Las lecciones de la lucha contra la dictadura de Marcos Pérez Jiménez deben ser revisadas
Humberto González Briceño
La MUD ha tenido éxito hasta ahora en la conducción de liderazgo opositor. Enfrentando fraudes y represión la alianza electoral de partidos opositores logró capitalizar el descontento y ganar el control del parlamento.
Ese es un avance que no se discute. Pero al mismo tiempo hay que decir, al menos hasta diciembre de 2015, que el régimen se manejaba en una situación de semi legalidad que aún dejaba ventanas abiertas para expresar el descontento.
Con el triunfo de la oposición en el parlamento se comenzó a desarrollar una carrera frenética para radicalizar el autoritarismo en el Gobierno.
Esta desviación ha significado el control absoluto de instituciones y poderes públicos para desconocer la Constitución y mantenerse en el poder.
Es evidente que la dinámica política cambió en forma abrupta a partir de diciembre de 2015. A partir de ese momento el régimen reafirmó su naturaleza dictatorial, cubriéndola con barnices de democracia para pasar los controles de la comunidad internacional.
Este cambio pone a la oposición en situación de enfrentar una dictadura de nuevo tipo que apela a formas aparentemente democráticas para cubrir su esencia autoritaria.
Este es un escenario para el cual la alianza electoral MUD no se preparó. Se trata de enfrentar la brutal dictadura bolivariana por métodos de lucha democráticos sin contar con las garantías del estado derecho.
Esta nueva dinámica debe obligar a la MUD en particular y a la oposición en general a evaluar la correlación de fuerzas y definir una estrategia adecuada para derrocar a la dictadura.
El esquema de la alianza electoral de partidos ha demostrado ser eficiente en tiempos de normalidad política o de libertades ciudadanas, aunque estas sean restringidas.
Pero esa propuesta organizativa no resulta efectiva ni eficiente a la hora de confrontar a la dictadura en un escenario donde las elecciones y la consulta popular son opciones totalmente negadas.
La oposición debe adaptarse a esta nueva dinámica de la lucha política y transformarse de alianza electoral en un gran frente nacional que incluya a todas las fuerzas sociales y políticas que luchan contra la dictadura.
Este frente político debe incluir no solo a los partidos políticos, igualmente deben tener representación allí los sindicatos, los estudiantes, los empresarios y en general todos los sectores comprometidos en la lucha democrática. Incluso allí deben tener su espacio los chavistas críticos que enfrentan al régimen.
No hay referéndum, ni habrá elecciones hasta que el régimen se vea forzado por la presión popular a hacerlo. Pero la presión popular no se puede desdibujar en una alianza electoral, sobre todo si ya sabemos que no habrá elecciones.
El diseño de alianza electoral orgánica es efectivo en tiempo de campaña electoral. No vivimos esos tiempos. Este es el momento que impulsar un frente amplio, nacional, unitario por la democracia y contra la dictadura.
Las lecciones de la lucha contra la dictadura de Marcos Pérez Jiménez deben ser revisadas. El liderazgo político opositor en 1957 no se planteó una alianza electoral para enfrentar la dictadura perezjimenista.
La oposición en ese momento apostó por la organización de una Junta Patriótica inclusiva de todas las fuerzas sociales y políticas democráticas para coordinar todos los esfuerzos y acciones en contra del régimen.
Lo hemos dicho una y mil veces. Pero hay que insistir. Derrocar al régimen bolivariano es una tarea compleja y exigente. Solo será posible con la participación de todos los sectores democráticos. La MUD sola no puede.