La crisis latente en el seno de las fuerzas armadas chavistas ante el derrumbe de su propio mito de fortaleza podrían, sorpresivamente, dinamitar la nueva normalidad y provocar un violento reacomodo de los factores
Humberto González Briceño
Cualquier iniciativa o política que produzca el estado chavista solo tiene un único objetivo y es asegurar la continuidad del chavismo en el poder. Suponer algo distinto sería ingenuidad o un intento solapado de hacerse parte de la estafa. No hay evento que impulse el chavismo que vaya en otra dirección. Ya se trate de elecciones, negociaciones con la falsa oposición, supuesta apertura económica, etc. El objeto de esas iniciativas siempre será crear las condiciones para presentar al estado chavista como algo inevitable con lo cual hay que cohabitar.
Con la llegada del demócrata Joe Biden a la presidencia de los Estados Unidos se inicia una nueva etapa en las relaciones entre los EEUU y el régimen chavista de Venezuela. Esta etapa parece definida por la incapacidad de la administración Biden de caracterizar correctamente al régimen chavista como un estado criminal y en consecuencia regresar a los tiempos de Barack Obama donde los norteamericanos pensaban que con el chavismo se podía negociar. Esto es por supuesto un retroceso frente a la administración de Donald Trump que al menos avanzó en la imputación criminal del régimen y algunos de sus jerarcas a cuyas cabezas puso precio. Ahora el gobierno de Biden propone apoyar una negociación precisamente con personas que son acusadas por una variedad de delitos en los Estados Unidos. Una evidente e inexplicable contradicción.
La sumisión de las fuerzas armadas en su conjunto, reducidas al vergonzoso papel de fuerzas armadas chavistas, también son otro factor decisivo para el sostenimiento del chavismo en el poder. Las armas de la nación venezolana están al servicio de la camarilla gobernante y en contra del resto de la población civil liquidando cualquier posibilidad de unas fuerzas que pueda restablecer el orden y la paz.
El chavismo se ve obligado a generar políticas, no para superar la crisis, sino para continuar en el poder»
Por si esto fuese poco hay que sumar la traición de la clase política autodenominada genéricamente como “la oposición.” Este grupo que se subdivide entre seguidores del interinato y alacranes no cesa en buscar formas de entenderse con el régimen chavista vía elecciones o negociaciones.
En este contexto el chavismo, que también está acosado por los problemas de la política real tales como el descalabro social y económico de Venezuela, se ve obligado a generar políticas, no para superar la crisis, sino para continuar en el poder. La debilidad evidente de las fuerzas que podrían enfrentar al chavismo en la política internacional y en la política doméstica le ofrece al régimen una oportunidad única para tratar de blindar su modelo e impulsar lo que hemos llamado la nueva normalidad del estado chavista.
Esta nueva normalidad del estado chavista busca articular elementos de la política real para intentar hacer del régimen algo inevitable frente al cual la única opción sería cohabitar con el. Y no hay mejor momento que este con la ausencia de iniciativas de lucha concretas en el frente internacional y el nacional, además de la fatiga y el cansancio mismo de la población venezolana que ha sido arrastrada en su mayor parte a una lucha diaria por la supervivencia.
Para esta nueva etapa el chavismo promoverá activamente la cohabitación con los dos sectores de la falsa oposición sin negarse, de ser necesario, a un eventual cogobierno»
Esta suerte de reseteo que busca ansiosamente el chavismo cuenta de hecho con un cronograma de eventos que deben verificarse este año y sin duda serán decisivos en su permanencia o no en el poder. Las elecciones programadas para finales de año, las negociaciones en marcha con el sector de la falsa oposición que lidera Leopoldo López, la aprobación de la ley de comunas y la ley de zonas económicas especiales en las próximas semanas son dinámicas concretas que le permiten al chavismo avanzar su posición actual hacia una de mayor consolidación y control. Para lograr esto el chavismo cuenta con todo el aparato del estado y por supuesto con la violencia ejercitada por las fuerzas armadas.
Para esta nueva etapa el chavismo promoverá activamente la cohabitación con los dos sectores de la falsa oposición sin negarse, de ser necesario, a un eventual cogobierno siempre dejando intactas las estructuras fundamentales en las que se apoya el régimen. No hay forma de interrumpir este reseteo que no sea por acciones de facto y de fuerza. Pero estas no necesariamente tendrían que surgir fuera del régimen. Por ejemplo, la crisis latente en el seno de las fuerzas armadas chavistas ante el derrumbe de su propio mito de fortaleza podrían, sorpresivamente, dinamitar la nueva normalidad y provocar un violento reacomodo de los factores que controlan el régimen con otros operadores chavistas más eficientes que promuevan a su vez otro tipo de normalidad, pero esta vez sin Nicolás Maduro y Vladimir Padrino López a la cabeza.-
@humbertotweets
EL AUTOR es abogado y analista político, con especialización en Negociación y Conflicto en California State University.