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Venezuela tendrá su Brexit

“Las elites políticas de Inglaterra, Colombia y los Estados Unidos subestimaron a los que ‘no sabían nada de política’ y ya sabemos lo que pasó”


Humberto González Briceño

En el mundo se percibe un ambiente de rebelión contra la clase política, más allá de las ideologías de izquierda o derecha. Este año se desarrollaron tres eventos que evidencian esa insurrección de las masas contra las élites políticas independientemente de su carácter ideológico.

El triunfo del Brexit, que pone a Inglaterra fuera de la Comunidad Europea; el rechazo de los colombianos a los acuerdos de paz adelantados entre el gobierno y la FARC; y el triunfo de Donald Trump en los Estados Unidos.

En cada uno de esos eventos la clase política apostó a sus posibilidades desde el ángulo de la posición “políticamente correcta”, con el apoyo abierto de los medios de comunicación.

En Inglaterra liberales y conservadores hicieron causa común para defender la permanencia de Gran Bretaña en la Comunidad Europea.

Sin embargo, la tesis de abandonar la UE rápidamente ganó terreno y terminó triunfando en el referéndum en contra de todos los pronósticos.

Aunque se argumenta que este triunfo estaría basado en el avance de tendencias extremistas y nacionalistas más parece el voto castigo de ciudadanos hartos del doble discurso y el cinismo en la política.

En Colombia el presidente Santos llevó a consulta los términos de un acuerdo de paz con la FARC, que era reconocido por Barack Obama y el Papa como un claro avance en la pacificación.

La prensa colombiana y la mayoría de la clase política apoyaron el Sí. A pesar de ello la mayoría de los colombianos sorpresivamente rechazó esos acuerdos en el referéndum.

Se puede argumentar que Colombia votó contra los términos del acuerdo presentado por el presidente Santos. Otra lectura es que los colombianos votaron contra la forma de llevar adelante ese proceso por parte de los negociadores.

En los Estados Unidos Donald Trump ganó las elecciones desafiando todas las encuestas que apuntaban a un triunfo de Hillary Clinton.

El pueblo americano escogió a un presidente no solo de oposición sino de posiciones extremistas.

Esto ocurre justamente cuando el desempleo ligeramente alcanza al 5%, el presidente estadounidense tiene más de un 55% de popularidad y la economía en términos macro atraviesa su mejor momento.

El voto castigo tipo Brexit contra la clase política podría explicar esta contradicción.

Cada uno de estos eventos tuvo su propia particularidad. Pero en general contienen un fuerte elemento de desafío y rebelión pragmática contra la élite política y su doble discurso.

Se trata de un voto castigo que no fue eficientemente canalizado por las opciones políticas tradicionales.

No es aventurado anticipar que en Venezuela se están reproduciendo condiciones similares para un fenómeno político inspirado por la frustración de los ciudadanos con las opciones existentes.

Las negociaciones entre el gobierno y la Mesa de la Unidad Democrática han dejado la impresión que detrás de la intención declarada de pacificar el país y superar la crisis humanitaria los actores tienen propósitos más pragmáticos.

Estos acuerdos, marcados por la prisa y la improvisación, lejos de crear certidumbre han sembrado más desconfianza hacia el gobierno y la oposición por igual.

Hay una evidente contradicción semántica y cultural cuando, luego de satanizarse el uno al otro, gobierno y MUD aparecen abrazados en una foto “por el bien del país.”

La posición “políticamente correcta” de negociar para evitar un baño de sangre es apoyada por el gobierno, la MUD y la mayoría de los medios de comunicación.

A pesar de su buena intención, podría ser percibida como un acto de cinismo absoluto por parte de quienes se sienten marginados por el régimen chavista y pierden confianza en un hipotético gobierno de la MUD.

Una vez que el gobierno y la MUD despejen el cronograma electoral veremos si esas fuerzas, que parecen moverse inadvertidas en el seno de la sociedad venezolana, encuentran su expresión en un líder o un partido distinto a los que hoy tenemos.

Las elites políticas de Inglaterra, Colombia y los Estados Unidos subestimaron a los que “no sabían nada de política” y ya sabemos lo que pasó.