Con María Corina Machado, como líder y jefe, ya tenemos la condición subjetiva que faltaba para la victoria.
Jesús Antonio Petit Da Costa
1.- El 21 noviembre se cumplirán 66 años del suceso que dio inicio a la caída de la anterior tiranía: la insurrección de los estudiantes universitarios, concretamente los que estudiábamos en la UCV.
Efectivamente el 21 de noviembre de 1957 los estudiantes de la UCV activamos, con nuestra insurrección, el proceso político que culminó con el derrocamiento, dos meses después (23-01), del que creímos que sería el último tirano.
2.- En 1957 había un aparente vacío de liderazgo, porque todos los líderes políticos conocidos estaban presos o desterrados. Los que suplían su ausencia eran unos desconocidos, ocultos en el anonimato de la clandestinidad. Y aún más desconocidos como políticos éramos nosotros los jóvenes estudiantes que militábamos en la “resistencia clandestina.” Precisamente debíamos pasar por simples estudiantes para evitar prisión, tortura y hasta muerte, los que nos hubiese sucedido si nos descubrían como activistas contra la tiranía.
3.- ¿Qué nos motivó a los jóvenes en situación tan adversa? Tres fueron nuestras motivaciones: I) Un ideal, que era la democracia, el sueño de lo que nunca habíamos vivido y anhelábamos vivir; II) Una doctrina y un programa, que daban forma a nuestro ideal conforme a la ideología de cada partido; y III) Una estrategia, en cuya elaboración participamos, por la cual asumimos tareas, corriendo todos los riesgos (muerte, prisión y hasta quedar truncos los estudios por el cierre de la universidad, como en efecto sucedió), poseídos del idealismo adolescente de imitación de los héroes que hicieron historia.
Por nosotros la democracia instituyó el 21 de noviembre como Día del Estudiante.
4.- ¿Cómo estamos para este 21 de noviembre de 2023? Estamos al final de una época histórica, la época del castro-chavismo que llamamos la época de la gran traición, la etapa más negra de nuestra historia. Traición a la patria entregada a Cuba, incluyendo la renuncia al Esequibo obedeciendo sus órdenes, y traición al pueblo sometido a una narcotiranía asesina en lugar de “más y mejor democracia” como le fue prometido.
5.- Estamos en el final de una época histórica, cuyo sistema está totalmente agotado. Con el agravante de que no tiene un caudillo carismático. La personifica un segundón, que es repudiado por más del 90% de los venezolanos. Esto no da más. Hiede a muerto.
Y como ha sucedido siempre: cuando una época agoniza surge el líder que encarna el cambio radical y profundo que el pueblo anhela. No se ha manifestado este líder con un alzamiento como en el siglo XIX, ni con una rebelión cívico-militar como en el siglo XX, sino con una adhesión popular entusiasta en una consulta al pueblo que es el estilo del siglo XXI. Es el caso de María Corina Machado elegida en una elección primaria con el voto favorable del 94%. Con ella, como líder y jefe, ya tenemos la condición subjetiva que faltaba para la victoria.
6.- La insurrección estudiantil de 1957 sólo se produjo en la UCV. Y no fue reseñada en los medios de comunicación social todos censurados. Y, sin embargo, tuvo el efecto de un sismo político diferido porque 6 semanas después cayó el tirano. Fue apenas una chispa pero incendió la pradera como sucede cuando la paja está seca. Y ahora mismo sólo falta encender una chispa junto a la paja que está reseca.
Esta vez la primaria parece ser la chispa. Para que lo sea efectivamente debemos, ganada la primera batalla, organizarnos para la segunda batalla que pudiera ser la definitiva. En aquel entonces éramos pocos y, sin embargo, lo hicimos tan bien que vencimos al tirano, a pesar de no estar armados. La clave estuvo en que nos organizamos como un ejército civil, siempre activo. Así para la batalla definitiva preparémonos haciendo algo que podríamos llamar nuestros ejercicios militares en forma de acciones de calle. Así hicimos entonces la preparación para la batalla decisiva que se inició con la huelga general del 21-22 de enero, que estalló cuando y porque ya estábamos preparados.
Es lo que propongo que se haga ahora. No acuartelarnos ni guardarnos en casa hasta las elecciones de 2024, sino formar y ejercitarnos como un ejército civil, tomando en cuenta que, según las estadísticas oficiales, para 2017 había 5 millones de profesionales universitarios y 2 millones de estudiantes universitarios. Suponiendo que la mitad ha emigrado, quedan más de 3 millones de universitarios, 500.000 de ellos son más que suficientes para organizar y agitar al pueblo, comenzando por los 2.500.000 que votaron en la primaria, y mantener vivo su ánimo con acciones de calle puntuales, con reivindicaciones concretas, que lo ejerciten para la batalla definitiva.
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