Hoy, Siria no se enfrenta ya a bandas armadas, sino a ejércitos artificiales, de modo que la dimensión militar se hace prioritaria
Tamer Sarkis Fernández (Barcelona, España)
Con independencia a posicionamientos político-económicos y a sus caracteres de clase respectivos, nos hallamos ante un hombre del Pueblo y un héroe nacional, quien rechazó asirse a todas las manos envenenadas que le ofrecían “una salida honrosa” de suntuosidades en el exilio si traicionaba Siria. Él les respondió que no estaba en su potestad hacer o deshacer con el futuro de su persona; sólo a su pueblo le correspondía refrendarle o bien echarle. Agregó que, vista la Voluntad popular en las calles, en el frente y en las urnas, él no podía ser más que el último trabajador de Siria, obrando por su sociedad, y el último soldado cavando zanjas defensivas en la lejanía; junto a su patria y en su patria hasta el final. Hoy los frutos de esa firmeza empiezan a desgranarse, sucediéndose las victorias en toda latitud y dándose al fin el gran salto adelante en las perspectivas de victoria total. Al tiempo, caen las mentiras de cierto discurso fundamentado en contraponer a Bashar con el pueblo sirio: “La ofensiva del imperialismo es contra el pueblo; no contra Assad”, se usaba declarar. La realidad demuestra, en cambio, que si Bashar no fuera Bashar, es probable que el imperialismo no habría atacado, pero, dialécticamente, sin Bashar no se habría alcanzado la movilización social y militar habida, siendo, la cuneta, el destino del gobernante y de todo el pueblo. Aquí no funciona, pues, esa categoría fundada en el antagonismo -tan del gusto “occidental”- entre, de un lado, “el Gobierno” o hasta “la política” en abstracto y, del otro lado, la vida social, con sus necesidades e ideales.
La función sinérgica del Presidente, inspiradora de auto-conciencia colectiva y nacional a contracorriente, es conocida a la perfección por cierta oposición armada a recaudo extranjero. Ésta se empeña, por tanto, en establecer la salida de Bashar como condición para alcanzar una solución política. Dicho tipo de opositores saben que la descomposición bien podría ser la “solución” servida tras un abandono presidencial. Por ese motivo intentan forzar una renuncia que se tradujera en crisis política sucesoria, erupción de disenso intestino y ganancia de pescadores a río revuelto. La continuidad presidencial es, así mismo, la coartada de esa oposición en lo que se refiere a proseguir con su torpedeo intensivo: “Sigue Assad, ergo nosotros…”. Puede que por eso insistan, a sabiendas de la imposibilidad del requisito, allí donde cumplir el mandato popular es un deber y dar la espalda sería traición social.
Sólo desde la unidad, vencer el terror
También desde esta óptica, se revela irrisoria la crítica que atribuye al Gobierno sirio un déficit de voluntad para alcanzar consensos con la oposición patriótica. La voluntad de consenso no es, en las circunstancias atravesadas, una cuestión ética, sino que se vuelve la única alternativa lógica de supervivencia, porque sin consensos no hay avance en la unidad operativa, y sin ella se impone el Terror, que en Siria se ejerce, en primer lugar, contra la vida cotidiana para así desarticular el desarrollo social. ¿Por qué?: pues por la sencilla razón de que si el “ideal” colectivamente compartido en la vida diaria queda atrapado en el bajo horizonte de la seguridad frente al Terror, el Estado se pliega con toda lógica a esta triste pero realista prioridad social, retrayéndose inversiones en materias terceras también fundamentales aunque no tan fundamentales como la defensa social. Así –del modo descrito- opera el Terror contra Siria: distorsiona las políticas de Estado y concentra los esfuerzos en la esfera supervivencial, generando así condiciones de carencia en cuyo descontento correlativo poder apoyar a posteriori su propaganda de “alternativa”. El plan de destrucción significa, por lo mismo, pasos atrás de muchas décadas; tal vez de centenios.
El problema máximo se nos presenta aquí como nudo gordiano, donde la derrota definitiva del Terror requiere por base la articulación de consensos entre las fuerzas nacionales gubernamentales y no gubernamentales, pero donde, simétricamente, es virtualmente inasequible una implementación concreta de los consensos, si no se derrota antes a las fuerzas destructoras. La entidad no especulativa de mi razonamiento queda demostrada a tenor de la propia historia siria reciente, donde precisamente fue la invasión lo que interrumpió un curso ya arrancado de reformas políticas e institucionales, a las que sin embargo no ha renunciado el Gobierno de la RAS. Ya les fue abierto camino: estímulo a la constitución de partidos para las pasadas elecciones al Parlamento, tanto como estímulo a la constitución de candidaturas para las pasadas elecciones presidenciales; renovación de cuadros administrativos en un prisma de anticorrupción; marcha atrás en el anterior paquete político “liberalizador”; etc. Como las reformas no pueden ser completadas bajo el actual marco de violencia, los reaccionarios hallan su mejor coartada impidiendo la normalización y los cambios a fin de “auto-justificarse”.
La destrucción sistemática de fuerzas productivas y de condiciones materiales de existencia ha perseguido fundar un proceso en boga: la migración masiva no exactamente por “hambre”, por sed provocada (aunque también, por ejemplo en Alepo) o por riesgo inmediato de muerte, sino por simple inhabitabilidad y carestía debido a la inseguridad de transporte y consecuentes costes, escasez energética, emergencia de gansterismo local, etc. “Occidente” sigue, tal como Bashar dice literalmente, “con una mano llorando y con la otra apuntando la pistola contra Siria” (y disparándola). En efecto, “occidente”, más que apoyar, sustenta la guerra unilateral contra Siria, mientras miente aseverando que “no han sido ellos”, sino respuesta social popular siria contra un Gobierno culpable y desencadenante. Con tal cabezonería, ¿cómo no van a aumentar día a día los refugiados si los productores de refugiados se auto-afirman en esa condición suya mientras se lavan las manos como Pilatos?.
Cuando el espíritu nacional deviene necesidad colectiva práctica
Al otro lado de la trinchera, continúan las maniobras para el renacimiento panarabista, si no por perspectiva histórica e ideal, sí al menos por acucie. Por ejemplo, se estrecha la cooperación estratégica de Inteligencia con Egipto, para quien una resolución del escenario sirio es mucho más que un asunto de Estado. Es materia de alerta máxima para el pueblo egipcio, quien, de imponerse los reaccionarios, vería acelerarse la campaña armada en suelo propio por modificar por la fuerza su estructura social y de relaciones morales. Es el pueblo egipcio quien no quiere posiciones de medias tintas o de tibieza, que, a base de inacción contra las fuerzas antiárabes, pudieran resultar en suicidar la supervivencia social en el país del Nilo. Así pues, la sociedad egipcia marca la Agenda de al Sisi.
Mientras tanto, la coalición internacional de castigo al Terror habla de incrementar las operaciones selectivas manifiestas (de las operaciones latentes contra infraestructura siria y contra el EAS sólo hablan entre bastidores). Pero los directivos de la Coalición no obran por Siria, sino por ellos mismos y por su proyecto: castigar al ISIS es dialécticamente reforzar grupos terceros, existentes bajo su completo control, a quienes complementar con la (re)creación de un Ejército Libre de Siria (proyecto Hollande) o de un Ejército del Islam (proyecto saudí) de segunda versión. Naturalmente estos cínicos no hablan de empezar a operar sobre suelo turco para extirpar el problema desde la latitud-raíz. “Occidente” sigue produciendo refugiados deliberadamente a la vez que se ocupa en producir a los “rebeldes” productores violentos del fenómeno de los refugiados.
Ya hemos dicho que, sobre todo en lo que se refiere al aspecto material, el asedio exterior contra la RAS debilita extraordinariamente la sociedad al incapacitarla de vida social bajo baremos básicos de serenidad, y a este dato obviamente no es impermeable la dimensión emocional, moral, vital, etc. Sin embargo, en este segundo sentido los efectos son más ambivalentes. ¿Por qué?: pues porque sacar fuerzas de flaqueza comunitarias se vuelve un poco lo que nos dice Sun Tzu en El arte de la guerra: más que una virtud, una necesidad funcional, en base a la que solamente sacar lo mejor de cada uno garantiza la supervivencia de todos. Las recetas individuales, familiares, parentivas o localistas no funcionan, en lo que se refiere a la búsqueda de seguridad, más que a corto plazo, así que una especie de “efervescencia social” completa su ocupación de los espacios relacionales antes más bien reservados al mero Contrato Social utilitario y al correspondiente sueldo. Un aspecto demostrativo de esta dinámica es el aspecto militar: al fin la patria se le revela totalmente al pueblo en su dimensión más concreta (la patria es uno mismo; no hay distinción entre tomar el fusil por la patria y por tu gente, por los tuyos amenazados de cerco por los ejércitos mercenarios).
Este razonamiento impuesto por las circunstancias concretas se hace fuente natural de voluntariado masivo, allí donde el instinto de supervivencia y de amor en la defensa de los seres queridos, se impone al miedo al frente. Por eso Siria vencerá: debido a la verdad social concreta de vínculos naturales y comunitarios autóctonos, frente al desarraigo de los mercenarios, reducidos a puro utilitarismo o, en el otro extremo, a puro fanatismo abstracto insusceptible de comulgar con la realidad social siria ni con su idiosincrasia y carácter. No pocos venidos a Siria se auto-descubren engañados y abandonan e incluso se pasan a cooperar con el EAS.
La tercera ola contra el mundo árabe y el divisionismo de la “multi-etnicidad”
El Presidente de la República Árabe Siria habla en su entrevista de una 3ª ola de “islamismo” manufacturado contra el desarrollo árabe. La primera ola corresponde a la Hermandad Musulmana en su creación británica contra la bolchevización de las colonias en los años 20. La segunda ola, a la organización al Qaeda en la práctica contra la Unión Soviética. Esta tercera, a las brigadas de al Nusra y al sedicente Estado Islámico. No olvidar la fracción alternativa del Hegemonismo estadounidense, cuyo plan no estribó en el ISIS, sino en establecer, a través de las Primaveras Árabes, una cadena de países árabes gobernados por la Hermandad Musulmana y bajo caudillaje fáctico de Erdogan (el metafórico “sultanato”). Pero Erdogan quiso dirigir de verdad él. Y sus Amos no se lo permitieron, procediendo a su defenestración política, contra cuyas ínfulas al turco le resta aún cierta cuerda.
No por ingenuidad sino para visibilizar quién es quién, Siria lleva 30 años proponiendo a “la comunidad internacional” una coalición que batalle contra el terrorismo “integrista”. Contra la 3ª ola y adláteres “liberalizadores” del trasvase de riquezas patrias, la clave es el trazo de políticas sociales desde el principio de igualdad de trato a todos y cada uno de los ciudadanos sirios, sin recurso a hipótesis políticas “multi-comunitarias” que a medio y largo plazo no establecen más que recelos, confrontación, competitividades y en fin disgregación de la identidad común más allá de las evidentes particularidades.
En un ejemplo concreto, contamos por un lado con una realidad identitaria virtual, edificada interesadamente por un “occidente” que gusta hablar de los kurdos en calidad de “ente aparte” del curso común nacional, es decir, como si el pueblo kurdo sirio fuera una suerte de alienígena enquistado aleatoriamente sobre el suelo y guiado por afanes corporativos. Pero la realidad es que la mayoría de kurdos sirios viven a lo largo y ancho de Siria e, integrados en las relaciones sociales del común, se han volcado a defender su patria siria desde las filas del EAS. Al fin y al cabo, Siria es un país de sirios y así se vive en el plano de la identidad nacional y de la ciudadanía jurídico-civil, así como en la concurrencia a mecanismos de participación y representación política, donde valen las perspectivas y posicionamientos para beneficio del total, y no de una parte identitaria a costa de las demás. Ello por contraste a los países sectarios limítrofes, tanto Líbano como el actual Iraq, siendo el primero una creación “occidental” colonial y, la actualidad del segundo, una creación militar hegemonista.
De hecho, y para hacernos una idea del alcance disolutivo del idealizado “multiculturalismo” o “multi-etnicismo estatal”, pensemos nada más que en el Iraq de Bush y en sus consecuencias directas sobre Siria. Con mala saña, el plan de los presbiterianos puso la primera piedra avant la lettre para la subsunción sectaria de distintas áreas sirias. No en vano, ellos sabían que el sectarismo inoculado en el país vecino a través de la preparación de atentados, reformas institucionales, introducción de cuotas de representación, apoyo velado a al Qaeda, etc., iba a acabar moviéndose hacia Siria. Y no sólo ni fundamentalmente en concepto de componente humano (Estado Islámico e Iraq como su fábrica primordial), sino en concepto ideológico de “solidaridad” corporativa sunní con los sunníes iraquíes allí donde constituyen “minoría” (como se etiqueta justamente en el tendencioso lenguaje de la ingeniería social diseñadora y productora de la separación). Fue la confección de una confrontación social real iraquí aquello que fue larvando filias sectarias en Siria varios años antes del 2011.
El vacío ideológico en sectores del pueblo es irremediablemente ocupado por ideologías reaccionarias
Hoy, Siria no se enfrenta ya a bandas armadas, sino a ejércitos artificiales, de modo que la dimensión militar se hace prioritaria; siempre hay lumpen-clases prestas a servir al mejor postor (invariablemente en $). Pero la actual primacía del aspecto militar en el combate de liberación nacional contra el imperialismo y sus mercenarios, no debe hacernos perder de vista el carácter principalmente cultural, ideológico, económico y político de esta lucha. Al fin y al cabo, por mayor eficiencia militar que hubiera, es un hecho que los reclutadores pueden seguir sobornando a gente para enrolarla en su Proyecto (aspecto económico) o bien seguir persuadiéndola de “islamizar” Siria (aspecto cultural) o de convertir el país en una “tierra de libertad” para el “innovado” individuo-empresa-bazar (aspecto ideológico). La disposición trans-geográfica a ser reclutado es innegable, como también lo es la credulidad de una minoría social siria a quien llegaron los beneficios de las estructuras sociales, pero en quien jamás caló una ideología meta-tribal y meta-confesional cuya formulación desde el Estado ha venido siendo penosamente laxa, y mucho más durante el primer periodo tras la muerte del Presidente Hafez al Assad.
El autor es vicedirector de “Diario Unidad”