Edmundo González Urrutia, diplomático de carrera vinculado a la democracia cristiana, se convirtió de manera inesperada en el candidato presidencial de la oposición. Fue embajador de Caldera y Chávez en Argentina.
Noel Gómez Herrera
Jamás se imaginó, y jamás procuró Edmundo González Urrutia, aragüeño de setenta y cuatro años, ser candidato presidencial y mucho menos ser Presidente de la República, sin embargo las circunstancias lo colocaron primero como “candidato provisional” o “tapa” (en el argot electoral venezolano) y luego en abanderado definitivo de la Plataforma Unitaria Democrática (PUD), la coalición opositora que en octubre de 2023 realizó masivas elecciones primarias en las que arrasó la dirigente María Corina Machado, inhabilitada por la dictadura, quien tampoco pudo ser sustituida por la académica Corina Yoris, sin mediar explicación alguna de parte del ante el “árbitro” electoral.
EGU, quien ingresó al servicio exterior durante el primer gobierno del Presidente Rafael Caldera, se convirtió en candidato de consenso, luego del intenso debate surgido en la alianza opositora entre María Corina Machado y el gobernador Manuel Rosales, quien de manera sobrevenida ya se había inscrito como candidato presidencial postulado por su partido UNT, al margen de la PUD, posición a la que finalmente renunció en apoyo de González, cuya ratificación aún no ha sido objetada por el dictador Nicolás Maduro, quientiene bajo la manga la ilegalización de la tarjeta electoral de “la manito” (MUD-PUD) a través del TSJ, así como la impugnación del nuevo candidato, a través del CNE, “por no haber sido elegido por la propia militancia partidista, según lo establecido en el texto constitucional”.
González Urrutia ingresó al MRE de la mano del entonces canciller socialcristiano Arístides Calvani, junto a Roy Chaderton, Milos Alcalay y David López Henríquez, entre otros.
En 1991 es nombrado Embajador en Argelia. En 1994 ejerce como Director General del Protocolo del MRE. En 1996 se le nombró director general de política internacional A finales 1998 asume como embajador en Argentina sustituyendo a Ignacio Arcaya Smith, dedicándose a la inclusión de Venezuela al Mercosur, por instrucciones del Presidente Chávez.
En abril de 2002 renuncia a su cargo y apoya al gobierno provisional de Pedro Carmona Estanga, a las órdenes del canciller interino José Rodríguez Iturbe. Su estatus actual es de embajador jubilado en el servicio interno.
Su beneplácito como embajador en Argentina se da en menos de veinticuatro horas de haber sido solicitado, en medio un juego de golf entre el embajador Arcaya y el presidente Menen. El “outsider” González Urrutia ha hecho recordar a muchos venezolanos interesados en la política y la historia, a la figura del “milagro salvador” de Diógenes Escalante, embajador en Washington, propuesto en agosto de 1945 por el Presidente Isaías Medina Angarita para la transición civil, planteamiento que inicialmente recibió hasta el apoyo de la naciente AD, sin embargo Ramón J. Velásquez, secretario privado del inminente candidato, descubre la “crisis cerebral del doctor”. El 18 de octubre, una junta de gobierno cívico militar encabezada por Rómulo Betancourt derrocó al Presidente Medina.
«La Plataforma Unitaria Democrática, por unanimidad, aprobó la candidatura de González Urrutia», fue el anuncio que hizo ante los medios de comunicación social el secretario general del bloque, Omar Barboza, que en declaraciones a los medios ya ha hablado del candidato como «el próximo presidente de la República».
Como se sabe, la oposición inscribió a González Urrutia ‘in extremis’ después de que la vencedora de las primarias de 2023, Marpia Corina Machado, no lograse levantar la inhabilitación política impuesta por la justicia chavista para evitar una posible derrota histórica de Maduro. Tampoco salió adelante la designación de su sustituta, Corina Yoris, a la que el Consejo Nacional Electoral (CNE) impidió inscribirse como candidata.