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Manuel Malaver: La calle, la Fiscalía y la AN reúnen el poder para pulverizar a Maduro

Asamblea Nacional de Venezuela

El Gobierno de Maduro es una írrita facción de individuos armados que sobreviven, porque la oposición democrática no se ha propuesto derrocarlo por la violencia


Manuel Malaver

Puede que, desde alguna perspectiva, asombre la capacidad de Maduro y su pandilla para mantenerse en Miraflores, pero desde otra, desde la que atañe a la capacidad del pueblo para resistir y avanzar contra la represión, no hay dudas que cada día es una fuerza en retirada, en desbandada y bancarrota.

Lo proclama su desesperación por agarrarse a cualquier tipo de diálogo que le permitiría, al menos, un respiro durante semanas o meses, o inventos como la Constituyente, que en ningún sentido podría garantizarle la sobrevivencia sino la apertura de un nuevo frente que terminaría hundiéndolo.

Uno y otro, diálogo y Constituyente, no son sino burdas estratagemas que jamás van a comportar intentos serios para conseguirle un fin consensuado a la crisis nacional, sino estafas para que los ingenuos que participen en ellos, actúen como los condenados que le hacen más fácil el trabajo a sus verdugos, poniéndose la soga al cuello.

Lo comprobó con creces y con dolor, la fracción de la oposición democrática que participó en el falso diálogo de octubre y noviembre del año pasado y que, afortunadamente, le brindó la oportunidad de aprender lo suficiente como para no dejarle pasar otra trampa al neototalitarismo castromadurista,

Por eso, la visual del madurismo a 79 días de iniciada la insurrección popular de comienzos de abril, es la de una minoría acorralada, sitiada día y noche por manifestantes que la desafían y no temen ni el fuego ni la asfixia de lacrimógenas y balas, al parecer decidida a no entregarse hasta disparar el último cartucho, pero en realidad, acosada por la inminencia de deserciones que irrumpirán y la ahogarán, tanto en lo político, como en lo militar.

Empezando por las primeras, ya podemos referirnos con amplitud y certitud al terremoto de las acusaciones contra Maduro y el TSJ de la Fiscal General de la República, Luisa Ortega Díaz, cuya onda expansiva no termina de sacudir los cimientos de la autocracia y que, unida a la protesta de calle, y a la AN, reúnen carga suficiente como para iniciar un nuevo capítulo en la historia venezolana.

El mismo contaría cómo el chavismo se extravió a tal punto que, abrió sus puertas a una fuerza extranjera que, enlazada con aventureros venezolanos y colombianos, destruyó el movimiento político fundado por Chávez para establecer una dictadura que en todo actúa como una fuerza de ocupación extranacional.

Pero hay más, mucho más: Venezuela es hoy un país con enorme figuración en el mapa del narcotráfico y el terrorismo internacional, consecuencias de su alianza con el Cártel Narcoterrorista de las FARC y la dictadura de Raúl Castro en Cuba que, de antiguo, hizo parte de la alianza con que rusos, chinos y fundamentalistas árabes pretendieron y pretenden hacer añicos a la democracia occidental.

Hoy, parte de esa fuerza, constituida mayormente por el chavismo originario, rompe con el madurismo, como una única forma de escapar a la vocación destructiva, criminal y antivenezolana de Maduro y, lógicamente, coincide con la oposición democrática en la confrontación en la que, o salvamos a Venezuela, o se la entregamos al narcotráfico y la terrorismo internacional.

Es, desde luego, un escenario complejo, no previsto siquiera por analistas que no desdeñan los espejismos astrológicos en su angustia por darle un sentido al caos nacional, pero al que hay que considerar si se quiere salir de Maduro en el corto plazo y ahorrándole más sufrimientos al pueblo venezolano.

Por ahora, sin embargo, funciona por el propio peso de la inmanencia de su realidad y desencadenando cambios cuyo sentido y finalidad no nos atrevemos a descifrar.

Citaría uno solo, las iniciativas que emprende la AN para desestructurar institucionalmente lo que queda del madurato, destituyendo a los siniestros delincuentes del “Tribunal Supremo de Justicia”, nombrándoles sustitutos y preparándose para designar un nuevo CNE que borre, en todo, el pasado que nos trajo a Tibisay Lucena y su pandilla de “ángeles” del fraude y la corrupción..

Entendemos que se trata más bien de una profilaxis, que de una cruzada de limpieza política, pero que hoy más que nunca luce inevitable e inaplazable, pues, el nuevo gobierno de transición que se constituya para sustituir la dictadura, debe encontrar lo más adelantado posible la tarea de tejer la nueva institucionalidad.

Pero otro mérito que debe reconocérsele a la ruptura de la Fiscal con el madurismo, es el refuerzo que ha llevado a la resistencia de calle, pues, sin proponérselo, ha sido portadora del mensaje de que, contra toda apariencia, el dictadura de Maduro, Cabello y Reverol se deshace, y pronto, conoceremos que el paisaje militar también empieza a ser distinto.

Lo más significativo sucedido, en este orden, fue la renuncia, sucedida hace una semana, del general, Alexis López Ramírez, a la Secretaria del Consejo de Defensa Nacional, Codena, por estar en desacuerdo con el gobierno de Maduro en la convocatoria a una Constituyente.

Es una piedra en el río revuelto de un choque que no costaba nada predecir, pues es impensable que la mayoría del Ejército participara en el asesinato de lo que llamaríamos el único “legado de Chávez” y que no es otro que la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, CRBV.

Pero hoy trastocada en un traste inservible para el madurismo, por cuanto, aplicarla es convocar la celebración de las elecciones de gobernadores y alcaldes, o, en su defecto, unas elecciones generales que, en un caso u otro, determinarían el fin del peor gobierno que ha tenido Venezuela en toda su historia, por lo cual, la única escapatoria posible del dictador es la convocatoria a una Constituyente que rechaza el 90 por ciento de los venezolanos.

Quiere decir que, el Gobierno de Maduro, es una írrita facción de individuos armados que sobreviven, porque, la oposición democrática no se ha propuesto derrocarlo por la violencia, sino llamando y encabezando una resistencia pacífica que por “la fuerza” de su volumen, persistencia, crecimiento y permanencia, termine arrollándolo y desalojándolo del poder.

Una utopía o paradoja según los principios de la guerra convencional occidental que fueron establecidos en el clásico “De la Guerra”, de Carl von Clausewitz, pero que habían sido contradichos y desmentidos milenio y medio antes por otro clásico del arte militar, Sun Tzu, un filósofo taoísta que en “El Arte de la Guerra”, talla ideas esenciales como: “Lo débil vence a la fuerte”, y “La mejor victoria es la que se logra sin combatir”.

“Combatiendo” está la oposición democrática venezolana y “derrotando” a Maduro, pero con las armas de la paz, del derecho de los ciudadanos a protestar, a resistir en las calles con un mensaje que le dice al enemigo que podrá ser todo lo violento que quiera, pero sin que sus atrocidades le permitan ahogar la voluntad y la decisión de un pueblo de ser libre y democrático.

El enterrador definitivo de la plaga del socialismo y del comunismo, el que ha escapado a todos los engaños y estafas de una ideología o religión cuya causa es el mal, y debe ser exorcizada para que los pueblos se curen, de una vez por todas, de los ataques bacteriológicos y virales de los demagógicos, populistas y revolucionarios.

Le ha costado mucho a los venezolanos, al pueblo de Venezuela, a la nación venezolana el haber caído en tamaña calamidad, pero afortunadamente ya está cerca de su hundimiento, puesto que vivimos su eclipse.