La inmensa riqueza petrolera de los últimos tiempos sólo ha servido para alimentar un empleo público exagerado, innecesario y precario
Absalón Méndez Cegarra
Venezuela es un caso curioso en la historia de la humanidad. En el pasado, la humanidad vio surgir grandes imperios, construidos, mediante guerras expansionistas y exacciones tributarias a la población, que reinaron por siglos; pero, la corrupción, en todos los sentidos, terminó destruyéndolos. En el presente, vemos, también, como grandes potencias que se repartieron el mundo después de la Primera y Segunda Guerra Mundial, se debilitan considerablemente. Venezuela, no es ninguna potencia, tampoco, amenaza para nadie. Venezuela, desde la época del poblamiento indígena, pasando por el largo coloniaje español, hasta las primeras décadas del siglo XX, carecía de importancia económica, política y social, inclusive, hechos históricos de significación como la guerra de independencia, fueron desmeritados en el viejo continente por autores como Carlos Marx, en su referencia al Libertador Simón Bolívar. Venezuela, era, un punto más en el planeta tierra. Comienza a tener cierto relieve internacional cuando del subsuelo territorial emana petróleo, justamente, el combustible que necesitaban los países que habían emprendido el camino hacia el progreso económico y el desarrollo social, mediante la creación y puesta en marcha de la industria manufacturera.
El petróleo, “excremento del diablo”, para utilizar la calificación hecha por ese gran venezolano, de grata recordación, que fue el doctor Juan Pablo Pérez Alfonso, nos colocó en la mira de varios países, principalmente de los Estados Unidos de Norteamérica. La explotación petrolera, desde un comienzo, y, aun con las limitaciones en términos de beneficio, dotó al país de un caudal de recursos, que, mal o bien administrados, fue permitiendo un proceso de modernización y mejoramiento de la calidad de vida de la población, que, sin llegar a la cumbre, algunos indicadores nos colocaron a la par de muchas naciones con mayor grado de desarrollo, hecho que la ceguera gubernamental de los últimos 17 años, no le ha permitido ver, por el contrario, ha sido utilizado como argumento para condenar y rechazar 40 años de democracia representativa.
El petróleo, y, ese es el sentido que damos a las palabras sabias de Pérez Alfonso, ha sido para Venezuela, una bendición y una maldición al mismo tiempo. Una bendición, porque nos permitió salir de la barbarie. Y, una maldición, porque dio lugar a la creación de una sociedad parasitaria, rentista, dispendiosa, corrupta, contraria al trabajo creador y a la importancia del esfuerzo individual y colectivo para mejorar, superar etapas de privación y progresar, todo ello potenciado al máximo en la actualidad. Venezuela, por arte de magia de un gobierno corrupto, pasó, cual deseo pedido a la lámpara de Aladino, de una situación de riqueza, al menos aparente, a una situación de pobreza evidente. El venezolano común y corriente, entiéndase por tal, los sectores campesinos, obreros del campo y la ciudad, pescadores, profesionales, maestros, profesores, militares no enchufados, técnicos, funcionarios públicos, gerentes medios, amas de casa y trabajadores en general, ha pasado, de la noche a la mañana, de un cierto mejoramiento de su calidad de vida a un estadio de pobreza extrema.
El gobierno nacional, sin una gota de pudor, desvergonzado, sin una mínima dosis de autocrítica, bajo la falsa creencia que lo está haciendo bien, acaba de iniciar una campaña publicitaria que tortura e impacienta, por lo torpe y absurda. Nos referimos a las cuñas publicitarias de prensa, radio y televisión mediante las cuales el gobierno pide piedad, clemencia y conmiseración al pueblo venezolano, porque, ayer, éramos ricos, gozábamos de un ingreso por barril de petróleo vendido de 125$ y, hoy, por culpa de los Estados Unidos, principal comprador de petróleo, país que ha decidido producir petróleo de manera anti ecológica, recibimos por cada barril de petróleo vendido, sólo 25$. Es decir, hemos dado un salto cuali-cuantitativo, de la riqueza a la pobreza.
La torpeza del publicista gubernamental es extrema, pues, el resultado de la campaña, es totalmente contrario al objetivo pensado. Sí, con dicha campaña, se busca, además de generar lástima, evadir responsabilidades y atribuírselas, como siempre al país del Norte, lo logrado por el gobierno es la irritación de la población, su malestar y rechazo, pues, con natural lógica, el pueblo se pregunta por el destino dado a las ingentes sumas de dinero que ingresaron a Venezuela cuando el petróleo alcanzó la cifra de 125 $ por barril.
La inmensa riqueza petrolera de los últimos tiempos sólo ha servido para alimentar un empleo público exagerado, innecesario y precario, clientelar, catapultar la corrupción y la tendencia de algunos sectores al enriquecimiento fácil, sin importa cómo, dónde y cuándo. El robo de los dineros públicos, el gasto público inútil, la creación de una “nomenclatura” que se ha enriquecido en el ejercicio del poder, la mediocridad e incapacidad gubernamental, la ausencia de proyecto de país, la subordinación a los imperativos del gobierno cubano, es lo que nos ha llevado al estadio de pobreza extrema en el que nos encontramos los venezolanos. Para nada ha influido el precio del barril de petróleo.
Venezuela es un país pequeño, con poca población, con un territorio casi despoblado, con grandes oportunidades y riquezas naturales. Venezuela tiene y ha tenido todo para ser un país de vanguardia en muchos campos; pero, como suele suceder, en su dirección y conducción hemos tenido y tenemos los más grandes pillos del mundo que la han destruido totalmente.
El nuevo líder y vocero del PSUV, el jefe de la bancada parlamentaria oficialista, en nota publicada por el diario El Universal (28-02-2016), señaló, que, Venezuela, en enero de 2014, recibió ingresos por el orden de 3 mil quinientos millones de dólares y, en enero de 2016, sólo ingresaron 77 millones de dólares. Cualquier país del mundo se sentiría feliz con un ingreso mensual como el citado. Venezuela, no, es infeliz, está pobre, ahora, no puede comprar los bienes y servicios que el pueblo necesita, la expresión pueblo, aquí, en boca del parlamentario, refiere a su grupo en el poder, por cuanto la otra noción de pueblo, la del nuevo Vice-Presidente de Producción, vanagloriado por Fedecamaras, es la de la población que sufre, a la que se le ha impuesto, sin anestesia, un paquetazo neoliberal, con el cual se ha dictado una prohibición de salida del país al 95% de la población nacional, es decir, quedamos, además de pobres, presos en nuestro propio país.