Venezuela vive su peor crisis en todos los órdenes: social, político económico e incluso moral
José Rafael López Padrino
Tristeza causa la actitud asumida por ese sector que dentro del pastiche ideológico que representa el social-chavismo se hace llamar de izquierda, ante los sistemáticos atropellos nazi-fascistas implementados por el régimen de la dupla siniestra (Maduro-Cabello). Bastaron 16 años de asociación con el régimen, para dilapidar y hacer trizas su patrimonio político-ideológico de lucha por el socialismo, por los derechos humanos y por la emancipación de los explotados. Es esa izquierda espuria que evidencia signos de cansancio, y pérdida de su norte ideológico. Su apuesta es disfrutar de las mieles del poder, no importando el precio a pagar. Sus hacedores parecen renunciar al ejercicio crítico de la razón para justificar lo injustificable. Su pedagogía incita al delito y el mensaje al fraude: se puede robar, mentir, asesinar, enriquecerse, no menos que pactar con torturadores en la medida que se consolide el proyecto del fallecido comandante eterno. Su pensamiento es borroso, acomodaticio, alejado de cualquier principio ideológico revolucionario. Defienden hoy con sin igual vehemencia lo que condenaron en el pasado (la represión, la violación de los derechos humanos y de la autonomía universitaria, la intervención del Estado en los asuntos sindicales, el militarismo, etc.). Sin ejercer la crítica, por considerarla inoportuna, sus voceros se han transformado en verdaderos cómplices de los desmanes de esta dupla funesta empeñada en destruir al país.
Esta sarta de renegados ideológicos hoy en el poder se han empantanado en las cloacas de la cultura militarista y de los anti-valores. Son los traficantes que siguen prometiendo “felicidad y prosperidad” cuando la realidad del país nos indica todo lo contrario. Son los mismos que apoyan la militarización de la sociedad, la represión contra los obreros en Sidor, de los estudiantes y de las comunidades indígenas Yukpa y Pemones. Los que aplauden la creación de las empresas mixtas, las zonas económicas especiales, el establecimiento de alianzas con el capital transnacional, la subordinación de la clase obrera ante un Estado explotador. Los que disfrutan de los atropellos de la Guardia Nacional y demás cuerpos represivos contra ciudadanos comunes, de las humillaciones y vejaciones contra los presos políticos como la vivida por Daniel Ceballos (rapado y obligado a vestir ropas de preso común) en el Centro Penitenciario 26 de Julio del Estado Guárico (mucho nombre para la miseria que se vive en su interior). Son los trepadores-mitómanos que disfrutan del control de los medios masivos de información como arma psicológica e ideológica para el control social de los ciudadanos, son los que utilizan y manipulan las imágenes de revolucionarios caídos defendiendo las banderas de la libertad como Livia Gouverneur, Fabricio Ojeda, Américo Silva, Argimiro Gabaldón, Nicolás Hurtado para justificar sus fechorías. Son en síntesis unos renegados fascistas.
No hablo obviamente del inefable Rodríguez Chacín, involucrado la masacre de El Amparo y El Amparito, o de Roger Cordero Lara participante de la masacre de Cantaura, hoy furiosos defensores del socialismo militar con tufo facho. Tampoco me refiero a esa logia de aduladores de oficios como Mario Silva, Eva Golinger, Tania Díaz, Walter Martínez, etcétera, cuyas convicciones revolucionarias dejan mucho que desear. Menos aún al defensor del pueblo Tarek William Saab, transmutado de poeta rebelde a peón de la dupla fatídica del Palacio de Misia Jacinta o de un Tareck El Aissami -fachoso de poca monta- quien ha declarado públicamente como objetivos militares a dirigentes de la oposición y acaba de justificar el asalto armado por parte de las hordas del PSUV a la Alcaldía de Mario Briceño Iragorry en la ciudad de Maracay. Acción vandálica en la cual además de destruir el inmueble, lanzaron desde el segundo piso a Alejandro Ledo (camarógrafo de esa alcaldía) ocasionándole fractura de cráneo.
No refiero igualmente a los genuflexos de oficio como el general Padrino López y su alto mando militar, soldadesca voraz y celestina que sólo ha ganado batallas en los predios de los mercales o en los feudos de los carteles del narcotráfico. Me refiero a dirigentes y militantes de esa izquierda domesticada por los petrodólares, con quienes compartimos trincheras de lucha en el pasado, que nadamos contracorriente en defensa de un proyecto emancipador y que hoy lamentablemente avalan y ponderan con singular entusiasmo todas las atrocidades que el régimen adelanta en el marco de su proyecto cuartelario. Atrás quedaron los principios, hoy no son más que malolientes aduladores que razonan en función del libreto que les impone la dupla infausta instalada en Miraflores.
El socialfascismo bolivariano muere, agoniza, inmerso en una profunda crisis que pone en entredicho su continuidad iniciado hace 16 años por ignorante oficial tropero lleno de odios, resentimientos y contradicciones ideológicas. El barco hace agua por todos sus costados: padecemos la inflación más alta del planeta en el 2014, los niveles de escasez de alimentos y medicinas oscilan entre un 25% (región capital) hasta un 60% (regiones del interior de la República), una caída sistemática de las exportaciones no petroleras (más de un 70%), la destrucción del aparato productivo nacional, y continuas devaluaciones de la moneda nacional. Además, la práctica de la tortura como política de Estado, la ruina de la educación superior, la cultura y la ciencia, una corrupción galopante e impune, y la narco-profesionalización de la Fuerza Armada Nacional. Todo ello ha convertido a la barbarie social-bolivariana en un monstruo degastado con pies de barro.
Venezuela vive su peor crisis en todos los órdenes: social, político económico e incluso moral de su vida Republicana.