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Manuel Malaver: Maduro pide al Papa auxilios que no llegan

Papa Francisco

 

Es al pueblo y sus múltiples y disímiles organizaciones y dirigentes, a quienes toca trazar el rumbo, las acciones, la táctica y la estrategia


Manuel Malaver

Una afirmación de Maduro —más bien una acusación— de que el Papa tenía días llamando a la Conferencia Episcopal Venezolana, CEV, “y no le atendían el teléfono”, ofrece indicios sobre la existencia en el Vaticano de un poderoso lobby a favor del castromadurismo que, al final —y sobre todo después del fracaso del “falso diálogo” en el cual estuvieron tan involucrados Francisco y la diplomacia vaticana—, no podía  sino concluir en el lamentable desastre que, como era de esperarse en toda coyuntura donde pactan Dios y el Diablo, dejó a la Santa Sede con las manos manchadas de sangre.

Dios nos libre de insinuar siquiera que Francisco pudo incurrir en tan abominable pecado, pero sí que personajes siniestros de su entorno “más íntimo”, como su asesor en temas políticos e ideológicos suramericanos,  Juan Grabois, los Nuncios en Caracas y Buenos Aires, Aldo Giordano y Claudio María Celli, respectivamente,  y el General Prepósito de los jesuitas, Arturo Sosa (todos marxistas y militantes de la “Teología de la Liberación” convictos y confesos), no hay dudas que influyeron de manera decisiva para que la diplomacia vaticana se involucrara  en el desencadenamiento de la actual tragedia venezolana.

Pero a un nivel superior (si puede haber algo más superior que las opiniones y políticas de prelados que pueden dirigirse en 1000 millones de católicos), se habla también de la influencia en el Vaticano de multi y pluri millonarios, como George Soros, de cuya fundación “Open Society” se dice es consultada para la redacción del encíclicas papales como la “Laudato Si”, de líderes del Partido Demócrata de los Estados Unidos, como Charles Shumer y Nancy Pelosi y -¡Ave María Purísima!-al mismísimo presidente de Cuba, Raúl Castro.

Aunque,  del Papa Francisco tampoco puede decirse que fuera, desde el punto de vista político absolutamente correcto o neutral (precepto que la Iglesia Católica no le exige a ninguno de sus feligreses y, mucho menos, al Papa), pues de antes de acceder al trono de San Pedro,  fue conocida y admitida sus simpatías con el peronismo y su cercanía con la “Teología de la Liberación” y, después de ser electo Sumo Pontífice, sus nexus con el gobierno de la izquierdista radical argentina, Cristina Kirchner.

Todo lo cual explicaría, por qué después que el “falso diálogo” fue desvelado como un monstruoso engaño al pueblo venezolano, y a sus partidos democráticos; luego que se convirtió en el “ábrete sésamo” del derramamiento de sangre que hoy avergüenza y apena a la Iglesia Católica nacional e internacional, siguieran llegando aires de la diplomacia vaticana, insistiendo en que se reiniciara “otro diálogo” del que, ya se sabía, no era sino otro mecanismo de efecto retardado para que Maduro continuara su salvaje  represión.

Y a la cual, no se refirió Francisco mucho después de iniciada, el 30 de abril pasado, cuando, a su regreso de un viaje por Egipto, declaró ante medios internacionales que “la oposición democrática estaba dividida” e insinuaba que era la culpable de la crisis política y económica permaneciera irresoluta.

«La oposición democrática, secundada por la Iglesia, decidió que sea el pueblo, al margen de conciliábulos, cónclaves y cabildeos, el que  ponga fin a la crisis»

Y ni la más leve condena a Maduro por la matanza que llevaba y lleva a cabo en defensa de sus ideas marxistas, ateas y socialistas contra católicos venezolanos que luchaban y luchan  por su religión, la libertad, la democracia y la tolerancia que, son intrínsecas y esenciales al Evangelio de Cristo.

Fue, sin embargo, la gota que rebasó el vaso, por cuanto, reveló, de un lado, que ni  el Papa ni la diplomacia vaticana habían sido imparciales durante su involucramiento en “el falso diálogo” y, mucho menos, lo serían ahora, cuando, con sus aliados maduristas con el agua al cuello y siendo condenados nacional e internacionalmente por sus violaciones de los derechos humanos, no daban indicios de “rectificar”, sino de seguir “ganando tiempo”.

Por eso, todos los partidos de la oposición democrática, incluidos los que habían apoyado entusiastamente el diálogo anterior e insinuaron que respaldarían su reinicio, se pronunciaron contra la posibilidad de darle una segunda oportunidad, se plegaron a la posición de “Primero Justicia”, “Voluntad Popular” y AD y sostuvieron la política de confrontar al madurismo en la calle.

Pero, tanto como los partidos de la oposición democrática y sus líderes , la Iglesia Católica venezolana, en la personería de sus máximos representantes, la Conferencia Episcopal, los Cardenales, Jorge Urosa Sabino y Baltazar Porras y la inmensa mayoría de sus obispos y sacerdotes, le gritaron “NO” a un nuevo “falso diálogo” y, desde entonces, han criticado la represión madurista contra el pueblo y no han dudado en sostener que es a Maduro y su pandilla quienes deben darle cuenta al país de la “ruptura del hilo constitucional” y no la oposición democrática.

Pero en especial, habría que referirse, en el contexto, a la rotundidad del rechazo al “falso diálogo” —y de un remake del mismo—, de sacerdotes como el padre, Luís Ugalde, José Virtuoso, De Freitas y José Palmar, quiénes, en artículos, declaraciones y sermones han denunciado cualquier contubernio entre Maduro y la diplomacia vaticana para engañar de nuevo a la feligresía venezolana, su democracia y su pueblo.

Y sus palabras, denuncias y campañas no han sido vox clamantis in deserto, pues, para empezar, Bergoglio, terminó reconociendo el agravamiento de la crisis nacional, y luego, permitiendo que sea la Iglesia Católica venezolana la que decida si involucrarse o no en las gestiones que puedan realizarse para destrabar el choque entre la dictadura y la oposición y de una manera imparcial y apostólica, sin auspiciar salidas que desconozcan los intereses de la Iglesia, la feligresía y el pueblo y favorezcan los de sus verdugos.

Con todo, la declaración de Maduro de que, desde el Vaticano, tenían un mes llamando a la Conferencia Episcopal y “no le atienden el teléfono”, indicia, igualmente, que el lobby en la Santa Sede a favor de Maduro continua insistiendo en otro “falso diálogo”, en que la CEV acceda a patrocinar “encuentros” entre representantes de la dictadura y la oposición para hacerse “la foto” y, entonces, el presidente que “habla con los pájaros y las vacas”, y sus amigos en Roma, puedan salir a proclamar, con repiques de campanas al vuelo, que se reinició de nuevo la búsqueda de la solución al conflicto venezolano, que pronto habrá “humo blanco”, y por lo tanto, nada más apropiado que la oposición enfríe la calle, y los manifestantes vuelvan a su casa, a esperar que el representante de Dios en la tierra y el de Lenin, Stalin, Mao y Fidel Castro, hagan el milagro.

En otras palabras que, la estratagema de octubre y noviembre pasados y la de siempre en una nueva versión, la que acostumbran a invocar los marxistas, cuando, no pueden vencer con la represión, para que líderes y partidos democráticos ingenuos y con ganas de pactar, caigan en sus redes, en sus trampas.

Únicamente que, ahora, experimentada con un “falso diálogo” que fue la puerta de ingreso a la actual tragedia venezolana, la oposición democrática, secundada por la Iglesia, decidió que sea el pueblo, al margen de conciliábulos, cónclaves y cabildeos, el que  ponga fin a la crisis y, de la manera heroica como ha respondido y avanza en la única solución posible: el fin de la dictadura de Maduro y su siniestro sistema socialista.

De modo que, con todo lo importante que es la presencia de los partidos democráticos y sus líderes en la actual rebelión o guerra popular venezolana, es al pueblo y sus múltiples y disímiles organizaciones y dirigentes, a quienes toca trazar el rumbo, las acciones, la táctica y la estrategia.

Como lo escribiera recientemente el politólogo y analista, Antonio Sánchez García, en factormm.com y otros medios digitales:

“La última carta del régimen, aplastar con sangre y fuego la rebelión popular, se ha demostrado ineficaz y de imposible cumplimiento. La avalancha insurgente echó a rodar y no habrá fuerza que la detenga. De un extremo al otro del país, de todas las clases sociales, de todas las edades. Tiene su propia dinámica, su propio liderazgo, su propia fuerza motriz. No depende de partidos ni cogollos. Se alimenta y se nutre a sí misma. Es la revolución…”

No lo está asumiendo de otra manera la unión de partidos opositores y sus líderes reunidos en la MUD, los cuales, si bien actúan como un Comando Central, permiten y validan todas las acciones que contribuyen con fuerza arrolladora a que la dictadura colapse y Venezuela recupere en un plazo relativamente breve la siempre soñada, y cada día más cerca, libertad.