Con apenas 25 años forma parte de la elite internacional de ajedrecistas. Su nombre, junto al de nuestro país, ya figura en el top 100 de esta disciplina pero Iturrizaga está armando la jugada que lo llevará a situarse entre los 50 mejores ajedrecistas del mundo
Gabriela Rojas
A los 5 años, Eduardo Iturrizaga se detuvo cautivado a observar los movimientos del rey, la reina y los caballos. No estaba en presencia de un desfile de la monarquía. Tampoco veía una película de caballeros y doncellas de cuentos de hadas. Sus ojos se movían entre los cuadros de un tablero blanco y negro. Había descubierto el ajedrez.
A esa edad aprendió a mover las piezas, guiado por su padre y su padrino, quienes eran frecuentes contendores. Al cumplir los 7 años, Eduardo armaba las jugadas en su cabeza a punta de instinto. “En el ajedrez, la primera jugada es 70% instintiva. Luego con el entrenamiento aprendes a pensar bien las siguientes y puedes armar 30 jugadas sin pensar en nada”, dice.
Después de una mudanza por dos años fuera del país, Eduardo y su familia regresaban a Venezuela, y al mismo tiempo, aquel niño de 9 años encontraba su camino de vuelta al ajedrez. Un camino preciso pero vertiginoso.
Apenas entraba en la pubertad cuando los movimientos de su tablero personal ya marcaban la victoria: a los 13 años se convertía en el primer y único Gran Maestro Internacional de Ajedrez de Venezuela, máximo título que otorga la Federación Internacional de Ajedrez (Fide por sus siglas en francés).
“Soy muy competitivo en cualquier área que me pongan. Recuerdo que a los 10 años iba a La Candelaria a jugar unas partidas y después de ganar, me iba al parque con los otros niños. Pero el ajedrez era todo para mí. Ese mismo año (2000) gané mi primer (Juego) Panamericano”.
[quote_center]»En los últimos años se ha ido complicando el apoyo con el problema de los pasajes y las divisas»[/quote_center]
Eduardo entrenaba con el Gran Maestro Antonio Palacios, quien le enseñó cómo estructurar el pensamiento para organizar las jugadas. Entrenaban entre 4 y 5 horas diarias. “Hay gente que dura hasta 10 horas pero yo no me he acostumbrado a tanto; eso sí yo juego ajedrez todos los días: armo jugadas en la computadora, juego por internet, participo en torneos. Pienso siempre en ajedrez”.
Por eso no era de extrañar que a los 13 años deseara abandonar el colegio. “Mis padres no lo permitieron pero me costó mucho la escuela. No me entendían porque pensaban que era un hobby. Pero en esa época ya sabía que iba a vivir de esto”. Como profesión o como entretenimiento, el ajedrez no aparece en los primeros lugares de elección de los venezolanos. Pero hoy Iturrizaga ratifica lo que había anunciado en plena adolescencia: es un ajedrecista profesional con una agenda de trabajo dedicada 100% a ello.
Al año participa en unos 4 o 5 torneos internacionales de alta calidad que lo califican para subir de nivel. Pero no sólo es su nombre el que sube en el ranking: junto a él aparece Venezuela en esa selecta lista que cuenta a los 100 mejores del mundo. “En los últimos años se ha ido complicando el apoyo porque con el problema de los pasajes y las divisas, la ayuda económica se ha ido cerrando. El ajedrez es un deporte pero como aún no entra como disciplina olímpica es más complicado, a pesar de que hay mucho talento. Es difícil cambiar la idea preconcebida que tiene todo un país sobre esta disciplina”, señala Iturrizaga.
Desde 2013 la situación se complicó aún más, luego de las denuncias presentadas por la entonces Ministra del Deporte, Alejandra Benítez, quien detectó un fraude millonario en la aprobación de divisas a tasa oficial para los deportes de motor, lo que derivó en más restricciones para otorgar recursos a otras disciplinas menos masivas, como por ejemplo, el ajedrez.
“El año pasado no tuve apoyo oficial e igual tuve que viajar costeando mis gastos con lo que había ganado en otros torneos. Muchas veces debo permanecer uno o dos meses fuera del país viajando a los países donde se organizan las competencias y si no ganas, te devuelves con las manos vacías porque invertiste lo que tenías. Se requiere mucho apoyo para poder estar concentrado y tranquilo”.
La exigencia del ajedrez no es sólo mental. Una partida puede durar hasta 6 ó 7 horas. Así como un juego se puede terminar en 30 movimientos, en otros puede prolongarse hasta 100, lo que requiere tener una buena condición física: estar sentado durante horas, la necesidad de ir al baño, el hambre, la concentración, la vista, los músculos. “El desgaste físico es muy fuerte. Para mantenerme en forma practico tenis y hago mucho ejercicio. Puedes ver por la calidad de sus jugadas, cuando tu adversario comienza a cansarse”.
[quote_center]»Hoy estoy entre los 100 mejores del mundo pero espero terminar el año entre los 50 mejores»[/quote_center]
Y para Iturrizaga evitar una derrota es esencial: “perder me afecta mucho, es muy doloroso y me cuesta recuperarme”. Reconoce que parte de la madurez profesional y personal que le ha dejado el ajedrez es aprender a manejar mejor sus emociones. Y eso se extiende desde el peón hasta la reina. “El ajedrez debería insertarse en la educación primaria porque uno aprende a pensar. A las personas agresivas los calma y los obliga a resolver situaciones desde la estrategia. Los niños tendrían mucho mejor rendimiento en áreas como matemática y cálculo; y cualquiera puede hacerlo porque mover las piezas no es complicado, si tienes talento puedes ser muy competitivo”.
Entre un torneo y otro, Eduardo disfruta con tranquilidad de su relación de pareja, quien también es una joven ajedrecista. Su meta de los próximos siete meses está fijada. “Me esfuerzo cada día por mejorar mi nivel porque esta es mi carrera y puedo vivir de lo que me gusta. Hoy estoy entre los 100 mejores del mundo pero espero terminar el año entre los 50 mejores”. Iturrizaga va armando la siguiente partida. Y apenas tiene 25 años.
Si quiere contactar al autor de esta historia escriba a: gabriela@larazon.net