Clintonvizquel, menorcito de la familia vago, guisador, epítome del Hombre Nuevo
O.E
1:20 am. El conticinio del Pen ¡jau! de los bolivarianos Freddigüilliams II y Yakelingertrudis, situado la Lagunistass Countrisss Clusesss, es rasgado por un sonido estremecedor:
— ¡Rikirruquiii! ¡rikirruquiii!…
— ¡Despiértate, Freddigüilliams –jamaqueó la bolivariana Yakelingertudis a su consorte- levántate de tus aposentosss, porque los decibelesss que se escuchan en nuestro pen ¡jau!, indican que nuestra bóveda de modestosss caudalesss está siendo atacada por gruposss paramilitaresss del uribismo-obamismo!
El emplazamiento, cayó en el pozo hondo, del ratón del boliviano Freddigüilliams II, quien la cena anterior se había metido una megakurda de Etiqueta Azul, mezclado con Petrós, cosecha de 1994.
— ¿Quién, más turba, mi merecido descanso del guerrero? –fue su única reacción llamado a salvar el legado de la Robolución.
— ¡Más turba, nada so pendejo! –le responde la doñita- ¡Qué alguien está serruchándonos la megabóveda donde tenemos encaletada la comisión humanitaria que nos zampamos con el generalote Osorio (a) El Innombrable!
El bolivariano Freddigüillliams II, de solo oír la palabra “billuyos” se espabila:
— ¡Caramba! ¡Segunda intentona en lo que va de semana! ¡Ya no lo dejan a uno guisar decentemente!
— Rikirruqui, rikirruquiiii… -el chirrido se escucha de nuevo.
— Si el de la semana pasada tenía un sonido similar al esmeril del camarado Diosdado –reflexiona más turbado, todavía Freddigüilliam II- éste parece tener caballaje del esmeril del camarado “Audi-La Corniche-Alta Florida” Rodríguez. ¡Palabras mayores!
Falsa alarma, lamentablemente. Los intrusos hubiesen tenido 1000 años de perdón. Era, otra vez, Clintonvizquel, el menorcito de la familia. Un vago guisador, 5º grado de educación primaria, epítome del “Hombre Nuevo” del socialismo del Siglo XXI, que sierra eléctrica en mano, trataba de vulnerar el candado blindado que la modesta mucama de la familia había colocado en la puerta de su dormitorio para no ser víctima de los acosos sexuales del “muchachito”.
Y colorín, colorao. Sus orgullosos progenitores, pudieron irse a dormir en paz.