No reclamo que Diosdado jamás haya pisado como cualquiera de las escuelas de derecho: Si el Poder Judicial anda patituerto, peor si está podrido sería idiota poner los responsables a remendar el capote.
Domingo Alberto Rangel
Desde el extranjero, más que nunca, es posible influir en la política de países pequeños, pero esa condición también funciona en dirección contraria.
Por ejemplo: si bien estadísticas de la ONU nunca puestas en duda señalan que 8 de cada 10 migrantes, jamás regresan a vivir en sus países de origen, extrañamente se observan venezolanos que pescuecean y languidecen en antesalas burocráticas, pidiendo recursos –léase millones de dólares al año- con la “caritativa” intención de brindar asistencia a migrantes venezolanos que retornan a la patria.
¿Será que esas almas bondadosas están seguras del retorno por millones de compatriotas nuestros a la patria que un mal día dejaron, digamos como los Amish lo están de que vivir con electricidad o trasladarse en un carro, son errores que cometen “los otros”?
El caso de los Amish se puede decir que se trata de una posición digna y admirable si se quiere, porque sobre la base de sus creencias son muchas las incomodidades que añaden a las que normalmente se viven en este “Valle de Lágrimas”.
El Presidente elogió al TSJ y al Poder que ese ente encabeza, como perfecto ejemplo de lo que una revolución en materia de justicia le debe entregar a su Soberano»
En el caso de los que pescuecean en la ONU este argumento es más falso que moneda de tres toda vez que estos nuevos candidatos a ser elevados a los altares, por lo general autodesignados “defensores de derechos humanos”, más allá de post grados y doctorados, nunca demuestran haber sacado un preso pobre de la injusta cárcel, en Venezuela o en cualquier otro lugar del globo.
Pero escribí que esa condición tan extraña de venezolanos que desde el exterior buscan influir en nuestra patria común, también funciona “a la vizconversa” como solía decir aquel extraordinario comediante y sociólogo empírico que fue Cantinflas.
Nuevo ejemplo el capitán Diosdado Cabello que hace poco aceptó la misión encomendada por el presidente Maduro de revolucionar el Poder Judicial.
A cosa extraña porque si uno recuerda, no más a principios de este 2021 fatídico, el Presidente, palabras más, palabras menos, inaugurando otro año Judicial, elogió al TSJ y al Poder que ese ente encabeza, como perfecto ejemplo de lo que una revolución en materia de justicia le debe entregar a su Soberano.
Algunos temas que creo debería tomar en cuenta Diosdado quien tiene la enorme responsabilidad de reparar un Poder del Estado que comenzó a cojear»
No reclamo que Diosdado jamás haya pisado como alumno cualquiera de las escuelas de derecho que existen en el país: Si el Poder Judicial anda patituerto, peor si está podrido y carece de reconocimiento por parte del ciudadano, sería idiota poner los responsables a remendar el capote.
Sin embargo, me atrevo a señalar, no vaya a ser que terminemos con unos tribunales “rojos rojitos” como sucedió con Pdvsa cuando Ramírez no era “infiltrado”, algunos temas que creo debería tomar en cuenta Diosdado quien tiene la enorme responsabilidad de reparar un Poder del Estado que comenzó a cojear, desde el punto de vista del ciudadano, desde la vergonzosa huida del dictador Marcos Pérez Jiménez, cuando según estudios serios los jueces eran respetados por la ciudadanía, y salvo en casos políticos como los sufrieron mi padre y sus cuñados, la justicia era justa.
El primero que el tema es muy delicado y el daño tan grande como para pensar que se va a resolver a la carrera, solo porque los dialogantes internacionales y posibles inversores irresponsablemente lo piden.
Si no nos ponemos en mente un plan para 5 o 10 años, digamos fijándose el país –y aquí la unidad si es un valor- como meta llegar a que un tribunal venezolano jamás atienda un entorno geográfico con más de 4.000 ciudadanos, y que a lo sumo el juez tenga que sentenciar menos de 300 casos al año, no se hará nada serio»
¡Tómese su tiempo diputado!
El segundo se refiere a lo que antes sobraba y ahora casi no hay, recursos económicos o financieros.
Y es lo que quizás más se requiere, y nunca se menciona en el país donde el viejo nominalismo español le metió en la cabeza a mucha gente, sobre todo a políticos, que una ley todo lo resuelve.
Si no nos ponemos en mente un plan para 5 o 10 años, digamos fijándose el país –y aquí la unidad si es un valor- como meta llegar a que un tribunal venezolano jamás atienda un entorno geográfico con más de 4.000 ciudadanos, y que a lo sumo el juez tenga que sentenciar menos de 300 casos al año, no se hará nada serio, nada que agradezcan las generaciones venideras, o que el mundo observe con respeto.
Y todo eso es posible, a pesar de las estrecheces.
Dejé de último la carrera del juez, el sueldo y su estabilidad, aparte del papel de las universidades que en el pasado graduaron resmas de abogados como si se tratara de alguna carrera sin mayor importancia.
El salario es obvio que debe ser como para que el candidato no se vea en posición, si es propenso a corromperse, a vender sentencias.
Queda el tema del Sistema Judicial que abarca las cárceles con sus carceleros y personal de apoyo, los defensores públicos, la Fiscalía y los Fiscales del Ministerio Público y los jueces de paz»
Pero, la carrera es otra cosa: un abogado generalmente nunca será un buen juez porque para eso no lo prepara la universidad, y si se quiere tener abogados de primera, el candidato a estudiar derecho, debería antes sacar otra carrera universitaria, aparte de salir bien en el posterior examen de admisión.
Queda el tema del Sistema Judicial que abarca las cárceles con sus carceleros y personal de apoyo, los defensores públicos, la Fiscalía y los Fiscales del Ministerio Público y los jueces de paz.
Si el diputado Diosdado Cabello está dispuesto puede prestarle un gran servicio no solo al gobierno sino a la Nación, pero no es nada fácil y cabe desearle éxito aunque la imbecilidad apueste a lo contrario.
@DomingoAlbertoR
EL AUTOR es ingeniero civil, consultor, asesor y dirigente político. Premio Nacional de Periodismo 2019, mención Opinión.