Persiguen silenciar las denuncias sobre la escasez alimentaria y de medicamentos, la inflación, la corrupción, la inseguridad personal
José Rafael López Padrino
Los espacios para expresar el disenso son cada vez más limitados dado el afán de la logia milica-civilista por imponer su proyecto neofascista. La intención oficial es erradicar toda voz que no comparta los lineamientos de la logia en el poder, quien no satisfecha con controlar todos los poderes públicos y la Fuerza Armada Nacional, aspira transformar a Venezuela en un establecimiento cuartelarlo que responde a una sola voz de mando. Desde el poder pretenden acallar a una sociedad que protesta ante los fracasos de un régimen bonapartista-demagogo que jura gobernar en beneficio del pueblo, cuando en verdad actúa, en beneficio de sí mismo y de unos pocos allegados que engrosan las filas de la nomenclatura bolivariana y su allegada boliburguesía parasitaria. Logia que a pesar de que se autopostula demagógicamente como defensora de «los de abajo», del “pueblo”, representa un proyecto político-económico del gran capital transnacional.
Las acciones emprendidas contra los directivos de “El Nacional”, y “Tal Cuál” y al portal digital “La Patilla” por haberse hecho eco de las denuncias del ABC de España en contra del capitán Cabello responden a la visión narco-cómplice que priva en las altas esferas del poder. Estas medidas no pueden considerarse como hechos aislados, sino que representan un eslabón más del perverso proyecto de dominación milico-bolivariano que busca la imposición de una hegemonía comunicacional. Supremacía informativa impuesta por la censura, la autocensura y el estrangulamiento de los medios independientes, así como el establecimiento de un monopolio sobre los medios de comunicación social (estatización o compra de la plantas televisivas, radios, y medios impresos). Buscan imponer una realidad falsa, la “verdad oficial” ajustada a sus intereses políticos para eternizarse en el poder.
Persiguen silenciar las denuncias sobre la escasez alimentaria y de medicamentos, la inflación, la corrupción, la inseguridad personal, la pobreza, la militarización de la sociedad, pero en especial el narco estado en el cual el fallecido teniente coronel convirtió a Venezuela. El silencio informativo en torno a las acusaciones de que el capitán Cabello es el capo mayor del narcoestado bolivariano, así como todo lo relacionado a la detención del narcotraficante Richard Cammarano Jaimes, en compañía de una exmagistrada del TSJ, son claras demostraciones de que el “blackout” comunicacional es una política de Estado.
Silencio que contrasta con todo un despliegue propagandístico del régimen en defensa del capitán Cabello. Repiten incansablemente su inocencia sin aportar prueba alguna. Retoman del viejo Goebbels el principio de la simplificación y del enemigo único. De allí, el slogan nada original “Diosdado somos todos” (vulgar copia de “Todos somos Charlie Hebdo”) y la presidenta del TSJ emite una sentencia absolutoria anticipada al afirmar la inocencia del capitán Cabello y tipifica las acusaciones contra él como “agresiones conspirativas contra el Estado venezolano”; declaraciones abyectas que nos recuerda cuando el Führer Adolfo Hitler eliminó el Estado de Derecho en Alemania al afirmar que él era “la justicia” (1933).
Infructuosamente la “robolución bonita” pretende imponernos una sociedad sin derecho a la critica y al disenso, una sociedad ciega y sorda donde solo imperen sus criterios absolutistas. Un país domesticado bajo la elegía de una logia narco-corrupta que se considera a si misma como la personificación de la Patria y representante de la voluntad popular. Grupete que ha reivindicado la Doctrina de la Seguridad Nacional de las dictaduras del Cono Sur del siglo pasado, quienes bajo la excusa de la seguridad interna y erradicación del enemigo interno justificaron el control e intervención de los medios de comunicación en esos países.
Esta nueva arremetida forma parte del proceso de fascistización del Estado venezolano a fin de someter a la sociedad venezolana a un proceso de homogeneización ideológica y ocultar la magnitud del fracaso económico, político y social del socialfascismo del siglo XXI.
En el ascenso al poder del nazi-fascismo histórico uno de los principales factores que beneficiaron a Hitler, Mussolini y Franco fue la complicidad de las potencias occidentales de ese entonces. Hoy día, el servilismo y complicidad de los países latinoamericanos y sus clases intelectuales frente a la barbarie socialfascista bolivariana, no es menor.
Frente a este monstruo totalitario no asumamos la conducta del búho de Minerva Hegeliano que solía aparecer con su lira para cantarle a los vencedores o para condolerse de los derrotados cuando ya era muy tarde.