La tiranía de Pérez Jiménez fue decente comparada con la actual. Fue cruel, pero no descendió tan bajo en el crimen como la que padecemos
Jesús Antonio Petit da Costa
El pasado mes de abril de 2015 circuló por la red un libro estremecedor. Se titula: “Bumerán Chávez”. Tiene por subtítulo: “Los fraudes que llevaron al colapso de Venezuela.” Su autor: el periodista español Emili J. Blasco, corresponsal de “ABC” de Madrid (España) en Washington (Estados Unidos), quien se ganó nuestra confianza cuando informó, por medio del diario para el cual trabaja, la verdad sobre todo el proceso de la enfermedad y muerte del difunto en Cuba.
La lectura de este libro me trajo dos recuerdos de la época en que era un joven militante de la resistencia clandestina contra la que creíamos que sería la última tiranía, la cual derrocamos en 1958. El primero fue la lectura de “El Libro Negro de la Dictadura” que circulaba clandestinamente como publicación anónima, el cual le costó prisión a su editor José Agustín Catalá seguramente por una delación. Era el libro una denuncia testimonial de los crímenes de la tiranía cuando apenas comenzaba (1952). Recordé también el libro “La Era de Trujillo”, escrito por el profesor universitario Jesús Galíndez, quien vivió exiliado en la República Dominicana y allí conoció el horror de la tiranía trujillista. Escribir el libro le costó la vida. Habiendo huido a Estados Unidos, donde daba clases en la Universidad de Columbia, fue raptado de su apartamento en Nueva York por agentes secretos de la tiranía que lo transportaron de vuelta adonde el tirano. Nunca se consiguió su cadáver. Podemos considerar, sin embargo, que fue vengado por el grupo armado que mató a Trujillo en una emboscada, poniendo fin a la tiranía. Desde luego, Blasco no correrá la misma suerte de Catalá porque no vive en Venezuela y tendrá cuidado en no venir. Y cabe esperar que tampoco corra la de Galíndez, aunque los tentáculos de la delincuencia organizada traspasan las fronteras.
Me viene a la memoria la lectura de ambos libros en clandestinidad por la semejanza de las circunstancias. Blasco, como Galíndez, lo escribió en el extranjero. Y siendo ambos españoles, lo han hecho por la identificación con la causa de la libertad y la democracia, los derechos humanos y la ética, por un compromiso intelectual de solidaridad con los oprimidos, de Galíndez con los dominicanos y de Blasco con los venezolanos. Pero a diferencia de Galíndez, que vivió bajo la tiranía trujillista, Blasco se vale del testimonio de algunos que han vivido en las entrañas de la tiranía comunista y pueden dar fe de su podredumbre moral y política. Son los testigos presenciales del crimen contra un país y su pueblo. En esto se emparenta con la recopilación de Catalá en su libro, con una diferencia. La anterior tiranía fue decente comparada con la actual. Fue cruel, pero no descendió tan bajo en el crimen como la que padecemos.
El libro de Blasco debería ser material de lectura obligatoria para todos los venezolanos. Supliría el que, por no haber oposición sino colaboracionismo, no tengamos siquiera quien haya imitado a Catalá. Tal vez los miembros del Foro Penal, que han salvado el honor de la abogacía, lo escriban más adelante en base a los testimonios que han recogido de sus defendidos, pero ya será como el que nos dejó José Vicente Abreu: “Se Llamaba SN”, escrito (1963) para que jamás olvidáramos lo que fue la anterior tiranía. Si hubiese oposición, y no colaboracionismo, el libro de Blasco tendría amplísima difusión para que millones de venezolanos se enterasen de que somos gobernados, desde hace quince años, por la delincuencia organizada. Para evitar la persecución vía judicial debería difundirse como literatura clandestina. Se comenzaría haciendo su lectura por capítulos, uno en cada reunión de partido y de la sociedad civil, como lo hacíamos en las células de la clandestinidad, para asimilarlo y analizarlo. Se le entregaría copia del capítulo leído a los asistentes para que a su vez lo lean en el hogar, a los compañeros de trabajo o a los amigos. Y para que lo reproduzcan distribuyéndolo en el vecindario. Así se le daría la mayor difusión para que todos conozcan la podredumbre de esta tiranía, sin parangón en la historia de Venezuela, y tomen conciencia sobre la realidad del país y la calaña de la gente que nos gobierna desde hace quince años. Desde luego para su mayor impacto en las masas habría que cambiarle el título en la copia, por ejemplo: “La Era del Narcogobierno de la Delincuencia Organizada”. Porque será con este nombre que se conocerá esta etapa de nuestra historia, en la cual hemos padecido, y aún padecemos, la peor tiranía jamás vista por ser la tiranía de los peores.
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