La política no puede ser agua colonia y retórica, que para el caso de Henry Ramos se trata de la peor de las retoricas, la grosería
Julián Rivas
La Asamblea Nacional fue convertida en un chiste por Henry Ramos Allup. Venezuela va a seguir. Por supuesto que el desarrollo de la democracia revolucionaria es lo pertinente.
Eso se hace desde la cotidianidad y con el pueblo.
La MUD opositora es blanco de desconfianza popular. Ante el desmadre que existe en Venezuela, donde los empresarios agrupados en Fedecámaras roban al pueblo, los opositores se hacen la vista gorda y se concentran en una sola pretensión: acabar con el gobierno.
No lo han hecho. No tienen apoyo popular en las calles.
Otro aspecto es que las experiencias de gobierno opositor en gobernaciones y alcaldías son malísimas. Un ejemplo, Petare. No hay sitio en Venezuela más horrible que la Redoma de Petare y la Estación del Metro.
Ahí atracan, bachaquean, y se vende el producto del delito, como celulares, partes de vehículos, sin que la autoridad local y regional haga nada por aplicar justicia.
Otro ejemplo, Valera, Estado Trujillo. Allí un sujeto opositor, tendero, fue promovido como el candidato que iba a cambiar al municipio.
Aprovechó los errores de escogencia del candidato del chavismo, y ganó las elecciones de 2013 con una plataforma opositora unificada. “Valera, tú sabes, José Karkom, el gordito calidad”, resonaba a diario en los medios y en la propaganda de calle. Vaya a Valera ahorita: José Karkom, el gordito de la basura.
La política no es solamente para luchar en las alfombras o tomar aviones para Estados Unidos.
La política debe ir a la cotidianidad de la gente. Incluso de los animales. Qué se puede esperar de un alcalde que no sea capaz de atender y proteger a los perros y gatos callejeros.
Malo el alcalde que no tenga un programa mínimo de atención de los pobres. Peor están los concejales, que no controlan.
(Insisto, esa figura de los concejales debe desparecer en Venezuela y que la gestión legislativa local, la vigilancia, se haga directamente con las mayorías activas en asambleas populares).
Ojo, hablamos de política revolucionaria, muy lejos de cualquier consideración de la demagogia. Por supuesto que los más dados a la demagogia son los políticos burgueses.
Es que la política no puede ser agua colonia y retórica, que para el caso de Henry Ramos se trata de la peor de las retoricas, la grosería. Mire, Henry Ramos ha insultado tanto, y a tanta gente, que ya muy pocos lo respetan.
Henry Ramos se parece al viejo de San Félix, en Bolívar, que insultaba, gritaba y ofendía a los muchachos. Esto lo llevó a ganarse la animadversión de todos los jóvenes.
El viejo les recordaba la madre, los amenazaba y bufaba como un degenerado. Y llegó el día en que un grupo de atrevidos envolvió excrementos en papel periódico y se fueron a la casa del viejo.
Le metieron candela al paquete en plena portal, dieron golpes a la puerta y salieron corriendo. El viejo abrió, vio la candela e intento apagar el fuego con los pies.
Lo demás usted lo puede imaginar. Así está la Asamblea Nacional.
La política hoy no es la misma que en 1945. Henry Ramos no lo ha entendido. Cierto es que hay que evaluar el presente, mirar el pasado y planificar el futuro. Esto lo advierte hasta un filósofo burgués como Ortega y Gasset.
La soberbia es una enfermedad de la función estimativa, advierte Ortega. Conviene evitar una mala inteligencia. El hombre que se valora espontáneamente no tomará en cuenta la estimación que a los demás merece, agrega. Pero eso como que lo ignora Henry Ramos.
Los adecos, responsables del torcido siglo veinte venezolano, no tienen futuro, pero increíblemente Henry Ramos se declara el futuro. Eso sí es vaina.
Los adecos son ladrones y lo van a seguir siendo. Me decía un amigo que sabe de manejos de la economía en Venezuela, que la fuga de capitales, sobre todo esa que se hizo con las divisas extranjeras de la nación, que le fueron entregadas a empresarios y empresas de maletín, es asunto para analizar.
De cada diez dólares o bolívares, según se vea, el funcionario, burócrata, o falso rojo, pudo tomar un dólar o un bolívar, y 9 fueron para empresarios o empresas de maletín vinculadas a la oposición.
Pendejada. Y cómo lo hacen, yo no sé, cuál es el negocio, sepa usted, nos dice la canción.
Toda esta camada de nuevos ricos que inunda lujosas urbanizaciones de Florida con discurso anticomunista hizo plata en los últimos años en Venezuela. Banqueros prófugos, dueños de televisoras, medios impresos, todos prófugos, también fugaron capitales.
Ahora son demócratas. Esta es parte de la tragedia de Venezuela que el venezolano entiende y por eso no lo presta importancia a la MUD. Hable con cualquier venezolano y le dirá que los de la MUD son peores.
De los adecos nos viene mucha de la sinvergüenzura. No hay temor a Dios ni respeto a las leyes. Esta crisis de alimentos nos ha servido de bofetada histórica.
Qué lerdos fueron los puntofijistas ante esa desviación sociológica del siglo veinte de que Caracas es Caracas y lo demás es monte y culebra.
Qué feo eso de despreciar al campesino, permitir que en Radio Rochela le quitaran el sombrero y le dieran coscorrones, para mover a risa. Por eso la crisis de alimentos nos ha pegado tan duro, aunque usted no lo crea.
Otra cosa: la fuga de capitales, tan vieja como los gobiernos adecos. Preguntamos, que país aguanta, y menos acepta, esa sangría.
Eso lo hemos visto en Venezuela, generalizada entre los comerciantes. Por eso el amor al dólar.
Hay que revisar los mecanismos de vigilancia y control de los servicios en Venezuela. Que se cobren los impuestos. Que no se evada lo que el ciudadano paga en impuesto a las ventas.
Eso es lo que quieren la mayoría de los venezolanos. La MUD se hace la loca.
Un kilo de arroz en Venezuela cuesta tres dólares del paralelo, como ocurre con el que están importando de Brasil, que nos acaba de vender un tendero foráneo. En otros países no llega a un dólar.
Qué decir de un grupo de portugueses que monopoliza los servicios de tintorería e impone nuevas tarifas todas las semanas.
Sobra decir que en Venezuela hay una vieja fiebre de convertir bolívares en moneda extranjera. Es una enfermedad mercantilista.
Hay que tener paciencia, en todo caso. El capitalismo es una enfermedad.
El enfermo vive en un continuo vaivén de ilusiones y desilusiones, advierte Bioy Casares en un cuento. Y algo de eso pasa.
El presidente de Fedecámaras, un fanático, dice que el capitalismo es libertad.
A la gente le interesa la cotidianidad. La gente sabe o intuye que la fuga de capitales tiene mucho que ver con la difícil situación económica.
Pero de eso no hablan los políticos burgueses como Eduardo Fernández, que lleva más de treinta años hablando de que el gobierno debe apretarse el cinturón. Mientras tanto Donald Ramírez, que fue su ayudante, vive como un jeque en Boca Ratón.
Por algún aprendizaje la gente sabe que la MUD miente. Que el neoliberalismo es un mal remedio, empaquetado en ideologías de élites. Por eso la gente se ríe de Luis Vicente León cuando dice que Venezuela necesita una economía “moderna”.
Ya no engaña ese discurso contra la inversión en la gente. Preguntamos: Serán populistas los gobiernos de Japón, Italia, con deudas publicas mayores a su PIB. No, son gobiernos burgueses.
Este pueblo no quiere que los ricos neocoloniales, de los que está llena la MUD, vuelvan a controlar la política en Venezuela. De la misma manera, este pueblo espera un giro en la dirección revolucionaria, que limpie el proceso de falsos rojos.
A este pueblo no le gusta que Estados Unidos nos amenace y la MUD guarde silencio.
Por eso millones de venezolanos, que incluso votaron por la MUD el pasado 6 de diciembre, no tienen el menor interés ante el chicarrón de Henry Ramos, que está quemao. Más nada.