Para unos, escurrir el bulto y decir “por allá fumea” señalando a la esposa, es miserable
O.E
Siete días con sus noches se tomó Nicolás Maduro para responder al veredicto de culpabilidad de sus sobrinos, proferido por el jurado de Nueva York. Reflexionar sobre asunto tan espinoso, lleva mucho más de una semana, para cierta especie de personas.
Desde noviembre de 2015, cuando los jóvenes fueron “detenidos” en Haití – ahora no se dice “presos”- Maduro, no había dicho “ni pío” al respecto, por lo que suponemos, que para replicar como replicó, dispuso del tiempo que necesitaba.
Hubo quien apostó a que el señor Presidente, ahora tan compenetrado con la música tropical, en lugar de una misiva para consolar a sus parientes cercanos, les iba a entonar en su ya famosa “Hora de la Salsa” aquella balada de Daniel Santos: “¡Preso, estoy cumpliendo la condena que me da la sociedaoooo!”.
Otros, esperábamos un arresto de guapo de tan entredicho que quedó con su carrerón y cara de pánico en Villa Rosa. Para sacudirse el sambenito de asustadizo, invadir Manhattan y liberar a los jóvenes a lo “mero macho”, era lo menos que debía hacer.
Pero se atravesaron las jornadas locales contra la violencia de género y la oportunidad la pintaron calva.
Se ha hablado poco del llamado “feminismo líquido”, submodalidad del movimiento en pro de los derechos de las mujeres que va mas allá de no maltratarlas o agredirlas, porque llega al extremo de suprimirles todo trato especial o caballeroso, por su sola condición de damas.
La reacción de Maduro al incidente de sus sobrinos políticos se inscribió, precisamente, en ese novedoso feminismo ¿Revolucionario? ¿Bolivariano?
“¿Creen casualidad que el Imperialismo se meta y quiera abrir juicio involucrando a Cilia Flores?” Fue la respuesta del Presidente, ante los posibles coletazos del proceso criminal contra los llamados narcosobrinos.
Gajes de la “mujer nueva”, envés del “hombre nuevo” que proclama la fementida Revolución. Un individuo de mi tiempo, asumiría como propio o entablado en su contra cualquier proceso judicial que persiga a su mujer y en tales circunstancias, habrá gresca.
Para unos, escurrir el bulto y decir “por allá fumea” señalando a la esposa, es ser un miserable. Para otros, es feminismo chavomadurista.