Las elecciones son un ejercicio natural de la democracia
Gustavo Luis Carrera
Se conciben las elecciones como un acto natural, de reafirmación institucional, dentro del ejercicio del sistema democrático. Son calificadas de lógica correspondencia con la necesaria alternabilidad en la conducción de la administración pública. En suma, representan el cumplimiento respetuoso y responsable de un derecho inalienable.
LA TEORÍA. El plano principista señala que las elecciones son procesos irrenunciables y satisfactorios. Irrenunciables, porque constituyen el soporte del estado de derecho. Satisfactorios, porque cumplen con el desiderátum y las expectativas de transparencia y legalidad del conjunto de una población. Y por encima de todo, el estandarte inconfundible: las elecciones son un ejercicio natural de la democracia.
REALIDAD PRÁCTICA. Ahora, en el terreno concreto de los hechos, el proceso electoral plantea complejas situaciones y cuidadosos requisitos que complican, y hasta impiden, su cumplimiento. De hecho, los tropiezos y los obstáculos han signado buena parte de la experiencia electoral en este país; vivencia que pesa en la memoria y pone en guardia ante nuevas posibilidades.
La circunstancia se extrema y llega a la crisis bajo la amenaza de la temible pandemia que acosa en pleno a la población, y ante el alarmante éxodo de venezolanos que aparecen sin derecho a votar, aunque todos, y cada uno de ellos, nacieron, o han vivido, en algún lugar de su tierra, al cual corresponderán diputados.
Qué sentido tiene imponer una elección minoritaria, en medio de una terrible pandemia»
PREGUNTA REVULSIVA. Actualmente hay que tener la valentía y la sinceridad de hacerse la pregunta: ¿tiene sentido un proceso electoral que, además de los reparos que plantea un vasto sector de la población en cuanto a su estructura y su confiabilidad, ha de hacerse en medio de una terrible pandemia, que amenaza a toda la población, y con el estigma de una angustiosa diáspora, que ha convertido en emigrantes a millones de compatriotas?
Además de la abstención ya predeterminada como rechazo a las condiciones del proceso, se calcula que la prevención por la pandemia puede ocasionar una abstención de 2 millones de votantes, entre personas de avanzada edad, pacientes de enfermedades crónicas y precavidos en general, es decir un 10% de los inscritos.
Y de su parte, la diáspora se corresponde con 4 millones de emigrados en los últimos tiempos, considerándose que entre ellos pueden haber 2.4 millones de posibles sufragantes, o sea un 12% del padrón electoral. Sería lógico posponer esta elección minoritaria, en concordancia con la amenaza pandémica; y en justa consideración del recurso que permita el respeto del derecho al voto de todos los venezolanos aptos para ejercerlo, estén o no en la territorialidad del país, ya que el emigrante no es un apátrida. ¿Elección o segregación?
VÁLVULA: “Aparte de los reparos hechos sobre el origen y la estructuración del proceso electoral ya próximo, hay que preguntarse qué sentido tiene imponer una elección minoritaria, en medio de una terrible pandemia, que agregará un 10% de abstención, y de una diáspora, que significa la ausencia de un 12% de votantes. En estas condiciones, ¿se trata de una verdadera elección o de una aberrante evasión segregacionista?».
EL AUTOR es doctor en Letras y profesor titular jubilado de la Universidad Central de Venezuela, donde fue director y uno de los fundadores del Instituto de Investigaciones Literarias. Fue rector de la Universidad Nacional Abierta y desde 1998 es Individuo de Número de la Academia Venezolana de la Lengua. Entre sus distinciones como narrador, ensayista y crítico literario se destacan los premios del Concurso Anual de Cuentos de El Nacional (1963, 1968 y 1973); Premio Municipal de Prosa (1971) por La novela del petróleo en Venezuela; Premio Municipal de Narrativa (1978 y 1994) por Viaje inverso y Salomón, respectivamente; y Premio de Ensayo de la XI Bienal Literaria José Antonio Ramos Sucre (1995) por El signo secreto: para una poética de José Antonio Ramos Sucre. Nació en Cumaná, en 1933.