Episodios lamentables como el de Rocío San Miguel nos recuerdan que el problema que enfrenta hoy Venezuela no es de tipo jurídico-legal sino político-militar.
Humberto González Briceño
La reciente detención arbitraria de la experta en temas militares Rocío San Miguel replantea una vez más el debate sobre la naturaleza del régimen chavista. ¿Es este un mal gobierno del cual se puede salir con negociaciones y elecciones? ¿O acaso estamos frente a algo más siniestro y tenebroso que actúa como una organización criminal pero que para todos los efectos se hace llamar “Estado”?
Para contextualizar el tema hay que decir que Rocío San Miguel jamás ha apoyado en sus escritos y análisis una salida militar en Venezuela. Por el contrario, San Miguel ha defendido con convicción la frágil institucionalidad que, en su particular visión, aún podría quedar en Venezuela. Su oposición a las rebeliones militares es lo que la ha ubicado en el campo de quienes siempre han apoyado la vía electoral. De hecho ella apoyó con reservas el referéndum sobre el Esequibo orquestado por el régimen chavista.
Rocío San Miguel es de ese grupo de venezolanos que, seguramente con buena fe, creen que se puede y se debe participar en las pequeñas grietas que el régimen chavista permite y algunos llaman “espacios democráticos”. Desde esa perspectiva San Miguel sería la última persona dispuesta a participar en una conspiración contra el régimen chavista. La misma detención ocurre en el Aeropuerto de Maiquetía, no en una trocha vía Cúcuta, justamente porque ella tenía la certeza que, aun siendo crítica del régimen, no estaba haciendo nada impropio o algo que en verdad presentara un riesgo para el chavismo.
Si todo esto es cierto entonces ¿Por qué detener a Rocío San Miguel quien no representa una amenaza real contra el régimen chavista? La respuesta sencilla, pero con fulcro de veracidad, es que en el régimen chavista no hay intocables a la hora de defender su estabilidad. Cualquiera puede recular preso o muerto con o sin motivo. Siempre se invocará una razón de Estado para justificar esta sistemática conducta.
Lo más probable es que alguien en el régimen resolvió que convenía a los intereses del chavismo acusar de traición a la patria a una persona cuya trayectoria pública la haga la más improbable de todos los sospechosos. Y aquí entramos en la complejidad de la respuesta a una interrogante que aturde. No es que precisamente Rocío San Miguel forme parte de una sofisticada red conspirativa como lo ha sugerido “el poeta” Tareck William Saab. Es que aunque ella no esté implicada hay que implicarla para mandarle un mensaje a aquellos que aún dudan sobre las intenciones reales del chavismo.
La detención de una persona del perfil internacional de Rocío San Miguel no es precisamente un signo de desesperación o miedo como algunos sugieren. Es más bien una acción calculada que forma parte de un plan que busca como primera medida desalentar las deserciones que frecuentemente ocurren dentro de las Fuerzas Armadas chavistas. Es una clara señal para los operadores civiles y militares chavistas, que estén acariciando la idea de traicionar, sobre las consecuencias que esto podría tener para ellos y sus familias.
Para los falsos opositores y para los factores de la comunidad internacional, que aún lloran por regresar al Acuerdo de Barbados, es un claro mensaje de hasta dónde está dispuesta a llegar la furia bolivariana. En un sentido la idea es muy clara. No habrá límites jurídicos ni legales a la hora de imponer la paz chavista. Será como bien lo dijo Nicolás Maduro “por las malas”.
Todo esto debería plantear un profundo, razonado y sincero debate en el campo que se autodefine como “oposición venezolana”. Este no es el momento de darse cabezazos contra la pared, con perseverancia necia, ni de repetir el mantra “nadie nos sacará de la vía electoral”. La realidad nos está demostrando, una vez más, que en este momento no hay vías institucionales para salir del chavismo por lo que hablar de elecciones o de quien será el sustituto de María Corina Machado es una verdadera ociosidad. Mientras no haya garantías políticas para todos los venezolanos y para personas como Rocío San Miguel es absolutamente inútil hacerle el juego electoral al régimen chavista a menos que solo se quiera repetir otro acto de inmolación colectiva con efectos estrictamente terapéuticos y consecuencias meramente anecdóticas.
La falsa oposición y su candidata María Corina Machado, si de verdad quisieran asumirse como una verdadera oposición, deberían comenzar por cancelar la vía electoral y abrir un debate que permita replantear la oposición al régimen chavista. Parte de esta estrategia debería consistir en retomar la agenda de luchas sociales y reivindicativas, no electorales, que son sensibles a millones de venezolanos. Regresar a la lucha popular y ciudadana podría cambiar la correlación de fuerzas en formas mucho más efectivas que hacerse parte del carnaval electoral chavista.
Episodios lamentables como el de Rocío San Miguel nos recuerdan que el problema que enfrenta hoy Venezuela no es de tipo jurídico-legal sino político-militar. No entenderlo significará perder otros 25 años con oleadas sucesivas de venezolanos emigrantes que huyen despavoridos de las opciones que representan ser arrastrados sin horizonte “hasta el final” o ser gobernados indefinidamente “por las malas”
EL AUTOR es abogado y analista político, con especialización en Negociación y Conflicto en California State University.