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La Comuna de los Diablos

La esencia profunda de la Cofradía de los Diablos Danzantes no es sólo religiosa


Gustavo Luis Carrera  

Seguramente para decepción de algunos lectores, con este título no se alude a la política o al mundo oficial y privado (en esto si hay conciliación) de noveles empresarios prematuramente milmillonarios o de importadores “revolucionarios” de diabólico enriquecimiento insaciable. De lo que se trata es de una forma pura y noble de Comunidad o de Agrupación Comunitaria, a la vez de extraordinaria actualidad y de admirable fidelidad a una tradición: la de la Cofradía de los Diablos Danzantes. La esencia profunda de esta corporación popular no es sólo religiosa.

COMUNA. Las comunas o comunidades fueron formas primarias medievales de agrupación sectorial de lugares y de personas, con un propósito autonómico frente al poder central del rey. Las primeras surgen en España, más exactamente en Castilla, contra Carlos Quinto, en el siglo XVI. En América, sobresalen los comuneros de Paraguay y de Nueva Granada, en el siglo XVIII. Esos antecedentes se proyectan en la Comuna de París, que dominó la ciudad durante poco más de dos meses, en 1871; ello a raíz de que el ejército prusiano se retirara. Esta comuna, a pesar de su brevísimo ejercicio, se convirtió en un símbolo para los nuevos movimientos socialistas, y en particular para los que adoptaron el nombre de comunistas.

COFRADIA. Las cofradías populares son entes de ayuda mutua. Su sentido es el de fraternidades de apoyo entre iguales; por eso surgen, en grupos de trabajadores del campo (haciendas, y después conucos), con vocación protectora ante los desmanes de los patronos y los gobiernos, y en casos de cataclismos naturales. Entre las cofradías populares que permanecen en este país sobresale, merecidamente, la de los Diablos Danzantes de Yare, que ya cumple 262 años.

DIABLOS. En efecto, en particular son conocidos los Diablos de esta población del Estado Miranda. Allí perviven con notable fuerza y admirable colorido, llegando al extremo de ser sinónimo de la celebración. Sin embargo, son diversas las cofradías de Diablos Danzantes de cuya existencia tengo información: de Naiguatá (Vargas), Turiamo, Chuao, Cagua, Ocumare de la Costa, Cata, Cuyagua (todas de Aragua), Patanemo (Carabobo), San Rafael de Orituco (Guárico), Tinaquillo (Cojedes). Todo lo cual conforma el hecho cierto de que en ninguna otra parte, como en Venezuela, se da el culto intenso de esta tradición. De allí que, en resaltante acto de justicia, la UNESCO haya declarado, en diciembre de 2012, a los Diablos Danzantes de Venezuela parte del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. El Corpus Christi es el día de los Diablos Danzantes. El culto religioso al respecto se estableció, como una conmemoración señalada por procesiones con la custodia con la hostia, que simboliza el cuerpo de Cristo. Concretamente en Yare, la tradición surge en el siglo XVIII, extendiéndose a las poblaciones negras de la Costa y sus cercanías. De tal modo que la de los Diablos es danza de fe y solidaridad.

Válvula: “Así como en ninguna otra parte, como en Venezuela, hay tantos Diablos, cabe destacar la diferencia entre el carácter inclusivo y solidario de la Cofradía de los Diablos, de una parte, y de la otra, el tenor impositivo y discriminatorio de las llamadas comunas políticas y territoriales, categoría primitiva, anacrónica, de la cual no parecen tener una clara idea quienes la propugnan”.

glcarrera@yahoo.com