Desde hace ya bastante tiempo se ha venido manifestando en nuestro medio una corriente política que no ve una manera distinta de resolver o superar la crisis social y política en desarrollo que no sea por la vía de una intervención extranjera en nuestros asuntos internos.
Según esta “tesis” Venezuela y los venezolanos constituiríamos el único país del mundo que no es capaz por sí mismo de poner término a una situación política indeseable como la que nos ha sido impuesta por el militarismo dictatorial Chávezmadurista. En nuestro pasado histórico existen muchos hechos que desmienten contundentemente esa visión fatalista y derrotista, a cerca de la capacidad de la sociedad venezolana para afrontar y resolver este tipo de problemáticas.
En 1810-1811, ni Bolívar, Miranda o los demás patriotas que participan en ese momento crucial de la lucha por nuestra Independencia, se sentaron de brazos cruzados a esperar que viniera Napoleón Bonaparte con su ejército a darnos la independencia y la libertad política. Otro tanto podríamos decir de lo hecho por el pueblo venezolano el 23 de enero de 1958.
Lo expresado no significa, obviamente, desdeñar los apoyos internacionales que siempre resultan indispensables y en ocasiones imprescindibles para el logro de los objetivos políticos planteados. De hecho, tanto Mmiranda como el propio Bolívar se vieron en la necesidad de tener que pedir ayuda para sus luchas. Esta es, precisamente, una de las características básicas de la lucha por la recuperación democrática en Venezuela y de la normalización de la vida económica y social de su población en general. El que esto sea así fue lo que indujo al Presidente de la Asamblea Nacional y Presidente encargado de la República, Juan Guaidó, a declarar en su reciente gira política por el mundo, que la recuperación de los objetivos mencionados, la oposición venezolana no podría alcanzarlos sola, y que por lo tanto, requería de un apoyo más directo, activo y radical de la comunidad internacional. Esto, en ningún caso quiere decir que los actores políticos nacionales y la sociedad venezolana, pierdan o cedan el papel preeminente que deben seguir desempeñando como fuerza dirigente y como fuerza motriz respectivamente, de la lucha política en desarrollo.
Resolver este problema de manera adecuada tiene, sobre todo en estos momentos, una importancia capital: en primer lugar porque le permite a la oposición diferenciar nítida y radicalmente su posición política de la de un régimen dictatorial que aparece ante la opinión pública nacional e internacional como una marioneta manejada por los cubanos, rusos, chinos e iraníes. En segundo lugar porque le trasmitiría a la sociedad venezolana, tanto la certeza de que ella constituye un actor político de primer plano en el desarrollo de la lucha planteada, como la expectativa de que de esa alianza con la comunidad internacional habrá de derivarse la superación de la crisis general (en todos los órdenes) que padecemos los venezolanos. Y en tercer lugar porque de la realización de ese propósito compartido, le corresponde al pueblo venezolano, como en Fuente ovejuna (Lope de Vega) llevar a cabo la parte que definitivamente, resuelva y ponga fin al conflicto.
Le corresponde igualmente decidir –de acuerdo a las circunstancias existentes para ese momento- la forma más adecuada y menos traumática para darle cumplimiento a su parte.
Nadie sabe el momento en que eso habrá de producirse como desenlace de una crisis que ya tiene más de dos décadas, y que cada día que pasa, cada ahora, incrementa su acción destructiva e inflige crecientes y atroces sufrimientos económicos y sociales a los venezolanos, incluidos los abusos y humillaciones a los que permanentemente somos sometidos por la tiranía chávezmadurista.
Es factible, basados en las tendencias e indicadores existentes, hacer proyecciones sobre hechos futuros, lo que no se puede establecer con exactitud es cuándo, cómo y las características que tendrán esos hechos. En esto ocurre lo mismo que con los volcanes, de los cuales se sabe que entrarán en erupción, pero se desconoce a ciencia cierta en qué momento lo harán y la magnitud de su intensidad.
Es evidente que en la Venezuela actual, como ocurre en la sociedad a en la que se desarrolla la obra de Lope de Vega (Fuenteovejuna), se han seguido acumulando hechos y síntomas que, dada su relevancia, llevan a concluir que en algún momento pudiera producirse en el país una eclosión social y política, que no sólo comprometa la dudosa estabilidad de la tiranía militarista, sino que pueda incluso determinar su estrepitosa caída, amén de otras consecuencias impredecibles.
Entre esos hechos y síntomas cabe mencionar: 1- el curso indetenible de la hiperinflación, producto de la continuidad de la monetarización practicada por el BCV para financiar el déficit fiscal crónico por el que desde hace ya tiempo, atraviesa el Ejecutivo dictatorial, y también debido a su política cambiaria que ha permitido que el dólar se esté cotizando por encima de los doscientos veinte (220) mil bolívares por unidad. He allí la causa básica del brutal y acelerado empobrecimiento de toda nuestra población; 2- la quiebra de la economía nacional, cuyas manifestaciones más visibles son: la paralización casi absoluta de la producción petrolera, igualmente, la paralización de las industrias básicas de Guayana, la dramática reducción de la actividad productiva de la industria manufacturera y de la agricultura (incluido el sector ganadero) en más de un 80% de su capacidad instalada, la caída (provocada) en esa misma medida, de la actividad comercial en el país.
Si a este cuadro catastrófico de nuestra economía se le añaden, como de hecho ocurre, las secuelas de la crisis de los servicios públicos, la falta de gasolina, el desempleo y el hambre, etc, entonces podremos hacernos una idea bastante aproximada de la explosividad latente represada en los pliegues de la sociedad venezolana. Pero todavía hay más, a ese cuadro es necesario adicionarle los manejos perversos que adelanta la dictadura para descomponer aún más la situación político-institucional del país, y para hacer más restrictivo el libre ejercicio democrático; manejos que con la complicidad de la “oposición” colaboracionista de “la mesita” (y otros sectores de oposición como el conformado por los diputados integrantes de la AN paralela (los Clap) dirigidos a imponer nuevamente un CNE chávezmadurista que cada cierto tiempo “legitime” su permanencia en el poder. Sorprende la coincidencia existente entre lo que ocurre hoy políticamente en Venezuela y lo ocurrido en Fuenteovejuna en el siglo XVI. Lo que no nos sorprendería en absoluto, es que lo que ocurre hoy en nuestro país tenga el mismo desenlace que tuvo el conflicto en Fuenteovejuna por aquel entonces.