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La aventura imperialista de la finanza española y sus monopolios: esplendor y ocaso

La oligarquía misma encontró un nicho inédito de acumulación por medio de “democratizar” el préstamo y diversificar sus fórmulas


Tamer Sarkis Fernández (Barcelona, España)

1. La Segunda República Española, o la interrupta senda hacia la independencia nacional: las grandes potencias no transigieron

Iniciamos nuestro viaje anclando en la analogía histórica conformada por Chile y España. En ambos casos, la red de telefonía estuvo en manos de la IT&T estadounidense hasta que Salvador Allende, para el caso chileno, y Manuel Azaña, durante su etapa homónima de gobierno inaugurada en 1931, procedieron a nacionalizar. Azaña nacionalizaría también el gigante ferroviario, RENFE, propiedad jurídica de los jesuitas y de Capital mayoritario francés (PERRIER). Sabemos del asalto al Palacio de la Moneda en Santiago. No tantos saben que los militares golpistas españoles (filo-anglos por tradición) hablaron con Londres antes del Alzamiento; que Churchill lo financió a través de la banca británica; que la TEXACO fue la gran provisora de combustible a los “nacionales”, bajo emporio de los Rockefeller y las 7 Hermanas petroleras; que el Gobierno parisino de Léon Blum cerró la frontera pirenaica en previsión de flujo de brigadistas galos hacia España mientras, por vez primera en 1936, mandaba a los trabajadores franceses de vacaciones íntegramente pagadas.

El Generalísimo Francisco Franco devolvería la TELEFÓNICA al imperio, si bien maquillando la entrega con la preservación española de la propiedad jurídica sobre el monopolio. De facto, la red se hacía dependiente de las finanzas estadounidenses, de la venta imperial de tecnología y capitales físicos, de su manejo de instalaciones y tendidos, y de su destacamento de personal técnico. Ni que decir tiene que parte de las ganancias eran expatriadas hacia las matrices que habían ejercido ya dominio telefónico pre-republicano.

2. Franquismo: la oligarquía española se da de alta en el campo imperialista

Una vez puesto en marcha y rodado el primer Plan de Industrialización y Desarrollo, Franco pactó con los Estados Unidos la inclusión del Capital español en la 4ª fila del club imperialista, con su modesta parcelita bajo el sol del entonces “patio trasero” latinoamericano. Aunque Franco había sellado la ocupación de suelo español con bases militares en 1953 (“Ahora sí he ganado la guerra”, exclamó al firmar el arrendamiento de suelos a la US Army), la arribada oligárquica al imperialismo comportará más intensos compromisos en materia militar, así como aceptar la colosal maniobra Hegemonista en materia de financiación de empresas y proyectos. Las infraestructuras, equipamientos y políticas urbanísticas de despliegue necesario al desarrollo de polos productivos (Madrid, Cataluña, Vizcaya, Asturias, El Ferrol) serán también financiados por los Estados Unidos o directamente concedidos a sus filiales industriales pesadas.

España queda, paralelamente, abierta a las entradas mercantiles yankies, al tiempo que a sus exportaciones agroindustriales (por ejemplo, de grano), hecho que arruina a un sector primario desprotegido proletarizando por millones a las gentes del campo. En fin, el considerable déficit comercial y presupuestario heredado de su periodo autárquico por la España franquista, será convertido en empréstitos estatales y así en deuda pública comprada por la gran banca estadounidense y concentrada en sus manos. No obstante el desarrollo tardo-franquista de una burguesía media exportadora e inversora integrada en la nueva posición imperialista (por ejemplo: máquinas de cosido industrial, bombillas y focos, motocicletas, bebidas espiritosas, ropa y tejidos, sintéticos de limpieza doméstica, azulejo…), la oligarquía financiera no abandona su rol pasivo de ente comprador, acreedor, arrendador y rentista más que para hiper-concentrarse en un puñado de sectores monopolistas activos, cuya gerencia tiene, por lo demás, que compartir con la burguesía burocrática y su nueva vocación acumulativa en pro de apertura de grandes sectores vía tecnocracia a sueldo, fuese bajo una u otra cláusula de propiedad jurídica.

Tampoco hay que olvidar cómo la oligarquía misma encontró un nicho inédito de acumulación por medio de “democratizar” el préstamo y diversificar sus fórmulas, visto el boom de proliferación empresarial generado por los procesos mencionados además de en respuesta a los tramos empresariales periféricos demandados por las filiales, plantas y patentes norteamericanas en instalación. Dicho sea de paso, fue así como un clan de la banca media provincial llegó en décadas a superar a la gran banca para convertirse en el vértice de la pirámide oligárquica española: hablo de los Botín y su BANCO SANTANDER.

3. El PSOE y su “cambio”: diversificación multi-sectorial de la oligarquía

No será hasta el primer Gobierno de Felipe González (1982) que la oligarquía española dará un salto cualitativo en su posicionamiento al seno del campo imperialista, medido tanto en baremos de extensión de inversiones, como, sobre todo, de diversificación. Esta licencia de desarrollo se paga con un ahondamiento de vasallaje militar (OTAN, alineamiento belicista junto con todas y cada una de las agresiones hegemonistas alrededor del Globo, etc.), tanto como de vasallaje político y económico: CE, relaciones internacionales y diplomáticas, seguidismo estadounidense en el seno de los organismos “internacionales”, votaciones, acuerdos…, etc. A la oligarquía se le deja aumentar las aspas de su abanico y afilar su incisividad en Latinoamérica y otras regiones, consagrándose ésta en sectores como industria alimentaria, seguros, infraestructuras, obras y redes viarias, inmobiliaria, telecomunicaciones, energía, transportes, etc.

Atendido con mayor profundidad, lo que el Hegemonismo construye “para España” en esos años es un gran pulmón financiero e inversor bursátil para la vida monopólica y sus movimientos, coronado por el BBVA y, a fortiori, por el BANCO SANTANDER. Ni que decir tiene que el Hegemonismo, al hinchar un órgano oxigenador de Capital a la altura de los nuevos potenciales/necesidades monopolistas, está automáticamente estrechando la soga de dependencia oligárquica respecto de sí mismo y de sus subalternos regionales, los Estados-Finanzas noreuropeos (principalmente el galo y el germano).

En el caso, por ejemplo, de TELEFÓNICA, este proceso de empoderamiento oligárquico es presentado por sus entonces gestores socialdemócratas como un acontecimiento genuinamente “progresista” y “de interés público”. Como la “ofrenda” hegemonista del monopolio a sus vasallos “nacionales” exige una involucración del papel estatal concorde a los nuevos altos vuelos de expansión, el propio Estado absorbe funciones de desarrollo ingenieril, logístico, tecnológico y administrativo antes directamente gestionadas por las sucursales empresariales del Hegemonismo en el sector. Esta articulación estatal de la telefonía permite a la socialdemocracia presentar la TELEFÓNICA como un buque-insignia de su “talante” abstractamente “nacionalizador” y defensor de “lo público”, velando así la cuestión del carácter de clase del Estado en funciones.

Carácter de clase que los hechos, siempre tozudos, terminan por evidenciar cuando Aznar privatiza el consorcio. La concentración jurídica estatal de dicho Capital, dispuesta por el PSOE, se había correspondido con una primigenia fase de acondicionamiento y habilitación competitiva del coloso. Por su rentabilidad diferida, tal fase no presenta interés inmediato para la oligarquía en primera persona, quien, en lugar de invertir directamente en ella, delega las funciones de despegue en el erario “público”. Cuando el capital físico haya sido instalado, la base consolidada, y la empresa esté en marcha…, llega entonces el momento de la privatización, es decir, de brindar en bandeja de plata la criatura ya desarrolladita. La oligarquía reclama, impaciente, y la privatización llega de la mano del malo de la película, en nombre del “neoliberalismo”.

No se puede pasar por alto, por otra parte, el obsceno atlantismo de Aznar (aunque no fue, por hechos prácticos, más atlantista que González). Tal vez Aznar privatizó TELEFÓNICA a sabiendas de que con la privatización abría la veta para la recuperación hegemonista de la empresa si en el futuro se avecinaba “coyuntura de necesidad”. “Coyuntura” que resulta coincidir con la fase actual de un declive yankie contrapuesto al Mundo Emergente y a otros países y territorios que, sin ser emergentes, ponen su figura fuera de vieja onda satelital.

4. Crisis de autoridad mundial estadounidense y degradación del Capital español al seno de la cadena imperialista

Hoy, bajo el bullicio de disidencias internacionales procurando desligarse o al menos distanciarse del yugo estadounidense, el Capital de la Superpotencia concentra sus fuerzas en compensar su deceso penetrando con mayor ahínco las áreas geográficas cuya esfera política está todavía alineada tras el imperio. En relación a este proceso, resulta paradigmático el Estado español, ponedor de la alfombra roja a unas operaciones capitalistas de inversión/adquisición que son parte del cobro anticipado a flujos de deuda requeridos por unas clases dominantes “patrias” hiper-dependientes. Espoleado y apurado por su propia crisis de acumulación capitalista suficiente, el Hegemonismo yankie se lanza al asalto de monopolios imperialistas como los españoles; proceso de re-concentración de plusvalías que por supuesto depaupera las condiciones y salario de los operarios en los sectores re-ordenados (precarización, fragmentación contractual y subcontratación, deslocalización, alternancia estacional de empleo, etc.).

La Superpotencia fuerza, en consecuencia, el fenómeno de general re-composición estadounidense/anglosajona de los monopolios y otras empresas españolas. Se ha procedido a la fagocitación de IBERIA, de OHL… A la invasión del sector sanitario por CARPIO en Cataluña y demás fondos propietarios de QUIRON en el ámbito español. Al registro de patentes directamente ligadas a fondos de inversión neoyorkinos en lo que se refiere a las renovables, combinado con la permisividad gubernamental hacia el demencial fracking (extracción de hidrocarburos por shock y rompimiento de masa rocosa subterránea) y su manejo USA/canadiense, etc.

Paralelamente somos testigos de la defenestración del tejido empresarial medio español no monopolista, privado de unas inyecciones gubernamentales que en cambio sí han venido prodigándose para la oligarquía, y presionado una y otra vez, por el Gobierno de España, en la senda de acabar siendo pasto de los concursos de acreedores, para cuya convocatoria el presidente Mariano Rajoy no ha necesitado de plasmas ni demoras. Los Hedge Funds (o vulture, o buitres), ni que decir tiene, copaban las primeras filas de los auditorios de subasta, hecho que sabrán, o deberían saber, sin ir más lejos, los obreros de FONTANEDA, de PESCANOVA o de DAMM. O los de PANRICO (caso análogo al de las galletas), cuya reestructuración estaba ya sellada desde el momento en que OAK-TREE se hace con la propiedad real de la empresa y procede a descuartizar/especializar unas fuerzas productivas que ya no deberán competir con las principales firmas reposteras de su propiedad (industria alimentaria USA), sino pasar a ocupar nichos de mercado subalternos y, en todo caso, complementarios al nicho principal.

En el caso de la absorción yankie de grandes partidas accionariales de TELEFÓNICA, no sé si alguien podrá dejar de pensar en el “reajuste” empresarial como destacado dispositivo imperialista de eliminación competencial a través de amputar capitales, fuerza de trabajo, inversiones, partidas de innovación, presencia de mercado…, una vez las distintas “firmas” nominales han pasado a recaudo real de los mismos trusts. En tal sentido, los consorcios compradores que han irrumpido en TELEFÓNICA no son en absoluto ajenos a sus competidoras VODAFONE (estadounidense) y ORANGE (israelí). Es nutrido el rastro de etcéteras.