El vil y cobarde asesinato Luis M. Díaz, al igual que los ataques vandálicos en escasos 12 días de campaña, no pueden considerarse como hechos aislados
José Rafael López Padrino
El pasado el 25 de noviembre las jaurías del socialfascismo asesinaron al dirigente político de la oposición Luis Manuel Díaz durante un mitin electoral en la ciudad de Altagracia de Orituco.
Las hordas armadas del Psuv volvieron a poner en práctica sus viejas tácticas nazi-fascistas al arremeter con armas de fuego contra todo aquel que no comparte su visión totalitaria.
La muerte de este venezolano ocurre después de que varios eventos organizados por la oposición han sido dispersados a “punta de plomo” por malandros asesinos al servicio del régimen.
El vil y cobarde asesinato Luis M. Díaz, al igual que los ocho ataques vandálicos de los bolilumpen al servicio de la secta cívicomilitar bolivariana, en escasos 12 días de campaña, no pueden considerarse como hechos aislados realizados por grupos anarquizados del PSUV, y muchos menos calificados de “montajes de la derecha” como lo ha afirmado el nauseabundo McCarthy del Furrial Cabello.
Todos ellos, sin excepción, son el producto de un discurso oficial que incita al odio y a la violencia basado en una lógica binaria (buenos-malos, patriotas-antipatriotas), perversidades muy propias del nazi-fascismo del siglo pasado.
El abominable asesinato de Luis Manuel Díaz es el resultado del discurso troglodita que emana de la repugnante y fétida nomenclatura bolivariana.
Recordemos que días atrás el iletrado enciclopédico de Maduro amenazó en cadena nacional “que si la revolución pierde, nos vamos para la calle, y en la calle nosotros somos candela con burundanga”.
Discurso pestilente que lamentablemente ha llegado a penetrar con la suficiente profundidad en el seno de amplios sectores sociales y que pretende crear a través de las palabras y hechos -como los vividos recientemente- una situación de guerra civil.
Esta retórica preñada de odio y rencor, así como el accionar impune de los criminales con camisas rojas -quienes son justificados impúdicamente- nos retrotrae a las dolorosas experiencias de la Italia de Mussolini, o la Alemania de Hitler.
La aborrecible violencia política que hoy vemos en la Venezuela bolivariana solo es propia de un desvergonzado Estado neofascista, que asesina, reprime y atropella en nombre de un desconocido y bastardo socialismo.
Busca reagrupar a sus desmoralizados partidarios, quienes sufren al igual que el resto de los venezolanos las penurias del desabastecimiento alimentario y de medicinas, del desempleo, de la inseguridad, de la crisis medico-asistencial, y están cansados de tanta mentira y manipulación.
Para la barbarie milico-bolivariana no existe el debate razonado y democrático de ideas, sino la violencia irracional como instrumento para resolver los conflictos. La escasez intelectual, y la elementalidad ideológica hacen que la violencia, la cultura del odio, y la eliminación del oponente ideológico constituyan sus referencias paradigmáticas.
El clima de violencia provocado por la barbarie milico-bolivariana no logrará detener el deseo de cambio que priva en amplios sectores (hoy mayoritarios) de la sociedad venezolana. La palabra y el libre pensamiento terminarán derrotando a la irracionalidad bolivariana y su balas.