Muchos aplauden la voluntad de hacer viviendas para los más necesitados. No obstante, una de las duras críticas que se le hacen a la GMVV, además de su falta de transparencia en las cifras, es que en muchos urbanismos no se tomó en cuenta el entorno antes de construir los edificios.
Andreina García
El sociólogo Carlos Aponte Blank, que cuenta con una tesis doctoral sobre el desarrollo de las misione sociales en Venezuela, considera en un informe para el Centro de Estudios del Desarrollo de la Universidad Central de Venezuela que “independientemente de los avances cuantitativos que se hayan producido, numerosos señalamientos por parte de expertos apuntan que esa misión ha desatendido muchas de las normativas y ordenanzas urbanas y técnicas para la construcción y que se han descuidado las labores de supervisión, lo que está creando problemas de calidad importantes y evitables en las edificaciones”.
Bajo su óptica, la perspectiva que se tenía al comienzo de las gestiones del presidente Chávez, bajo la asesoría de reconocidos urbanistas del país, de mejorar el hábitat y de habilitar física y socialmente los barrios y sectores populares para crear una integración más efectiva de estas áreas con el conjunto de la ciudad fue desplazada por una visión “viviendista”.
“¿Dónde están los parques, los hospitales, las escuelas, los cines que construyeron para que toda esa gente se pueda sumar al centro y que vivamos todos bien? Eso no existe. Ni se hicieron tuberías nuevas, ni nada de eso”, se cuestiona Zulma Bolívar.
En un estudio realizado por el Instituto Metropolitano de Urbanismo, organismo que preside, en 72 desarrollos habitacionales observaron que en la mayoría de los casos no se cumplían las leyes con respecto al régimen urbano.
“Las ciudades se mueven con la normativa expresada con la Ley Orgánica de Organización Urbanística y la Ley Orgánica del Poder Público Municipal. Las viviendas son el motor principal de una ciudad. Cuando metes vivienda, estás construyendo al lado ciudad, con colegios, salud, fuentes de trabajo. Ni en ciudad Tiuna ni en ciudad Caribia esa gente está viviendo bien”, explica Bolívar.
Según el mismo estudio, las viviendas no fueron pensadas para estar cerca de las fuentes de trabajo o dispuestas en los barrios para garantizar que la gente no volviera a estar en situación de riesgo. La única premisa que sí cumplen los desarrollos del Distrito Capital es que están cerca del Metro y de las vías principales.
“En la Av. Libertador, por ejemplo, no se cumple con la ordenanza de densidad para la zona. Es decir que son más grandes y vive más gente de la que debe. No cumplen con el equipamiento. Es decir, la ordenanza estipula que por tantas personas que viven en el edificio se debe generar, por ejemplo, un kínder o un ambulatorio. Tampoco cumplen con el porcentaje de área verde. Ellos construyeron más sobre la parcela de lo que se debía. No cumplen con los estacionamientos, para ellos nadie va a tener carro y si lo tienen que lo paren en la calle”, destaca Bolívar.
En términos de diseño arquitectónico la especialista señala que muchos edificios no están pensados en función de las corrientes de aire o la salida del sol. “Es impresionante porque la gente dice que deben tener la puerta de su casa abierta hacia el pasillo para que se forme una corriente de aire, porque si no se mueren del calor. Han tenido que cerrar los pisos”, dice la urbanista.
En el caso específico de Ciudad Tiuna, el instituto maneja cifras alarmantes. Consideran que una vez que estén habitados todos los edificios, habrán más habitantes que en el Municipio Chacao sin la infraestructura necesaria. “Imagínate más de 80.000 personas demandando agua, luz, educación, produciendo basura. Además con el depósito de basura al lado en Las Mayas, qué calidad de vida pueden tener esas personas”, añade Bolívar.
Al respecto, Gerson Hernández, presidente de la Cámara Bolivariana de la Construcción, un gremio de empresas que ha construido alrededor de 100.000 viviendas de la GMVV, asegura “eso se manejó por la Oficina de Planificación de Proyectos de la Vicepresidencia. Todo es producto de un censo. En los urbanismos donde no ves estacionamientos es porque casi el 100% de los habitantes no tiene carro”. En el caso de Ciudad Tiuna, destaca que es un urbanismo que se concibió para 25.000 familias. “Es muy grande, por eso se está haciendo por etapas”.
[quote_center]La única premisa que sí cumplen los desarrollos del Distrito Capital es que están cerca del Metro, explica Zulma Bolívar[/quote_center]
La Organización Mundial de la Salud recomienda que hayan entre 10 y 15 metros cuadrados de área verde por habitante. “En toda Caracas no cumplimos con eso, pero en los sitios donde está la GMVV es donde menos hay”, añade.
Otra de las fallas es que aún los edificios no contaban con medidores para los servicios básicos, de acuerdo a datos aportados por el mismo estudio. Lo que indica que el Estado también los subsidia.
Para Zulma Bolívar y el Instituto Metropolitano de Urbanismo no se tomaron en cuenta las zonas naturales de expansión de Caracas, que son el Junquito y el sur-este, ni tampoco se les obligó a estos edificios a retirarse de sus linderos, ni se han abierto los locales socioproductivos que deberían tener todos los edificios que estén en el centro de la ciudad.
“Construir viviendas no es hacer ciudad”, es la premisa que manejan desde el instituto. Tan solo en el área metropolitana de Caracas el Instituto Metropolitano de Urbanismo determinó que para las 34.942 viviendas entregadas hasta enero de 2015, según las ordenanzas municipales, se necesitan 94 hectáreas de áreas verdes, 17.410 puestos de estacionamiento, casi 250.000 kilowatios de electricidad adicionales y tres camiones de basura para recolectar 125.971 kilos de basura generados al año.
Además se requerirían 10,2 hectáreas de áreas para preescolares; 31,4 hectáreas para educación básica; 3,1 para educación diversificada. Es decir que se requerían más de dos parques como el Parque Generalísimo Francisco de Miranda para satisfacer las necesidades de los nuevos habitantes de los edificios de la GMVV.
Yo vivo en un edificio de la GMVV
Para Emilia Pimentel, una de las beneficiarias de la GMVV, damnificada de Nueva Tacagua en el 2010 que vive actualmente en los edificios de la Av. Bolívar, no hay nada como el gobierno, al que califica como «maravilloso y hermoso». «Gracias a él tengo mi casa y estoy en el centro. No agarro jeep, no ando matándome con la gente para llegar a mi casa”.
El agradecimiento que siente Pimentel es común en muchos de los beneficiarios de la misión que han sido adjudicados en el centro. Para ellos, la vida es otra desde que salieron de los refugios y llegaron a su nuevo apartamento. No hay crítica que valga. Antes vivían en riesgo o habían perdido su casa, hoy tienen una vivienda digna.
[quote_center]La vida en el refugio fue un poco fuerte, pero por una parte era bueno porque cada quien tenía su habitación individual, dice Teresa González, damnificada de Antímano [/quote_center]
Pero mientras los que tienen apartamento están satisfechos, más de 2.000.000 de ciudadanos a los que se les prometió casa siguen a la espera de ser llamados por la GMVV. El mecanismo de adjudicación es otro de los temas oscuros del programa.
“No conozco el mecanismo de adjudicación. Sé que los censos han disminuido el número pero no han dejado de existir, sobre todo para esas viviendas calificadas como de alto riesgo. Son viviendas que se pueden derrumbar y esa gente se está bajando a los refugios. La adjudicación directa se está haciendo según los censos”, apunta Gerson Hernández, al frente de la Cámara Bolivariana de la Construcción desde hace tres años.
Teresa González, otra de las beneficiarias de la GMVV, se mudó hace año y medio a un apartamento de tres habitaciones en uno de los edificios de Bellas Artes, ubicado entre la avenida Bolívar y la avenida México. Administra una panadería que funciona en uno de los locales socioproductivos de su edificio.
“Ha sido muy bueno porque nos entregaron los apartamentos, después de vivir dos años en el refugio que estaba en el Hotel Terepaima. Somos damnificados de Antímano de cuando las lluvias de 2010. La vida en el refugio fue un poco fuerte, pero por una parte era bueno porque cada quien tenía su habitación individual”.
Teresa cuenta que los censaron en el hotel, les hicieron pasar por el capta huella y hasta verificaron que tuvieran los documentos de los bomberos y de riesgo que avalaban que su casa no era apta para estar habitada.
“En el barrio uno estaba acostumbrado a las bodegas, a la calle, a los abastos, a salir a agarrar el jeep. Aquí no, aquí todo es centro. Está el metro, los bicentenarios, todo está cerca y lo mejor de todo es que nos aprobaron este proyecto de la panadería, junto a la comunidad”, dice.
Para abrir la panadería, Teresa cuenta que primero se hizo el comité multifamiliar, luego constituyeron un consejo comunal porque hicieron un diagnóstico, un censo completo de toda la comunidad. Y fue a través del consejo comunal que presentaron el proyecto de la panadería a la comunidad. Después de presentarlo a la comunidad y de 11 asambleas, obtuvo la aprobación para abrir la panadería.
“El Gobierno aún no nos ha bajado los recursos para los locales. No tenemos proveedor de harina, todo ha sido con el esfuerzo y la constancia nuestra. Yo toda la vida fui buhonera, desde los 13 años que comencé a trabajar, de la calle, corriéndole a la policía. Aquí en la panadería trabajamos junto a la comunidad”, comenta.
“Ha cambiado todo, porque es muy distinto estar en la calle aguantando agua, lluvia, sol, y corriendo de la policía, a tener un local. Es diferente, es algo que uno tiene que valorar. Que gracias a dios y al presidente nos aprobaron esto. Aunque todo está muy caro, la harina, la levadura, la manteca, nos alcanza para mantenernos. Ha habido momentos en los que hemos tenido que cerrar porque nos falta la levadura, si no falta la harina o el azúcar, la manteca. A veces no se consigue todo de una vez”, sopesa.
[quote_center]Los que llegaron que no venían con nosotros vienen de otros lugares, apenas aquí nos estamos conociendo, señala González[/quote_center]
En el edificio viven 144 familias. Teresa explica que su casa anterior era más grande que el apartamento de tres habitaciones donde vive ahora. Para ella vivir en el centro de la ciudad no se puede comparar con estar en el barrio. «Cuando trabajaba en la buhonería agarraba dos transportes públicos para ir del sitio donde iba a guapear a la casa y viceversa. Antes hacía mercado en los buhoneros, hacía la plata en la calle y llevaba la comida para la casa”, relata.
Sobre la necesidad de recrearse y de áreas verdes, Teresa apunta con modestia que no les hacen falta porque tienen muy cerca el Parque Los Caobos, a donde siempre van. «Creo que sí haría falta un parquecito para los niños pequeños en la parte de atrás del edificio. Nosotros aquí hasta tenemos un pequeño conuco, sembramos ají, pimentón, cebollín, cilantro y hasta una mata de lechosa tenemos», dice con picardía.
Los vecinos de Teresa son de diferentes barrios, unos vienen de Antímano, otros del Cementerio y de otros sitios. «Solo nos conocemos las 19 familias que venimos del refugio Terepaima, después los demás son aparte», explica.
Aunque se han realizado censos para adjudicar los inmuebles, los problemas de convivencia e inseguridad no son ajenos a los vecinos de las edificaciones de la GMVV. El presidente Nicolás Maduro incluso manifestó en su programa radial En Contacto Con Maduro del martes 28 de abril que deben quitar la vivienda a quien esté metido en delito. «El que esté metido en narcotráfico o atracando va fuera de los urbanismos».
Desde 2013 han sido asesinadas 28 personas en edificios de la GMVV ubicados en la Gran Caracas, según lo recoge la periodista María Laura Chang en un trabajo para la web efectococuyo.com.
En opinión de Zulma Bolívar, pese a que el programa promueve la inclusión social porque mezcla a personas de diferentes clases y zonas, «socialmente hablando unas de las grandes fallas es que metieron gente de muchos sitios. Metieron malandros y gente buena que perdió su casa, con costumbres diamentralmente distintas. Y adentro ha hecho que no nos entendamos. En algunos casos piden vacunas para subir de piso”, destaca.
Por su parte, Hernández, de la Cámara Bolivariana, cree que se debería enseñar a la gente a vivir en comunidad, “no solo las normas de convivencia. Que se les pueda manejar un fondo, producto de ese pago que ellos mismos están haciendo, que sea para mantener el edificio”.
El constructor cree que no solo basta con resolverle el problema de la vivienda a las personas sino que habría que también incentivar el sentido de pertenencia cobrando una o dos unidades tributarias para crear un fondo de mantenimiento o para poder construir más casas.
Teresa resalta que se lleva bien con todo el mundo, sus hijos también. «Somos puro trabajar, pero la seguridad es un tema fuerte. No tanto en el edificio sino que en esta zona la inseguridad es fuerte, creo yo que más que en los barrios. Deberían trabajar en eso, en la seguridad. En Antímano nunca habíamos tenido problemas porque uno conoce a los malandros, aquí no”.
Si quiere contactar a la autora de este trabajo, escriba a andreina@larazon.net