Varias generaciones han adoptado esas concepciones y hoy son impotentes para ver la realidad y articular una respuesta.
Humberto González Briceño
La influencia del idealismo y la metafísica en la política venezolana ha sido nefasta. Tan nefasta que varias generaciones han adoptado esas concepciones y hoy son impotentes para ver la realidad y articular una respuesta. Esa forma de ver -¿deformar?- la realidad es la que ha embarcado a miles de venezolanos por caminos de frustración que terminan en cárcel, destierro o muerte.
Por metafísica entendemos la sustantivación de algo que no existe. Y así la metafísica política sería tratar de darle cuerpo a una ilusión que aunque parezca real no existe pero es usada como base de juicio para tomar decisiones que afectan a un grupo. Pero además la sustantivación de las ilusiones ha sido un recurso político muy útil en la arena electoral de las democracias realmente existentes.
Hay corrientes políticas como la socialdemocracia que han hecho de la metafísica y el el reciclaje de promesas electorales su práctica más eficiente para cautivar electores y ganar su voto. Aquí la socialdemocracia no se entiende en sentido estricto como los partidos miembros de la internacional socialista (Acción Democrática, Voluntad Popular), sino además de partidos democratacristianos (Copei, Primero Justicia), liberales (Vente Venezuela) y de la izquierda indefinida (Psuv). Todos, sin excepción, coinciden en sostener un estado de partidos clientelar tal como está definido en la constitución chavista de 1999.
La construcción metafísica que une a todos estos grupos, aparentemente disímiles y contradictorios, son las ideas de “democracia” y “elecciones” como formas para resolver la crisis interna de Venezuela. Las diferencias aparentes entre ellos son de forma, no de fondo. El chavismo (Psuv) con armas dinero y CNE de su lado ofrecerá tantas “elecciones” como quiera, la falsa oposición (partidos de la MUD) dirá que sólo bajo ciertas condiciones (nuevo CNE, etc.) iría a elecciones, y la posición más “radical” sería la de María Corina Machado con Vente Venezuela que condicionan la salida electoral a la caída del gobierno de Nicolás Maduro (…elecciones cuando cese la usurpación!). Todos coinciden en que, de una u otra forma, la salvación milagrosa para Venezuela pasa por unas elecciones donde el pueblo soberano decida su destino.
Por supuesto el chavismo (Psuv) con el monopolio de las armas y las finanzas públicas lleva adelante una política real de control y represión de la sociedad venezolana. Abstracciones como “democracia” y “elecciones” son usadas por el estado chavista como elementos de propaganda hacia lo interno de las fuerzas armadas para justificar su acción represiva. Para la oposición, en sus diferentes variedades, queda el ejercicio oportunista de la ilusión política o el arte de convencer a los venezolanos de que se puede salir del chavismo con arreglo a la constitución chavista de 1999 y unas elecciones. A esto hay que agregar el sofisma predilecto de las oposiciones: “la salida está a la vuelta de la esquina, porque esto (la narcotiranía) ya está a punto de caer”. En eso llevamos veinte años.
La realidad material de Venezuela es la de una nación que cada día deja de ser. La de Venezuela es la realidad de un país descuartizado sin piedad por el chavismo y la falsa oposición. Venezuela hoy es un espacio gobernado por pandillas (políticas, militares, financieras, etc.), sin instituciones, sin garantías, donde sus habitantes carecen de los mínimos medios materiales para sobrevivir y llevar una vida digna. Bajo el chavismo y la falsa oposición Venezuela lo ha perdido todo, su nombre, sus símbolos, sus instituciones, su historia…y ahora su territorio. Pensar en elecciones en un país que se extingue es un ejercicio soberano de cinismo o ingenuidad.
Quienes hacen política desde la metafísica no pueden aceptar esta realidad aunque la entendieran. Hacerlo sería destruir la base de su formidable negocio político basado en el reciclaje de promesas y esperanzas que, aunque coqueteen con una salida de fuerza, siempre serán transadas en alguna fiesta “democrática y electoral.”
Los profesionales de la política, tanto unos como otros, necesitan desesperadamente que los venezolanos sigan creyendo que son dueños de su destino y que la única salida civilista posible sería una basada en el diálogo y las elecciones. Nadie en ese espectro de las oposiciones podría admitir que estamos frente a una lucha existencial contra la barbarie porque hacerlo sería el fin de las ilusiones. Esto sería comenzar a definir posiciones frente a realidades como la vida y la muerte o la comprensión que el único desarrollo racional de este proceso histórico definitorio para los venezolanos sería un acto de guerra.