Lo importante es tener claro que la mesa de diálogo es un escenario más de la lucha planteada en contra de un régimen que todavía dispone de recursos y de un margen de influencia
Oscar Battaglini
El diálogo auspiciado por el Vaticano, Unasur, y los expresidentes Zapatero (España), Torrijos (Panamá) y Leonel Fernández (República Dominicana) no ha sido muy productivo que digamos. Hasta ahora el Gobierno madurista solo le ha dado cumplimiento –por cierto en condiciones muy precarias— a uno de los acuerdos a los que se llegó en la segunda de las reuniones realizadas por el organismo creado tales fines.
Como era de esperarse, la posibilidad de un diálogo entre el Gobierno y la oposición despertó en el interior de la sociedad venezolana grandes expectativas acerca de la necesidad imperiosa de hallarle una salida no solo a la terrible crisis que acogota la vida de la inmensa mayoría de los venezolanos, sino que contribuya a superar la conflictiva relación institucional entre los poderes del Estado, hecho este que ha generado un sinnúmero de entrabamientos en la dinámica de la Administración Pública, particularmente las relaciones entre los poderes Ejecutivo y Legislativo. La aspiración suprema del pueblo venezolano en la hora aciaga que vivimos es que el Gobierno comience, como parte del diálogo, a implementar las medidas acordadas, en especial las que tienen que ver con la grave situación socioeconómica que padece el país entero; la libertad de todos los presos políticos; el respeto a la Asamblea Nacional como Poder Autónomo, que cese el bloqueo que el Gobierno le ha impuesto por intermedio del TSJ, el cual, al tiempo que la ha declarado en desacato por la incorporación de los parlamentarios del estado Amazonas destituidos en base a supuestas irregularidades cometidas en las elecciones del 6D, con cuyo resultado la nueva Asamblea alcanzaba la mayoría calificada, lo que le permitiría entre otras atribuciones, destituir al vicepresidente de la República y ministros (Art.187); sancionar las leyes habilitantes (Art. 203); remover a los magistrados del Tribunal Supremo de Justicia (Art. 265); someter tratados internacionales a referendo en caso de que atenten en contra de la soberanía nacional y la integridad de la nación (Art. 73) (Arco Minero). Así mismo, el artículo 348 le confiere la potestad para realizar la iniciativa para una Asamblea Nacional Constituyente), todo lo cual representaba una seria amenaza para el continuismo chavista en el poder: de allí que el TSJ haya declarado inconstitucionales casi todas las leyes y resoluciones que la Asamblea ha venido aprobando).
“La única posibilidad de que [el Gobierno] cumpla está en la manera como la oposición se conduzca en la mesa de diálogo y en la capacidad (en la fuerza) que demuestre en las movilizaciones de calle”
Se espera que en la próxima reunión de la mesa de diálogo comience a discutirse lo referente a la superación de la crisis política planteada en el país, en paz y mediante procedimientos constitucionales y electorales.
Aunque el Gobierno ha quedado comprometido ante la mesa de diálogo a cumplir con lo acordado en sus deliberaciones, es muy poco, como se ha dicho, lo ejecutado en este sentido. Nada conduce a pensar que un Gobierno maula, como el que actualmente rige en Venezuela, vaya a cumplir con lo acordado. En esto se ha estado claro desde un principio. La única posibilidad de que cumpla está en la manera como la oposición se conduzca en la mesa de diálogo y en la capacidad (en la fuerza) que demuestre en las movilizaciones de calle para imponerle su ritmo y el curso a lo que se acuerde y se lleve a cabo efectivamente en la mesa de diálogo. El que las cosas sean así no significa que haya sido incorrecta la incorporación de la oposición al diálogo propuesto. Lo incorrecto hubiera sido lo contrario, y una vez en él, no hacer la combinatoria de la que estamos hablando. En este sentido es importante entender que es un acierto haber comprometido al Gobierno a cumplir con los acordados. Si este finalmente no los hace efectivos, tendrá que correr con las consecuencias políticas que ello implica, no solo ante los garantes del diálogo, ante la opinión internacional y fundamentalmente ante la gran expectativa del pueblo venezolano que es en última instancia el principal destinatario de esos posibles acuerdos y decisiones. En este sentido cabe afirmar que con su presencia allí, la oposición no tiene nada que perder y sí mucho que ganar. Es muy probable, dado el carácter maula del Gobierno chavezmadurista, que no se consiga todo cuanto se acuerde, pero lo que se consiga, en la medida que sea, siempre será de una gran ayuda para el pueblo venezolano en medio de la tragedia por la que atraviesa. Lo que está claro a este respecto es que la solución o la salida de ella, no será posible hasta tanto no se le ponga fin a la causa que la produce y que no es otra que el régimen chávezmadurista. Mientras llega ese momento, todos los factores sociales y políticos interesados en que eso sea así, están en el deber –y más que eso, en la obligación— de participar en cualquier evento que contribuya a hacer posible su realización final. De todas maneras, como hemos dicho, la solución de ese problema, no surgirá del diálogo actualmente en desarrollo. Pero de él, si se pueden derivar algunos resultados políticos que coadyuven a la solución deseada. Lo importante en este caso, es tener claro que la mesa de diálogo es un escenario más de la lucha planteada en contra de un régimen que aunque tiene estrictamente limitado el tiempo que le queda en el ejercicio del poder, todavía dispone de recursos, y de un margen de influencia política e ideológica en el seno de algunos sectores sociales que juegan a favor de su permanencia en el control del aparato del Estado.
“Aún no se ha llegado al momento en el que los de arriba no pueden seguir gobernando como antes y los de abajo no quieren seguir siendo gobernados como hasta ahora”
Esto es lo que explica el hecho de que si bien la crisis por la que atraviesa la sociedad venezolana es de una gran magnitud, aún no se ha convertido en una crisis de toda la sociedad (de todos sus componentes) o como diría Lenin, aún no se ha llegado al momento en el que los de arriba no pueden seguir gobernando como antes y los de abajo no quieren seguir siendo gobernados como hasta ahora. De ahí la necesidad de aprovechar todas las posibilidades que puedan existir para ganar el mayor número de voluntades susceptibles de ser colocadas a favor del envión que le ponga punto final al régimen imperante.