Es despertarse cada día, tras día, como cualquier Prometeo condenado a repetirse en la incertidumbre si vivirá un día más
Juan José Monsant Aristimuño
La actriz y comunicadora social Erika de la Vega respondió los insultantes epítetos que le endilgaron, luego haber aseverado en una entrevista que la opción lógica sería la de Joe Biden, de una manera digna de analizar desde el punto político y ético. La instaron a regresar a Venezuela, que era una vendida socialista, etc., no le dijeron fea, porque nadie se lo iba a creer.
Ella, hija de fugados cubanos en busca de libertad y dignidad, perdidos familiares en manos de la tiranía de los Castro, les respondió: “En 1999 le dábamos palo al gobierno de Chávez en la televisión, en un programa llamado Ni Tan Tarde, le dimos la cara al gobierno, mientras muchos otros aplaudían o guardaban silencio…Nos habían recomendado que bajáramos un poco el tono, que tratáramos de llevar el humor hacia otro lado. Seguimos. No había opción. Desde la radio denuncié los abusos de poder… Salí escupida del país, en mi historia se repetía la historia de mi familia… No le debo nada a la revolución bolivariana. Ni siquiera el cupo de Cadivi. Chavista ni fui, ni soy, ni seré”.
Se suma la ausencia de una oposición creíble, honesta, testimonial y audaz, capaz de generar confianza en la posibilidad de su erradicación»
Lo que despertó la furia de tantos venezolanos y cubanos fue: “Me preocupa su incapacidad (la de Trump) de respetar las reglas en un debate, su grupo armado puesto en “stand by” en espera de los resultados de unas elecciones que desde ya no pretenden reconocer, su intención de ir por un tercer período, sus ataques al sistema de votación, entre otras cosas. Todo lo anterior me suena conocido. Y si a algún venezolano, esto no le hace ruido es porque quizás está recordando a conveniencia”.
Las citas son necesarias para intentar comprender las iracundas reacciones a su comentario, a lo menos para quienes están atrapados sin destino en el territorio venezolano. Eso de despertarse cada día, tras día, como cualquier Prometeo condenado a repetirse en la incertidumbre si vivirá un día más, alimentarse, encontrar la medicina imprescindible, la gasolina para trasladarse, sin gas, electricidad, agua; no saber a quién ni donde recurrir porque no existen instituciones, donde en muchos barrios se debe recurrir al jefe de la pandilla por ausencia de autoridad pública; no solo es frustrante, indignante sino desquiciante en lo sicológico, espiritual y material.
Si se suma la ausencia de una oposición creíble, honesta, testimonial y audaz, capaz de generar confianza en la posibilidad de su erradicación, se entiende la esperanza de un guerrero llegado de afuera, para rescatar una nación cuyo único destino pareciera ser su disolución; aún si esa perspectiva constituye una antinomia, tal como lo expone en su incuestionable conclusión, nuestra recia comunicadora.
EL AUTOR es abogado egresado de la Universidad Central de Venezuela, especializado en asuntos y relaciones internacionales. Exembajador de Venezuela en El Salvador.
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