El derrumbe actual de los servicios es más que evidente, sin importar cuántos discursos den ni cuántas mentiras inventen
Luis Fuenmayor Toro
Las ciudades es uno de los inventos más importantes de la Humanidad en el desarrollo de su proceso civilizatorio.
Esta forma de asentamientos humanos permanentes, cuyos habitantes comenzaron a desarrollar ocupaciones propias de los mismos y donde se desarrolló la artesanía, el comercio, la provisión de alimentos y se centralizó el poder político, tiene unos 10 mil años de existencia, aunque su crecimiento y estabilización tuvo mucho que ver con el desarrollo de los grandes imperios de la antigüedad: China e India, Egipto, Mesopotamia, Grecia y Roma y, en el caso del continente americano, los imperios aborígenes de Perú y Mesoamérica, con ciudades imponentes como Cuzco, El Tikal, Teotihuacán y Tenochtitlán.
Las ciudades se formaron gracias al instinto gregario del Hombre, el cual fue fundamental en la evolución y desarrollo exitoso de las comunidades primitivas y lo sigue siendo en las sociedades contemporáneas.
El cultivo de la tierra y la domesticación de animales crean las condiciones para que el hombre dejara de vagar en búsqueda de alimentos, pueda hacerse sedentario y sus comunidades crecer en número de integrantes en forma antes no vista, al controlar la producción de lo que requiere para vivir y desarrollarse.
El período neolítico trajo una serie de innovaciones tecnológicas que hoy aún impactan la vida cotidiana: la fabricación del pan, de la cerveza, el uso de los metales, la cerámica, la rueda, el arado y el riego de la tierra.
Nuestras ciudades, no ahora, siempre desde 1958 para acá, para no ir más atrás, no tienen los servicios necesarios para atender a todos sus pobladores
Desde un principio, las ciudades significaron una serie de ventajas para sus comunidades, debido a la provisión de servicios cada vez más numerosos y más importantes: una mayor y más fácil accesibilidad a los alimentos, los cuales provenían de las tierras de cultivo aledañas que abastecían los nacientes mercados, lo que facilitó también el intercambio mercantil; el almacenamiento de las cosechas en los silos, la construcción de viviendas más cómodas y resistentes, una mejor protección contra asaltantes externos, pues las ciudades disponían de defensas de distinto tipo dispuestas en su perímetro; la existencia de talleres para las artesanías y los oficios, la existencia de espacios públicos para reuniones comunitarias y de grandes complejos religiosos y edificaciones del poder político.
Las ciudades significaron la aparición de un espacio nuevo y distinto del mundo campesino, hasta ese momento dominante, y, a través de los siglos, con altibajos, terminaron por imponerse a cualquier otro espacio habitado, de manera que hoy, la inmensa mayoría de los 7 mil millones de habitantes de nuestro planeta azul vive en ciudades, aunque muchas de ellas son grandes aglomeraciones urbanas sin los servicios necesarios para todos sus pobladores.
Y aquí llegamos a uno de los problemas que nos azota como venezolanos.
Nuestras ciudades son aglomeraciones de gente sin los servicios necesarios que una ciudad contemporánea debería tener, para poder garantizar la “mayor suma de felicidad posible”, como mentirosamente reza la propaganda gobiernera chaveca.
La crisis económica genera más deterioro de los servicios urbanos, al no contarse con financiamiento para su funcionamiento, ni para mantenimiento y reposición de los equipos
Nuestras ciudades, no ahora, siempre desde 1958 para acá, para no ir más atrás, no tienen los servicios necesarios para atender a todos sus pobladores.
Esto hace que sólo una parte de los ciudadanos tenga verdaderos hogares, seguros en todos los sentidos, con la electricidad necesaria, el suministro constante de agua potable, líneas telefónicas suficientes, acceso a Internet adecuado, recolección oportuna de la basura producida y un sistema de cloacas apropiado.
Pero las ciudades deben además tener alumbrado público conveniente, vías urbanas limpias, en buen estado y dotadas de las señalizaciones requeridas; seguridad personal y urbana eficaz, instituciones educativas suficientes, una red integrada de centros de salud de las complejidades exigidas, espacios públicos y semipúblicos aptos para el descanso y recreación de los pobladores, centros deportivos y mercados numerosos de diversos tipos.
Como hemos dicho, la mayoría de la población de nuestras ciudades no tiene los servicios señalados y al presionar por utilizarlos hace colapsar los existentes, de manera que toda la prestación de servicios se entorpece y desmejora.
Pero además, la crisis económica genera más deterioro de los servicios urbanos, al no contarse con financiamiento para su funcionamiento, ni para mantenimiento y reposición de los equipos.
Otro elemento que profundiza el deterioro es la negligencia gubernamental en la administración de los servicios en todos los ámbitos: nacional, regional y local.
A ello se añade la ignorancia de los funcionarios encargados de los mismos, la corrupción que secuestra los ya escasos recursos, el robo y daño delincuencial impune de redes y sistemas, la completa ausencia de supervisión y el desinterés existente.
El colapso actual de los servicios es más que evidente, sin importar cuántos discursos den ni cuántas mentiras inventen.
La Cantv está por el suelo; se parece a la deteriorada por Herrera Campíns para privatizarla en los ochenta; el servicio de Internet está en su peor momento.
El suministro de agua está muy comprometido y sin ninguna relación con las lluvias; llueve y el racionamiento sigue como cuando no llovía.
Hay sectores que no reciben agua por semanas. El servicio eléctrico es cada vez peor; el Guri vacío o lleno es lo mismo, siguen los cortes de muchas horas y los apagones súbitos.
Las calles sin iluminación y llenas de huecos gigantescos, con filtraciones de aguas blancas y negras.
Con OLP + Patria Segura + Patrullaje Inteligente + Zonas de Paz + Pacificación de los Pran + Alcabalas de la GNB y PNB: la inseguridad se acrecienta.
Escuelas, liceos, universidades, ambulatorios y hospitales en el dolor.
Nuestras ciudades colapsan al dejar de prestar a sus habitantes los pocos servicios que prestaban.