Recurrir a las recetas del jefe de la propaganda nazi, Joseph Goebbels, para controlar el poder es una necesidad cada vez que las tiranías hacen acto de presencia
Rubén Osorio Canales
¿Qué hace el régimen, si no gobierna? La respuesta es sencilla, nada distinto a lo que hace todo régimen dictatorial cuando la realidad lo deja desnudo y lo señala como único responsable del desastre: Mentir, mentir, mentir hasta que la mentira se convierta en verdad. Negar, negar, negar toda culpa hasta que la gente olvide de qué se trata. Agredir, agredir, agredir a todo aquel que ose develar la verdad.
Nunca reconocer errores y encontrar siempre la fórmula, sin importar el método, para endilgarle esa culpa al enemigo, sin dejarle espacio para que su mensaje llegue al pueblo. Tomarlo todo, prensa, radio, cine, televisión, salas de teatro para que solo se escuche una voz. Que al león que anda suelto le corten las cuerdas vocales y lo encierren en una jaula y mientras más candados le pongan, mejor.
Ese es el credo que en estos momentos reza el régimen del no hay, de las colas, de la moneda sin valor, de la soberanía hipotecada y de la impunidad. Vivir de excusas y con un dedo acusador siempre dirigido al rostro del enemigo y una voz desafinada y perversa sembrando odio y escarbando en las tripas hediondas del resentimiento social con esa carga inocultable de cochina envidia que anidan todos sus mensajes.
«tratan de sacudirse delitos de todo tipo, incluido el narcotráfico y el lavado de dinero que los denigran»
Recurrir a las recetas de Goebbels para controlar el poder, es una necesidad cada vez que autocracias, dictaduras y tiranías hacen acto de presencia en el tejido social de una nación teniendo siempre presente que más despótico, autocrático, arbitrario y militarista es un régimen, más cuerpo y presencia tienen los exabruptos goebelianos que, en definitiva, forman una suerte de pichaque de la ignominia que lo contamina todo.
Goebbels decía: “Miente, miente, miente que algo quedará y recuerda que mientras más grande sea una mentira, más gente la creerá”. Esta máxima está presente en la agenda diaria de toda autocracia.
Solo para referirnos al ámbito latinoamericano, fue la guía de Pinochet, del generalato argentino, de las dictaduras peruanas, ecuatorianas, bolivianas, colombianas, brasileñas y, por supuesto, cubanas y venezolanas. Pero todos esos regímenes fueron mucho más allá acuñando aquella otra frase célebre del propagandista nazi: “Una mentira repetida adecuadamente mil veces, se convierte en una verdad”.
Hecho que, en nuestro caso, se demuestra en lo repetitivo de las mentiras oficiales desde el por ahora, hasta los días en que pasaron a ser el sostén principal de la represión puesta en marcha con una violencia inusitada y en estos momentos en que tratan de sacudirse delitos de todo tipo incluido el narcotráfico y el lavado de dinero que los denigran, arbitrariedades y errores que los han llevado al hueco negro del descontento popular y los pone al borde de una derrota anunciada en las parlamentarias, por demás merecida.
Por eso la campaña desmedidamente sucia que el régimen ejecuta sin pudor en esta recta final para las elecciones del 6D, por eso el uso desmedido de los recursos del Estado, el arsenal de calumnias empleado en todos los medios y en las redes sociales, la impunidad con la que violan las reglas del juego ante la mirada cómplice de un organismo rector tal y como quedó demostrado por Almagro en su carta a Tibisay que a estas horas debería ser materia de reflexión de todos los políticos y gobiernos del continente.
Goebbels decía: “Miente, miente, miente que algo quedará y recuerda que mientras más grande sea una mentira, más gente la creerá”
Pero las recetas de Goebbels que este régimen fascista aplica sin medida, no se detienen en el hecho urticante de prender el ventilador del insulto, ni en multiplicar las amenazas, ni en inventar proclamas para no reconocer ningún resultado adverso, ni en aplicar in extremis la estrategia del caos y del miedo, también sirve para esconder información, negarse a cualquier investigación que pueda revelarnos los delitos cometidos contra la cosa pública y los derechos humanos, o para silenciar y denunciar como acosos del imperio o declarar como olla bien montada, hechos públicos y notorios como la noticia universalmente difundida que da cuenta de dos miembros de la familia presidencial presos y sometidos a juicio en NY, por haber sido sorprendidos en una operación encubierta de la DEA en Haití, que pretendieron burlar a las autoridades exhibiendo pasaportes diplomáticos sin ser funcionarios de la Cancillería.
Recetas todas que forman parte de una verdadera constelación de conspiraciones macabras permanentes que forman parte de eso que algunos llaman terrorismo de Estado.