Venezuela ha retrocedido hasta convertirse un un mal ejemplo para la región
Después de una bonanza petrolera sin precedentes, de recibir cientos de miles de millones de dólares es injustificable que el país padezca como lo hace. No existe ningún argumento sólido para justificar un desastre producido no por una desastre natural, ni por una guerra arrasadora. La irreconocible Venezuela de estos días, que se sigue derrumbando ante nuestros ojos y que preocupa a toda la región, es el producto del mayor latrocinio que se conozca, de la corrupción más perversa que se haya incrustado en sociedad alguna. Nunca nadie podría imaginar que en las familias venezolanas faltaría el pan, que el grueso de la población que habita sobre la reserva de petróleo más grande del planeta sufriría de tal manera para poder comer. Una supuesta revolución que se hace llamar socialista acabó con la moneda, con el salario, con el gentilicio de los venezolanos que ahora están estigmatizados en el mundo. La tragedia venezolana es profunda, de raíces fuertes y se sigue nutriendo por los fallos de la cúpula. Es un cuento de terror que tiene a unos protagonistas que serán vapuleados por la historia cuando les llegue el momento. Se han conjugado todas las crisis imaginables en una sociedad golpeada, corrompida y burlada. Las instituciones están por los suelos y la indefensión signa a la gran mayoría de los ciudadanos, hartos de que la clase política sea incapaz de tan solo ser coherente. La tragedia venezolana se refleja en jubilados que no pueden tan siquiera alimentarse, en jóvenes que huyen despavoridos del país, en un aparato industrial en ruinas, en una economía colapsada. Nuestra moneda es un mal chiste; ha sido maltratada por quienes debían protegerla. A nadie parece dolerle el bolívar. El país nunca ha sido tan dependiente como ahora y es incapaz de tan siquiera producir lo básico. La industria petrolera tampoco ha escapado al huracán chavista que ha arrasado con toda la nación. El legado es hambre, pobreza, represión y desesperanza. Venezuela luce como tierra arrasada, como un mal experimento. Lo peor del asunto es que solo un puñado de individuos son los que tienen al país asfixiado, maniatado. Un grupete es el que somete y castiga a los trabajadores con su indolencia, con sus mentiras. La manipulación abunda, pero la capacidad de asumir su responsabilidad frente al desastre es nula. Venezuela debe entender que el Gobierno, lo que queda de él tras 18 de desastrosa gestión, está acorralado, y que se quiere mostrar poderoso para intimidar. La espuria Asamblea Constituyente es una muestra de ello: un ente que en dos meses ha sido ineficaz, que es rechazado por las mayorías y que a la postre encabezará la lápida del mal gobierno.