La poesía es comunicación metafórica y cifrada, pero comunicación, al fin
Gustavo Luis Carrera
La poesía es, por antonomasia, el reino de la metáfora. Y necesita de un lector cómplice. Pero, cuando la metáfora deviene en total hermetismo, el lenguaje se hace esotérico, incapaz de establecer la necesaria comunicación con el receptor.
EL INDISPENSABLE DIÁLOGO CON EL LECTOR. El lector de poesía, como todo lector de literatura, está condicionado anímicamente para establecer una relación dialógica con el texto escogido. Es el proceso natural comunicativo, que en este caso se sustenta a partir del hecho cierto e incontrovertible de que la poesía es un lenguaje; es una forma específica de la semiología, que agrupa los modos directos e indirectos de lenguaje y de todos los sistemas de comunicación. Y es evidente que esta correspondencia interactiva entre el poeta y su lector, se ha roto, o al menos se ha deteriorado considerablemente. De allí, el hecho incierto de una incomunicación; así como el fenómeno lamentable del número cada vez menor de lectores asiduos de poesía. ¿Cómo entender esta disociación comunicativa?
¿UNA NUEVA ESTÉTICA O UN ESPEJISMO SUBJETIVO? A fines del siglo XIX, dentro de la nueva sensibilidad simbolista francesa, surge un poeta como Arthur Rimbaud, que consideramos uno de los puntos significativos de partida de una novedosa propuesta poética, justamente basada en la ruptura de la lógica y en la irreverente libertad de trasgresiones temáticas y de metáforas alucinantes. No puede omitirse esta señal revolucionadora de la nueva poesía. Una expresión más cercana a nosotros la encontramos, ya bien entrado el siglo XX, en el crisol metafórico de Andrés Eloy Blanco, más allá del simbolismo y del vanguardismo. Solamente que Andrés Eloy Blanco, si bien hace de la libertad metafórica su estandarte creativo, no desdeña el propósito comunicativo: no olvida que poesía es lenguaje, y que lenguaje quiere decir sistema sígnico de comunicación, Porque sin el avenimiento dialógico entre el emisor y el receptor, sólo ocurre el aislamiento de un espejismo subjetivo: «escribo poesía para no ser leída», y «no leo porque ya no sé qué es poesía».
LA COMPRENSIÓN ES LA VÍA DE ACCESO. Claro, la comprensión mutua. O sea, el sinceramiento estético del poeta, en la aceptación de que el poeta tiene una función social, y que dicha función pasa por la intermediación de un proceso comunicativo. La poesía es comunicación metafórica y cifrada, pero comunicación, al fin. Y la lectura de poesía es acceder a una superestructura expresiva reglada por la traslación y la simbología. La comprensión de estos dos supuestos interactivos es la clave para acceder a la dialogía restitutiva del cumplimiento de la indispensable condición comunicativa de la poesía.
VÁLVULA: “La poesía de estos tiempos ha asumido el riesgo de la incomunicación; y ello por un doble fenómeno: el poeta se satisface a sí mismo y a sus fantasmas creativos, y el lector toma venganza de su menosprecio, no esforzándose por llegar al síndrome de la apertura sensible y, más grave todavía, omitiendo la lectura de la poesía. Lo cierto es que la comunicación poética exige una doble complicidad: el poeta que dice y comunica, honestamente, y el lector contemporáneo que se hace su propicio receptor dialéctico”.