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AGRESIVA ESCALADA del Pentágono

La decisión del Departamento de Estado está tomada desde hace más de dos años, sin que se haya hecho lo necesario para enfrentarla. Se ha subestimado negligentemente la política estadounidense

Luis Fuenmayor Toro

Las conversaciones en República Dominicana de 2018 habían llevado a un acuerdo aceptado por el gobierno y la oposición de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD). Julio Borges, saliendo de Caracas a Santo Domingo, afirmó que todo estaba listo y que iba a firmar; faltaba sólo acordar el mes en que se realizarían las elecciones presidenciales, pues ellos pedían que fueran en mayo de ese año y el gobierno insistía en hacerlas en abril. De resto todo estaba acordado. El acuerdo a firmar fue publicado por Últimas Noticias y Tal Cual digital e incluía, entre otras garantías, la designación de un nuevo Consejo Nacional Electoral de consenso entre las dos fuerzas políticas.

Pero Borges, llegado a Santo Domingo, no firmó, se echó para atrás o le fue ordenado por un poder superior no hacerlo. A partir de allí, comienza una nueva política opositora dirigida por expertos estadounidenses y no por los políticos locales. Los negociadores de Maduro, que hasta ese momento consideraban a Borges una persona seria con la que se podía negociar, fueron totalmente sorprendidos, razón que los hace despreciar a Borges más que a ningún otro opositor. El “burguesito” los engañó y los entretuvo y se lo hizo a quienes “se las saben todas”. No deberían sentirse mal, pues realmente no fue el burguesito sino el Departamento de Estado quien lo hizo, luego de decidir que asumiría directamente la política opositora en Venezuela.

Esta nueva política tiene como objetivo central a mediano plazo dejar a Venezuela sin un gobierno reconocido, para afirmar que está en manos de una mafia de delincuentes que se apropiaron del país. Arranca con el desconocimiento de las elecciones presidenciales de mayo 2018, lo que preparó el escenario que llevaría en 2019 al desconocimiento del gobierno venezolano y a la designación por el Departamento de Estado de un Presidente interino. A partir de ese momento, los esfuerzos se dirigen a tratar de romper la unidad de la FANB, para que depusiera a Nicolás Maduro, y a debilitar al gobierno nacional. Acciones violentas de calle, intentos de magnicidio, conspiraciones, sabotajes, golpes de Estado y presiones a funcionarios gubernamentales para que abandonaran el gobierno.

Al mismo tiempo, se orquesta una campaña con las grandes agencias de la desinformación, para hacer ver la existencia de narcotraficantes y terroristas en el gobierno, que luego se convierte en la acusación de narcoterrorista para todo el régimen. EEUU, desde que existe como nación, ha usado diversas excusas para justificar sus acciones de dominación. Cuando Bolívar decían luchar en nombre de la libertad; de ahí la famosa máxima del Libertador en carta a Patricio Campbell. Más adelante, durante la guerra fría, la excusa fue la lucha contra el comunismo. Terminado éste, inventaron la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo.  

De las sanciones económicas y diplomáticas contra funcionarios claves del régimen y sus socios y familiares cercanos, pasan a las sanciones económicas contra la República, que afectan gravemente a la población, la cual ya se encuentra muy maltratada por la crisis económica generada por la pésima gestión gubernamental y, por tanto, muy vulnerable. Se jugó a generar hambre y desasosiego en la búsqueda de un estallido social. Política siniestra, apoyada por venezolanos perversos, que se intensifica en la actualidad con la epidemia de Covid-19. Sin embargo, las medidas tomadas no logran su cometido en el lapso esperado, por lo que se decide profundizar las acciones antinacionales. Proceden a acusar al Presidente de la República y a otros miembros del alto gobierno de narcoterroristas, además de ponerle precio a sus cabezas para completar el descrédito nacional e internacional.

Pero no se detienen ahí sino que avanzan en una amenaza militar concreta, con el falaz argumento de realizar una operación contra el narcotráfico en el Caribe, pese a que el 93 por ciento de la cocaína colombiana se trafica por la vía del océano Pacífico. Duplican sus unidades navales y aéreas en la zona y al parecer los acompañarán en la aventura las flotas lacayas de otros países. Todos en el Caribe enfrentando el tráfico del 7 por ciento de la cocaína que llega a EEUU. Al mismo tiempo, unos cobardes nacidos equivocadamente en Venezuela aplauden, se vanaglorian y ya comienzan a amenazar con una razzia. No se puede esperar otra cosa de gente de esta calaña.

El alto gobierno, por su parte, continúa con la misma política insensata que nos ha traído a dónde estamos. Sin repetir numerosas críticas y condenas a sus políticas y acciones, efectuadas oportunamente en distintos momentos, debo sí reafirmar su total responsabilidad en una de las peores conducciones del país en toda su historia, en la que dilapidó por ignorante, soberbio, negligente y codicioso, la gigantesca riqueza obtenida en 10 años de elevados precios petroleros. Además, despreció con desdén al muy capacitado recurso humano venezolano formado durante décadas, para sustituirlo con personal de otras naciones y con nacionales ambiciosos sin preparación ninguna.

El país fue dejado por el suelo y su población enferma, triste y desesperada. Pero además, Venezuela ha sido colocada en una difícil coyuntura, en la que corre peligro su existencia como nación. No se puede seguir jugando en forma irresponsable a la guerra, como fórmula de sostener una revolución que ni siquiera llegó a iniciarse. Hay que hacer lo imposible para evitar la subyugación nacional ante el imperio más poderoso de la Tierra, pero eso no se logra manteniendo la profunda división existente en el país, sino con acciones totalmente contrarias de unidad nacional con todos aquellos que coloquen a la patria por encima del resto de sus intereses.

Pienso que la decisión del Departamento de Estado está tomada desde hace más de dos años, sin que se haya hecho lo necesario para enfrentarla. Se ha subestimado negligentemente la política estadounidense. Lo ha hecho el gobierno y también la oposición democrática. Es hora de analizar la nueva situación, para hacerle frente de la mejor forma posible y aminorar los daños que seguramente se van a generar y evitar que continúe el sufrimiento de nuestra gente.