Henrique Capriles Radonsky vuelve a la superficie de la política venezolana luego de varios años bajo el agua, lo logra de manera muy controversial porque su decisión de participar en las elecciones parlamentarias 2020 es fruto de lo que muchos califican como un pacto con el gobierno de Maduro.
Jesús Silva R.
jesusmanuelsilva.blogspot.com
Sea pacto o no sea pacto, el gobierno nacional está feliz porque al fin tiene a un dirigente opositor de renombre que legitime la fiesta electoral legislativa. Capriles, ex presidente de la cámara de diputados del antiguo congreso, dos veces alcalde, dos veces gobernador de Miranda y dos veces candidato presidencial, es la figura ideal para entusiasmar al voto de miles o tal vez millones de opositores.
Juan Guaidó es el más afectado por la aventura electoral de Henrique ya que si la votación opositora es alta, será difícil desconocer a la nueva Asamblea Nacional, dentro y fuera de nuestro país. Ni siquiera el propio Estados Unidos podrá mantener a Guaidó como presidente interino sin pagar un alto precio internacional como, por ejemplo, perder aliados extranjeros que pudieran optar por una política distinta hacia Venezuela, y ya no aferrarse a Guaidó, quien quedará visiblemente delatado como un pseudo líder sin pueblo.
En este nuevo contexto, de un parlamento que iniciará actividad en 2021 con una numerosa fracción de diputados bajo el mando de Capriles, el ex gobernador mirandinos se asegura el máximo protagonismo en la fauna opositora, tanto en la moderada como en la radical.
Capriles se proyecta a su tercera candidatura presidencial y a la eliminación de su inhabilitación política, con el visto bueno del chavismo o por lo menos del gobierno chavista, ya que éste último se muestra abiertamente dispuesto a indultar y a darle oxígeno político a sus enemigos si se prestan para el juego electoral con condiciones desiguales y otros experimentos políticos. Basta ver a Bernabé Gutiérrez de AD como vedette en Globovisión, o al resurrecto Claudio Fermín en gira de medios o los cuasi chavistas de Avanzada Progresista desfilando por pasarelas mediáticas.
Por su lado, la oposición abstencionista se derrumba, pues el apoyo yanqui a Guaidó pudiera no durar mucho en 2021; los dirigentes en el exilio han sido olvidados por los venezolanos, y para remate el elenco de partidos intervenidos judicialmente tienen exdirigentes dolidos que ahora maldicen visceralmente el voto y cualquier alternativa electoral. Dramáticamente apuestan todo a una intervención militar de EEUU que luce demasiado lejana, dicho esto por altos funcionarios de ese país.
Para colmo, la inmadurez y sectarismo de Guaidó en el manejo de la ayuda económica enviada por EEUU disparó la furia de muchas figuras opositoras que quedaron marginadas y resolvieron rebelarse contra el ex niño mimado de la embajada yanqui. Unas optaron por meterse en La Mesita y otras por presentar demandas judiciales que permitieron imponer nuevas juntas directivas en sus respectivos partidos políticos.
Tal vez el gobierno de Maduro y el PSUV de Diosdado no tengan hoy la mayor popularidad en la historia del chavismo, vale decir, 22 años; pero se debe reconocer que este duo ha sido eficaz en poner a jugar a los opositores en las posiciones más convenientes para la perpetuación del mentado «régimen madurista». La prensa digital opositora (la única que queda) lo atribuye a soborno e intimidación, yo lo atribuyo a la astucia. De astutos es ganar mayoría de diputados en la Asamblea Nacional con pocos millones de votos y esa podría ser la película en 2020.
Yo llamo a todos a votar porque soy chavista de a pie amante de la paz y por lo tanto condeno la invasión gringa, el golpe de Estado y el estallido social como vías para resolver la crisis nacional. Además, esas otras vías hoy no tienen chance y creer lo contrario sería «pensar con el deseo».
@Jesus_Silva_R