La condición subalterna del Tribunal Supremo resalta al ser valorado públicamente por el Jefe del Estado
Gustavo Luis Carrera
A partir de las teorías políticas de Platón y de Aristóteles, con el añadido de postulados de la República romana y, sobre todo, con los de la llamada Revolución inglesa del siglo XVII, el barón de Montesquieu publica “El Espíritu de las Leyes”, en 1784; dando inicio a la concepción moderna de la estructura de gobierno de los Tres Poderes. A partir de entonces, toda sociedad republicana, democrática, o que aparente serlo, acepta y establece el soporte político de estos tres pilares administrativos, políticos y económicos: el Poder Legislativo, que genera las leyes, el Poder Ejecutivo, que las ejecuta, y el Poder Judicial, que supervisa su legítimo cumplimiento. El Estado de Derecho se basa en la separación y la autonomía de estos Poderes Públicos. Por ello, en la áspera práctica cotidiana cabe preguntarse: ¿existe en Venezuela el Estado de Derecho?
LOS PODERES ORIGINARIOS ELEGIDOS. De los tres Poderes Públicos originarios, según la trascendente formulación de Montesquieu, dos resultan de una elección, es decir de la voluntad mayoritaria de una población: el Poder Legislativo y el Poder Ejecutivo. Claro, ello es así en una democracia; porque en una autocracia o en una dictadura —abierta o disfrazada— ni siquiera existen remedos de poderes públicos: todo se somete a la decisión unipersonal del déspota.
EL PODER DERIVADO O SUBALTERNO. Al contrario de lo que pueda pensarse, por el alto grado de decisión concedido al Tribunal Supremo de Justicia —que es la cabeza del Poder Judicial—, ésta es una institución subalterna del cuerpo que la designa, el Poder Legislativo, y del aparato que la estimula y la manipula, el Poder Ejecutivo. En efecto, el Poder Judicial es el único de los tres Poderes Públicos esenciales que no es elegido; y sin embargo se erige, en complicidad con el Ejecutivo, en suprapoder, dominante y decisorio sobre los demás. Inclusive, fuera de todo control frente a la voluntad popular, por encima de toda la sociedad. Pero, la condición subalterna del Tribunal Supremo resalta al ser valorado públicamente por el Jefe del Estado. No puede olvidarse que el presidente Chávez dijo que era un tribunal de mierda, cuando éste dictaminó que su gobierno no había sido objeto de un golpe de estado, sino que se había producido un vacío de poder. En cambio, cómo se deshacía en elogios, igual que hace el régimen derivado actual, cuando el obsecuente tribunal falla, entusiasta y expedito, en su favor.
UN TRIBUNAL SUPREMO REALMENTE AUTÓNOMO. Sólo existirá cuando sea elegido. Mientras este ostentoso —aparatoso— tribunal de máxima jerarquía siga siendo nombrado por el Congreso o Asamblea Nacional y alimentado por el Presidente o Poder Ejecutivo, seguirá siendo lo que es: un institución más nominal que real, ya que no es ni supremo ni máximo, sino que se somete y se minimiza ante las órdenes del Presidente y los intereses del partido político al mando del gobierno. Siendo elegido, el Tribunal Supremo de Justicia nacerá autónomo y dueño de su legitimidad.
VÁLVULA: “O se elige el Tribunal Supremo de Justicia por votación universal, o nunca dejará de ser un cuerpo subalterno y obsecuente, sometido a intereses ajenos a su propia esencia. Era el gran temor de Montesquieu: “si el poder judicial depende del ejecutivo, todo se perderá».