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Falleció a los 100 años Jacinto Convit

El doctor Jacinto Convit falleció la mañana de este lunes a los 100 años de edad, aún se desconoce si fue por causas naturales 

El venezolano fue distinguido con el Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica en 1987, por su labor en el área médica y científica.

Convit fue el encargado de desarrollar dos modelos de vacunación para el control de la lepra y la leishmaniasis. En 1988 su descubrimiento le valió una nominación para el premio Nobel de Medicina.

En su trayectoria contribuyó a la fundación de varias instituciones y asociaciones relacionadas con la labor médica. Fundó la Sociedad Venezolana de Dermatología y Venereología, la Sociedad Venezolana de Alergología y la Sociedad Venezolana de Salud Pública.

El 28 de febrero de 2011 fue condecorado con La Legión de Honor, la más alta distinción honorífica de la República Francesa.

El ilustre venezolano deja un gran legado y será recordado por su labor científica y aportes a la salud de los pueblos del mundo.

100 años de un solo hombre

Admirado y abjurado durante su larga trayectoria como inmunólogo. Jacinto Convit nació en La Pastora (Caracas) el 11 de septiembre de 1913, hijo de un inmigrante catalán y de una venezolana de origen canario. Aprendió a leer en una escuelita que dirigía una señora de apellido Betancourt, según lo relató a El Nacional, en la última entrevista que ofreció a ese medio a la edad de 96 años.

Estudió la primaria en el Colegio San Pablo, que era una institución familiar comandada por los hermanos cumaneses Martínez Centeno, descendientes del Mariscal Sucre. Mientras asistió al Liceo Andrés Bello, fue alumno de matemáticas de Don Rómulo Gallegos.

En 1932 ingresó a la Universidad Central de Venezuela y se graduó en Ciencias Médicas en 1938. El año de su graduación fue decisivo para Convit. Los doctores Martín Vegas y Pedro Luis Castellanos le ofrecieron el cargo de médico residente de la leprosería de Cabo Blanco (Maiquetía, Vargas). El sueldo eran 1.500 bolívares, y el joven aceptó. Allí trabajó quince años.

Se casó con Rafaela Marotta. Tuvieron cuatro hijos: Francisco, que cría caballos pura sangre; Oscar, que falleció en un accidente de tránsito cuando tenía 23 años; Antonio, psiquiatra, profesor de la Universidad de Nueva York y director médico del Centro de Investigaciones Cerebrales de esa institución; y Rafael, que es cirujano y trabaja en el Washington Medical Center. Los dos últimos son gemelos. 

La segregación hacia los pacientes con lepra que presenció en Cabo Blanco selló para siempre su destino. Decidió emprender una verdadera cruzada para que al enfermo de lepra se le respetara su dignidad y para dar con la cura de esta enfermedad de raíz bíblica.

Catalogado por la BBC como uno de los latinoamericanos más influyentes, Convit armó un grupo de investigación para comenzar a tratar la lepra. La investigación derivó en un tratamiento, basado en el agente anti micobacterias Diamino-Difenil- Sulfona y clofamizina, que la OMS bautizó como «Poliquimioterapia de la lepra». Posteriormente el equipo de investigación que dirigía creó una vacuna a base de BCG (vacuna contra la tuberculosis) y de bacilos de armadillo (cachicamo).

Convit ejerció una carrera como médico e investigador enteramente pública, afirmaba que no le interesaba el dinero y que por ello jamás trabajó en la medicina privada. Sin embargo, durante su vida fue muy criticado por otros investigadores de renombre porque no seguía los protocolos de investigación con rigor y experimentaba con sus pacientes.

Tras descubrir la vacuna contra la lepra, el grupo de investigación que encabezaba el Dr. Convit comenzó a trabajar con la leishmaniasis otra enfermedad terrible, que según afirmó en la misma entrevista para El Nacional «es un problema de salud pública grave en Venezuela: son 5 mil enfermos nuevos por año». El resultado fue otra vacuna que, además de ser muy potente para el tratamiento de la enfermedad, es económica.

A los 96 años, su nombre comenzó a sonar otra vez en los medios de comunicación. Esta vez el equipo de investigación del célebre inmunólogo afirmaba que trabajaban, ya en fase experimental, en una vacuna contra el cáncer de mama, colon y estómago.

La premisa era la misma que había usado para curar la lepra y la leishmaniasis: la inmunoterapia o el uso de sustancias que ayuden al mismo organismo a destruir la célula tumoral. «En eso es que estamos trabajando. Llevamos tres años» dijo a El Nacional en 2010. 

En ocasión del centenario de su nacimiento, Marlene Rizk -también periodista de El Nacional- entrevistó a Alberto Paniz, director médico y de investigación de la fundación que lleva el nombre de Convit, que durante los últimos 15 años ha acompañado al longevo científico en buscar una cura para el cáncer, esa enfermedad que dijo en alguna oportunidad le quitaba el sueño.

El Paniz trabaja en el exterior, en el Laboratorio de Microbiología Clínica de la Universidad de Yale, debido a que las plataformas tecnológicas para los estudios de genoma no están disponibles todavía en Venezuela. En septiembre de 2013 dijo a El Nacional que pronto se conocerían resultados interesantes de las líneas de investigación que lleva adelante la Fundación Convit  y que serán publicados y conocidos durante la presentación oficial de la fundación. Sin embargo, ya en 2013 se conocía que, en las pruebas de experimentación en animales había habido regresión de los tumores.

Pese a los buenos resultados que ha tenido la vacuna en fase experimental, la fe inquebrantable en Dios y la certeza que tenía Convit de que la cura contra el cáncer estaba cerca, la vida de un solo hombre no basta para tan grandes descubrimientos.

La vacuna contra el cancer de mama, colon y estómago quedó como la obra maestra inconclusa de este incansable científico venezolano.

Las frases

«El médico debe ser un servidor público. Para mí, esto no es un negocio: se trata de proteger la vida humana», dijo a El Nacional en 2009.

«¿Qué cual es el secreto de mi longevidad? ¿Que por qué no me he muerto? ¿Eso es lo que usted me quiere preguntar? (Sonríe)… Porque tengo proyectos en qué ocuparme. Y me ocupo. Uno no solamente es feliz porque se compre un carro de cien mil dólares o porque viaje o coma en buenos restaurantes. No, uno debe acostumbrarse a ser feliz cuando hace feliz a los demás.», afirmaba para el mismo medio ese año.

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