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El fundamento de la democracia: la tolerancia I Letras Al Margen I Gustavo Luis Carrera

Antonio Leocadio Guzmán (1801-1884) fundó en 1840 el Partido Liberal, el primer partido político venezolano. Automáticamente, sus opositores aparecieron con el Partido Conservador, en un largo recorrido hasta la actualidad. 

Gustavo Luis Carrera   

        Se supone que no es necesario insistir en lo que salta a la vista: cada persona tiene vida propia, donde acumula saberes particulares y experiencias únicas, que la caracterizan individualmente. Y en consecuencia, cada quien se distingue de manera subjetiva. Esta realidad manifiesta, que comprobamos a diario en lo personal, conduce al dicho popular: «cada cabeza es un mundo». Pero, ¿esto es reconocido y respetado en el ámbito social y político? Una pregunta que exige aproximación reveladora.     

La multiplicidad ideológica es un hecho connatural con la agrupación humana»

        DIVERSIDAD. La multiplicidad ideológica es un hecho connatural con la agrupación humana. En toda colectividad se integran personas y grupos con específicas formas de pensamiento, en una abigarrada suma de diferencias conceptuales. Y esto es más que manifiesto; se trata de una condición específica de la dimensión social. Pero, acontece que esta diversidad de pensamiento incomoda a regímenes políticos autocráticos, que pretenden que todo el mundo se someta al patrón de ideas que ellos representan, sin aceptar disidencias, y mucho menos opositores. Aunque, resulta que la diversidad ideológica es el germen de la existencia de los partidos políticos, cuya actuación es sinónimo de democracia. Cada quien tiene el derecho inalienable de pensar de acuerdo a sus convicciones y principios. Sin la tolerancia ideológica el mundo estaría todavía en su estado primitivo. Y la persecución de los disidentes, en una especie de vendetta pública, animada por el odio, merece las palabras de Ghandi: «Ojo por ojo, y el mundo acabará ciego». La diversidad de pensamiento no puede promover el odio; ha de ser aceptada y convenida como un rasgo natural de la condición humana.   

La diversidad de pensamiento no puede promover el odio; ha de ser aceptada y convenida como un rasgo natural de la condición humana”

        CONVIVENCIA. Se entiende por convivencia el acto de vivir al mismo tiempo. Convivir es aceptar que nuestra existencia presupone la de otras personas, con las cuales compartimos el espacio, respiramos el aire, y por igual intercambiamos ideas y pareceres. Los sistemas de gobierno conviven con los ciudadanos. Y éstos se agrupan en partidos actuantes. Y su vigencia se hace tradición. En 1840, Antonio Leocadio Guzmán funda el Partido Liberal, el primer partido político venezolano; mientras, automáticamente, sus opositores aparecieron como el Partido Conservador. En un largo recorrido hasta la actualidad, con altos y bajos, la historia de los partidos se identifica con la historia política nacional. Los gobiernos autocráticos, de derecha y de izquierda, no aceptan la tolerancia y persiguen encarnecidamente a sus opositores, intervienen o anulan los partidos, y conculcan la libertad de expresión. Ejemplo claro de convivencia dan los gobiernos donde coparticipan un poder ejecutivo de una determinada concepción ideológica y un congreso de una mayoritaria posición contraria. Ello sin dejar de lado el hecho de que con los años la vida nos enseña que la tolerancia es expresión de la elevación cultural. Con sutil acierto lo dijo Pedro Emilio Coll: «La tolerancia es la cortesía de la inteligencia»      

        IGUALDAD TOLERANTE.  De hecho, la tolerancia ideológica es una forma de respeto del principio de la igualdad. En efecto, la libertad y los derechos que se pretenden para sí mismo, han de acordarse a los demás. Pero, esto, que parece muy lógico en el plano individual, se pone de lado en el ejercicio feroz del poder político; instaurándose el imperio de la discriminación intolerante. De igual modo, la tolerancia religiosa ha de ser absoluta. El espíritu cristiano moderno, con ostensible predominio del católico, caracteriza a nuestro país. No se conciben en nuestro medio el fanatismo y la discriminación, inclusive de extremo asesino, que ostentan grupos fanatizados religiosos de otras latitudes. La tolerancia es el respeto por las personas, cualquiera que sea su origen étnico o nacional, su religión, sus costumbres, su lengua, sus ideas. Si no hay tolerancia, es el imperio de la tiranía, del prejuicio, de la persecución. La intolerancia se corresponde con el despotismo; de hecho, es el dominio de la desigualdad. Muy enfáticamente lo dijo Voltaire, con una figura expresiva de la mayor elocuencia: «Piensa por tu cuenta, y por igual deja que otros disfruten el privilegio de hacerlo también». La tolerancia se corresponde con la libertad de pensamiento, la libertad de conciencia, la libertad ideológica, la libertad intelectual la libertad de creencia; en suma, la libertad de pensar y de cambiar de ideas. El paso siguiente es la libertad de opinión y de expresión. Así, ¿la tolerancia es una forma de libertad? Digamos, más bien, que es el sustento de la libertad, y por ende, el fundamento de la democracia.    

      VÁLVULA: «Un cuidadoso examen de la esencia del espíritu democrático nos lleva a constatar que todo su andamiaje de libertades públicas y de respeto por los derechos ciudadanos se fundamenta en la tolerancia. La inteligente y justa aceptación de la disidencia y de la oposición es la traducción al terreno de los hechos de los valores programáticos sustanciales de la democracia».

glcarrerad@gmail.com

EL AUTOR es doctor en Letras y profesor titular jubilado de la Universidad Central de Venezuela. Fue rector de la Universidad Nacional Abierta y desde 1998 es Individuo de Número de la Academia Venezolana de la Lengua. Ganador del Concurso Anual de Cuentos de El Nacional (1963, 1968 y 1973); Premio Municipal de Prosa (1971); Premio Municipal de Narrativa (1978 y 1994) y Premio de Ensayo de la XI Bienal Literaria José Antonio Ramos Sucre (1995. Nació en Cumaná, en 1933.

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