él y su régimen tienen con el desfalco y la destrucción de Venezuela que ha ganado dimensiones catastróficas en los últimos 5 años. Si se tomaran en serio las palabras de Maduro habría que comenzar por destituirlo a él, pero seguramente eso ni fue lo que quiso decir.

Es decir, el tamaño del fracaso del régimen chavista en Venezuela es tal que ni los propios chavistas encuentran razones o palabras para justificarlo. A la cúpula del gobierno solo le queda comenzar a jugar a la defensiva frente al descontento de sus propias clientelas y tratar de ponerse a la cabeza de esa frustración para controlarla y eventualmente diluirla.

Mientras la falsa oposición siga engolosinada y envalentonada con su elección primaria y su candidato único el chavismo no tiene nada de qué preocuparse. Es a los suyos, sobre todo aquellos en el sector militar, a quienes debe temer. La maniobra de intentar aparecer como haciéndose oposición a sí mismo es una audaz y ambiciosa por parte del chavismo, comienza a lucir como los esfuerzos de última hora para abortar rebeliones internas y seguir en el poder.

@humbertotweets  

EL AUTOR es abogado y analista político, con especialización en Negociación y Conflicto en California State University.

https://www.larazon.net/category/humberto-gonzalez-briceno