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EDITORIAL: La ruptura es inevitable

Las bases del chavismo ya se hartaron. Conocen las taras de los burócratas y a ellos les cobrarán. Del corazón de la “revolución” vendrá el derrumbe definitivo

El chavismo duro, las bases, los movimientos populares que han sido marginados por el poder ya se hartaron. Ellos como parte del pueblo todo, padecen las terribles medidas económicas de Maduro, saben bien que la violencia acaba con sus hijos, sus hermanos, no son pendejos y saben que la corrupción ha alimentado a los peces gordos, los impunes peces gordos, hasta reventar. Maduro negocia con los gringos, con Colombia, con todos. En casa miente. Habla el mismo idioma de las trasnacionales, de las empresas especuladoras. Encubre a las mafias.

La burocracia gobiernera se ha llenado los bolsillos, ha sido incapaz y, para más, ha traicionado su prédica con reuniones con un sector al que siempre ha catalogado como el enemigo. ¿Cómo se explica esto? Fácil. Se ha enquistado en el poder una clase política podrida que con las banderas de la llamada revolución pretende mantener sus privilegios sin importar nada. Esa pretensión, además, intenta seguir allí a base de discursos vacíos y esos cuentos, amigos, nadie se los cree.

El chavismo no ha explotado porque la oposición ha fallado en sentir al país. El liderazgo opositor es torpe y no entiende. Le falta sentido común. Dentro del chavismo crítico nadie se va a retratar con ellos, porque los saben distantes, son el enemigo. Pero el malestar es evidente.

“Los ultrosos”, como los ha llegado a llamar Maduro, no se van a dejar ningunear. Ellos llegan a la gente porque gente son. Alejados de los despachos son los que participan en las comunidades, los que tienen suficiente liderazgo dentro de los barrios, los que han sido marginados por un proceso desigual, injusto, manejado con incoherencia. Y de allí, del corazón del chavismo, vendrá el derrumbe definitivo del desgobierno.