El trabajo de creador de arte es dejar en el misterio toda la tarea ciclópea que exigió la realización de la obra y en ello radica su arte.
Gustavo Luis Carrera
Originalmente arte (del latín ars) significaba oficio, habilidad, técnica para hacer algo. Por eso, en la Edad Media igual arte ejercía un pintor que un herrero, cada uno en dominio de su oficio. Posteriormente se fue radicando el sentido en referencia al cultivo de la elegancia y sobre todo de la belleza. Se habló entonces de bellas artes, significando el vasto campo de las creaciones estéticas, es decir: las artes que tienen como objetivo representar y trasmitir la belleza. Sin embargo, no se ha perdido la proyección artesanal y pragmática, y se habla de: arte culinario, arte de la encuadernación, arte de la pesca. Así, tenemos dos vías de expresión del arte: una estética y otra material. Pero, vayamos al fondo del sentido: ¿qué es el arte?
EL ARTE ES…Los intentos de definir el arte en su dimensión estética llenan páginas y libros de muy diversa condición a lo largo de la historia. De hecho, todas las proposiciones han resultado incompletas o de subjetividad incomunicable. En el caso de los artistas, de los creadores, en la práctica sus definiciones se refieren a la concepción subjetiva de su arte. Y los diccionarios toman una de estas dos vías: o se limitan a lo mínimo o se explayan en confusas explicaciones. Así, uno se comprime y nos dice: «Actividad humana específica que recurre a ciertas facultades sensoriales, estéticas e intelectuales». Y otro se extiende y nos enreda: «Actividad creativa del ser humano que consiste en transformar y combinar materiales, imágenes, sonidos, etc., para transmitir una idea o un sentimiento y producir un efecto estético, o para embellecer ciertos objetos o estructuras funcionales». Y luego se expanden haciendo coincidir arte con: astucia (tener «malas artes»), evasión («el arte por el arte»), agudeza («el fino arte de la ironía»); y por allí sigue una lista sin término; donde tiene sitio particular el arte popular (regido por leyes y reglas tradicionales de un pueblo). Los artistas, los pensadores, los críticos, en busca de una definición valedera han tomado una de estas dos vías: los más audaces y emotivos, proponer su temeraria definición; los más cautelosos y experimentados, dejar de lado todo empeño definidor, sabiendo su irremisible condena al fracaso, y más aún su inutilidad.
LO DIFÍCIL Y LO ORIGINAL. Las artes -vale decir: las bellas artes- se corresponden con preceptos y principios ontológicos que deben respetar; porque al situarse fuera de ellos, pierden su condición artística. Y dentro de esta preceptiva ocupaba un lugar prominente la dificultad inherente al cumplimiento de esas reglas. Inclusive se hizo ostensible la idea de que se imponía «el arte de lo difícil»; derivándose de ello que las manifestaciones artísticas más «difíciles» eran las más apreciadas. No es necesario rebuscar demasiado para detectar cómo en la poesía alcanzan niveles de admiración formas estróficas tan complejas como la décima y el soneto. O en las artes plásticas, los detalles de encajes en la escultura o de colores inusitados en la pintura. Pero, esta idea de lo difícil como parangón del mérito, se complementa en la postura del Romanticismo que exalta la originalidad, lo peculiar y distinto con respecto a lo anterior y lo circundante. Es decir, la diferenciación del grupo, la disconformidad con el rebaño, como se lo quiera llamar, pasa a ser un tinte de orgullo para el creador. Solamente que en sí la dificultad y la originalidad no son garantías de calidad. Se puede vencer lo difícil sin advenir a lo notable; y es posible exhibir la mayor originalidad sin salir del nivel de lo mediocre.
«OCULTAR EL ARTE». Entonces, ¿dónde está el arte? Desde muy antiguo pensadores alertas se ocuparon del tema. Los más destacados filósofos del pasado lejano sentaron bases para caracterizar el arte en su esencia ontológica, como ser ideal con representación material. Pero, algún indagador peculiar se interesó más en plantearse cuál era el secreto del proceso que llevaba desde la concepción de la obra de arte hasta su presentación culminante. O sea, ¿dónde quedaba todo el trabajo previo, cumplido por el creador, en el logro del producto artístico ofrecido? La pregunta no sólo es valedera, sino justa por demás. No es fácil imaginar el trabajo laborioso que hay detrás de escribir una novela; la concentración anímica que exige la simbología propuesta en un poema; la síntesis narrativa, con economía de palabras y amplia proyección significante, que se compendia en un cuento. Todo ese trabajo, todo ese logro de tenacidad obrera, queda obviado en el misterio creativo del producto literario. (Al consumidor, al receptor, le importa la calidad ofrecida, no el esfuerzo descomunal que fue necesario para concebir y desarrollar los ingredientes). Y allí surge la sutileza singular, el penetrante ingenio de la locución latina antigua, de origen desconocido: «Ars est celare artem» («El arte es (consiste en) ocultar el arte». Así, el trabajo de creador de arte es dejar en el misterio toda la tarea ciclópea que exigió la realización de la obra; y en ello radica su arte. Se cita como de Charles Chaplin una idea afín con la latina: «El arte es ocultar el artificio»; donde se puntualiza que el trabajo previo es un artificio, es decir una habilidad a nivel de lo artificial, de lo no depurado. (Lo que de otra parte no es de extrañar en el caso de Chaplin, donde se ha sabido, viendo sus archivos, cuántos metros y kilómetros de películas quedaron sobrantes después de que él escogía las secuencias más logradas). Y para culminar, animados por la tentación de la sutileza del tema, ofrecemos nuestra versión alambicada: «El arte es ocultar la labor del obrero, y mostrar la arquitectura creada».
VÁLVULA: «Más que intentar definir el arte en sí, tarea donde han fracasado prominentes pensadores y mentes sutiles, importa ahora aproximarse al mecanismo, aparentemente insondable, que media entre la tarea ímproba de gestar una obra de arte y la presentación pública del resultado sometido a la valoración general. Sin duda sigue siendo insuperable el arbitrio latino que dilucida la idea de que el arte consiste en ocultar el oficio».
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