Las noticias que llegan desde distintos lugares del mundo no son alentadoras para la población de jubilados y pensionados, podría decirse, más ampliamente, para la población de avanzada edad, la cual se incrementa con rapidez dados los cambios demográficos que se observan en el mundo.
Absalón Méndez Cegarra I La revolución de los pensionados
Antes de la pandemia del covid-19, la situación de las personas de avanzada edad tenía mucho que ver con su desprotección social por la falta de cobertura universal de los sistemas de seguridad social y los cambios en los patrones tradicionales de protección de la familia y la comunidad. A la falta de cobertura, se agregó, la insuficiencia de la protección social de los adultos mayores y ancianos para el caso de haber logrado alguna. En pandemia y, superada ésta, se revelarán muchas cosas, entre ellas, la pérdida de vidas y la vulnerabilidad de los ancianos como grupo de población.
Los sistemas de seguridad social posiblemente se sentirán económicamente aliviados, pues, ante la muerte de ancianos, habrá disminuido el número de jubilados y pensionados y los gastos en atención médica y medicinas. En todas las formas de aseguramiento, públicas y privadas, se privilegia lo económico y lo financiero y se sacrifica la dignidad humana. Lo importante no es el ser humano, sino pagar menos o no pagar prestaciones sociales comprometidas. Al momento de contratar un seguro se prometen villas y castillos. Cuando ocurre el riesgo asegurado aparecen mil trabas, la llamada letra pequeña de los contratos de seguros. Esta es la concepción de protección –como negocio lucrativo- que anima a los seguros privados y los seguros sociales le siguen de cerca, lo que determina que la seguridad social, muy en la orientación del pensamiento mercantilista y neoliberal, progresivamente, va dejando de ser segura y las personas comienzan a desconfiar de ella. Tesis que es necesario revertir con nuevos planteamientos desde la perspectiva de derechos, toda vez que la seguridad social es un derecho humano y social fundamental. Y, los derechos se exigen, se demandan, no se ruegan, por favor.
El número de jubilados y pensionados crece en la mayoría de los países. Los sistemas de seguridad social y sus regímenes de pensiones, se resienten por ello. Al pago de pensiones se atribuye el déficit fiscal de las naciones y se anuncia la imposibilidad de su pago puntual. Se publican cifras alarmantes del porcentaje del PIB que se atribuye al pago de pensiones; pero, nada se dice del gasto militar. Afanosamente se buscan mecanismos para disminuir el gasto pensional. El Banco Mundial y otros organismos financieros internacionales aplican recetas a los países que acuden en solicitud de ayuda financiera. La condición fundamental es la reducción del gasto en pensiones, para ello se recomienda, entre otras medidas, hacer más rigurosos los requisitos para la obtención, la disminución del monto de la pensión y evitar al máximo el ajuste de las pensiones.
En algunos países, España, Grecia, por ejemplo, se habla de la reducción de las pensiones. En otros países, como en Venezuela, irresponsablemente, se alardea del número de pensionados. 5 millones de pensionados, que reciben 2,5 $ mensuales, en una población total que no supera los 30 millones. Las pensiones disminuyen por diversos motivos según el régimen que las contemple. En los públicos y de reparto simple, por la inflación o el incremento de los requisitos. En los regímenes de capitalización individual-ahorro- por la volatilidad de los mercados financieros y al escaso rendimiento de las inversiones. Razón por la que los jubilados y pensionados están reaccionando en el mundo para exigir reformas que detengan la erosión permanente que sufren las pensiones. A esta reacción, la cual debe profundizarse, al salir de la pandemia, es lo que denominamos la revolución de los jubilados.
Numéricamente los jubilados y pensionados constituyen una fuerza mundial y un poderoso factor de presión social. Sin su fuerza y su empoderamiento en el ejercicio de derechos ciudadanos, los regímenes pensionales ya hubiesen sucumbido por la fuerza, económicamente más importante, de quienes consideran que las pensiones y el cuidado de la salud, deben ir a parar a un mercado en el que se compran y se venden cual producto cualquiera. No tenemos ninguna duda que los regímenes de jubilaciones y pensiones de todas partes del mundo deben reformarse para hacerlos seguros, confiables y permanentes. Que la responsabilidad individual por la protección social debe estimularse al máximo. Que las vías complementarias son urgentes y necesarias. Pero, la cuestión central en materia pensional en nuestros días, clave en la revolución de los jubilados, es la del ajuste de las pensiones ante la pérdida del poder adquisitivo de las mismas.