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La dictadura encubierta

La dictadura, aunque se vista de democracia, dictadura se queda


Gustavo Luis Carrera

¿Hay una dictadura porcentual? O mejor aún: ¿podemos medir qué porcentaje de dictadura padecemos? Eso sería posible si se precisara una frontera entre la democracia y la dictadura.

Pero, sucede que esas líneas de demarcación entre un sistema y el otro suelen difuminarse y conducir a engaños fraudulentos o a espejismos distorsionantes.

LA DICTADURA. De hecho, la dictadura se caracteriza al comparársele con una real democracia. La primera es la negación de la segunda.

Una auténtica democracia se define por el respeto a la autonomía de los poderes públicos legítimamente constituidos, por la equidad y el juego limpio en los procesos electorales, por el reconocimiento de la soberanía popular, por el respeto ostensible de los derechos humanos y de la disidencia política.

La dictadura, en cambio, es la negación de los valores y los principios que hemos enumerado para la democracia.

El otro aspecto es la alternabilidad presidencial, lo cual es negado por la dictadura; es más: el primer paso de un gobierno electo democráticamente en su camino hacia la dictadura es la pretensión de eternizarse en el poder; experiencia que hemos vivido.

Para ello, el aspirante a dictador modifica la constitución de tal manera de que pueda reelegirse sin término. El siguiente paso es la autocracia y el despotismo. Ejemplos emblemáticos son Corea del Norte y Cuba, con partidos únicos.

EL RECHAZO TERMINOLÓGICO. Ninguna dictadura acepta serlo. El dictador es como el portador de la peste negra, un temible apestoso, que propaga su enfermedad y todo lo contamina. Y nadie se reconoce como tal.

Por eso, los gobiernos despóticos, autocráticos, es decir: dictatoriales, se presentan como «democracias», como «repúblicas», como «gobiernos del pueblo».

¿Cinismo? Sí. Pero, sobre todo, hipocresía funcional: se esconde la naturaleza innoble, y el encubrimiento funciona: esas falsas repúblicas se hacen aceptar como tales y hasta se incorporan a organismos internacionales revalidadores, como la ONU.

Así, aparecen como «democráticas», «populares» y hasta «socialistas», naciones dominadas por regímenes eternizados en el poder: dictaduras enmascaradas o evidentes.

LA DICTADURA ENCUBIERTA. El hecho cierto es que la dictadura se presenta siempre embozada, disfrazada de gobierno revolucionario y de inspiración popular.

Es más, cuando un régimen de origen electoral, dentro de un juego político democrático, decide perpetuarse o imponerse de manera absoluta, desconociendo la constitución y la autonomía de los poderes públicos, pasa a la categoría de dictadura.

Y se recurre, como vemos de manera evidente, a tratar de mantener un rostro disfrazado.

Así, por ejemplo, se hace dueño de los medios de comunicación, dejando alguno en manos de la oposición; se restringe la libertad de expresión y de manifestación pública, pero no totalmente; se amedrenta a los opositores, pero sin prohibir los partidos políticos; se controla radicalmente la libertad de empresa y de comercio, pero sin eliminarla de manera absoluta.

Es una dictadura enmascarada: se trata de una dictadura real impuesta sobre nosotros, sólo que guarda algunas apariencias para no revelar totalmente su índole despótica.

Es una dictadura encubierta, que padecemos advirtiendo su carácter, que pretende, torpemente, ocultarse.

VÁLVULA: “La dictadura encubierta, aunque se vista de democracia, dictadura se queda”.

glcarrera@yahoo.com