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El neocolonialismo chino

Nos venden a los capitalistas chinos como las hermanitas de la caridad del siglo XXI que vienen a nuestro país para ayudarnos en forma desinteresada.


Por José Rafael López Padrino

El ya fallecido teniente coronel, al igual que el monárquico de Maduro, han repetido sin cesar que la cooperación con la República Popular de China se basa en igualdad, beneficio y desarrollo mutuos. Nos venden a los capitalistas chinos como las hermanitas de la caridad del siglo XXI que vienen a nuestro país para ayudarnos en forma desinteresada a superar nuestro subdesarrollo.

Sin embargo, detrás de la falaz versión oficial se esconde una realidad muy distinta. La “generosa” política económica que desarrolla China en nuestro país al igual que en el resto de Latinoamérica y el África representa una nueva forma de dependencia, de neocolonialismo. El explotador modelo chino no es más que reedición de la perversa Teoría de la Dependencia del siglo pasado (Cardoso y Faletto 1969) donde el desarrollo y la expansión de la economía de los países de la “periferia” están sujetos al desarrollo otra economía hegemónica “centro” a la que estaba sometida.

Venezuela es un paraíso que le permite al imperio asiático obtener mucho de lo que ellos necesitan, tanto para su supervivencia como país, así como para sus ansias de grandeza imperial. Su ritmo acelerado de desarrollo obliga a China a la búsqueda desenfrenada de recursos energéticos. La elite gobernante de Beijing encuentra en nuestro país una inmensa reserva de petróleo y gas accesible y barato, pero además la posibilidad de invertir en otras áreas de la economía como vivienda, agricultura, transporte, industria, vialidad, electricidad, minería, salud, electrónica, telecomunicaciones, y automotriz. El objetivo de Beijing es claro, asegurarse un acceso a nuevos recursos de hidrocarburos y de materias primas (hierro, bauxita, zinc, magnesio, carbón), así como la posibilidad de abrir nuevos mercados para sus productos manufacturados. Recordemos que China es ahora un gran importador de materias primas de bajo valor agregado y poco nivel tecnológico y un gran exportador de productos manufacturados de creciente nivel tecnológico.

El modelo neocolonial de Beijing nos exige petróleo a futuro como garantía por los préstamos otorgados a través del Fondo Chino, nos otorgan un alto porcentaje de los préstamos en yuanes lo que limita a nuestro país a usar esos recursos fundamentalmente para importaciones desde China. Además nos obligan a que los proyectos financiados sean ejecutados por empresas chinas, utilizando equipos, productos y partes chinas y en algunos casos hasta se establece el empleo de mano de obra china. Condiciones por demás leoninas que afectan nuestra desarrollo e independencia económica.

Esta modalidad de negocios “nada socialista” le permite al gigante imperial un continuo crecimiento económico, y la penetración a nuevos mercados; al mismo tiempo nos genera una mayor dependencia económica-tecnológica para con el gigante asiático. Además, las empresas chinas son generalmente renuentes a permitir la sindicalización de los trabajadores que prestan sus servicios y los salarios que suelen pagar son inferiores a los existentes en el mercado.

China con su “socialismo explotador de mercado” y de dictadura de partido único reescribe las nuevas formas de dominación y de neocolonialismo del siglo XXI. Pretende imponer a los países de nuestra América y del África el viejo modelo explotador «centro-periferia» donde una economía central, autosuficiente y próspera, controla a las economías periféricas, débiles y poco competitivas de nuestros países del tercer mundo.

El maridaje fachobolivariano con el régimen explotador de Beijing lejos de conducirnos a superar nuestro subdesarrollo rentista, nos conduce inexorablemente a una mayor dependencia, y estancamiento económico, así como una mayor pauperización de las masas.

El iletrado de Maduro, condena —discursivamente— al imperio del norte, pero doblega su espinazo ante el imperio chino.