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Rafael Céspedes: “Nosotros pactamos con Irene Sáez”

Rafael Céspedes, asesor de campañas electorales

Rafael Céspedes Morillo, asesor de campañas electorales, relata los detalles que llevaron a Hugo Chávez al poder en 1998


Pablo López Hurtado

Durante los últimos 29 años Rafael Céspedes Morillo (Cotuí, República Dominicana, 1948) se ha dedicado a asesorar a políticos en sus campañas electorales. Antes trabajó como publicista al frente de la agencia Eco Publicidad, pero el negocio dejó de ser rentable cuando los clientes ponían trabas para pagar. Con la política le ha ido mejor. Su primer contacto con ese mundo fue a los 16 años cuando ejerció como secretario de Joaquín Balaguer, caudillo dominicano que gobernó el país en tres oportunidades. Tiempo después, cuando ya contaba con 50 años, llegó a Venezuela con el objetivo de hacer que un hombre con el viento en contra llegara a Miraflores. Céspedes fue el asesor de Hugo Chávez en la campaña electoral de 1998, que se coronó con la victoria en las presidenciales un 6 de diciembre, exactamente hace 17 años.

En el libro “Estrategia y asesoría política: mis experiencias”, el asesor cuenta los intríngulis de una carrera que también lo ha llevado a trabajar a Panamá. Aquí en Venezuela ha prestado sus servicios a Henrique Salas Römer, adversario de Chávez en 1998; a Irene Sáez, Alexis Navarro, Florencio Porras, María Corina Machado, entre muchos otros. El libro, que originalmente se iba a llamar “Chávez y yo”, cambió en su concepto general después de la muerte del presidente venezolano en 2013. “Consideré que si lo hacía como lo tenía planeado originalmente no iba a resultar creíble. La gente se iba a preguntar por qué no dije esas cosas cuando Chávez estaba vivo”, relata en entrevista con “La Razón”.

¿Cuál fue su primera experiencia como asesor de campañas electorales?

A un amigo lo lanzaron prácticamente obligado a una candidatura para ser senador en una provincia del norte de Dominicana. Me invitó y me dijo: Yo me meto a esto si tú me haces la campaña. Yo no tengo experiencia, le dije. Comienza, porque yo sin ti no voy, respondió. Me mandaron con Ramoncito Díaz, el mejor publicista para la época, mi maestro. Ramoncito al conocer esa situación me dijo: Tú no puedes dejarme mal. Fájate que yo te ayudo. Esa campaña fue extraordinaria, con un resultado extraordinario. Eso produjo entusiasmo para mantenerme en el área y más llamadas de gente que quería conocer quién hizo la campaña de Félix Vázquez, que todavía es senador.

¿Si después de esa campaña recibió llamadas, imagino que tras la victoria de Chávez en 1998 aquello fue una locura?

Sin dudas que sí. Antes de la de Chávez yo hice la campaña del papá de Chávez. Hugo de los Reyes Chávez era candidato a gobernador en Barinas y dos meses antes perdía contra Rafael Rosales por 23 puntos. Su hijo me dijo: Necesito que me demuestres que es verdad que tú sabes tu cosa. Y me dio una encuesta donde el papá perdía por 23 puntos contra el gobernador en funciones y candidato a la reelección. Nos fuimos al otro día a Barinas; a los tres días regresamos, y le dije: Mira, esto es lo que yo creo que hay que hacer. ¿Si hacemos eso ganamos?, me replicó. No, si hacemos eso podemos ganar, porque la cosa está bien jodida. Esas regionales fueron el 8 de noviembre y las presidenciales el 6 de diciembre.

“Leonel Fernández fue el único presidente en funciones que ayudó a Chávez siendo candidato”

¿Ese resultado le hacía pensar lo que iba a pasar el 6 de diciembre de 1998?

Claro que sí. De hecho, el eslogan que usé en la campaña regional era: “Tus dos votos, tus dos Chávez”, porque yo ya preveía que Chávez era medio portaviones, ya tenía esa imagen de triunfador. La imagen de portaviones de Chávez comenzó a ser usada a partir de ese momento.

Y desde entonces fue así en toda su carrera

Sí. La siguiente oportunidad fue cuando Irene Sáez en Margarita, que llegó, desgraciadamente, tras la muerte de don “Fucho” Tovar. Te voy a dar una primicia: Irene y nosotros llegamos a un acuerdo político en 1998.

¿En qué consistía?

Ella no podía retirar su candidatura presidencial. Y el premio que se le dio fue la candidatura a gobernadora en Margarita, cuya idea original fue de Marisabel Rodríguez, la entonces esposa de Chávez. Irene era muy reconocida a nivel mundial y con una obra que venía de hacer en la alcaldía de Chacao. La idea era aprovechar esa imagen para impulsar el turismo en Margarita.

¿Pero la idea del acuerdo con Irene fue suya? ¿De Chávez?

Es mía. Se dio a raíz de una actitud poco política, poco educada, por parte de Salas Römer, que le hizo un desplante a Irene. Como asesor uno tiene que estar a la caza de errores ajenos para convertirlos en algo positivo para su candidato. Vi eso y lo consideré un desafuero. Chávez y yo aterrizábamos en La Carlota y le dije: Te tengo una buena noticia, te vas a abrazar con una mujer que da la hora. ¿Quién es?, me respondió. Fulana de tal. A mí no, dijo Chávez. Sí, hermano, tienes que abrazarte con ella. Duré hora y media y al final lo convencí. Y de allí salió la famosa foto en la primera plana de “El Universal” donde Chávez se encontró con ella en el hotel Meliá Caracas y le entregó una flor a Irene. Imagínate el contraste entre un individuo que hacía dos semanas le había dado la espalda y otro que le entrega una flor.

¿Qué buscaba con eso?

Que los dos puntos que tenía Irene no se me fueran para ningún lado, porque yo sabía que no iban para donde Chávez jamás. Pero lo único que yo podía lograr con eso era represarlos.

Ella estuvo a punto de retirarse…

Claro. Una o dos semanas antes se había retirado mi amigo Claudio Fermín. Esos puntos de Claudio no sé para dónde fueron, pero con Chávez no, porque eran 99,9% adecos. Si los de Irene eran casi todos copeyanos, para donde Chávez no iban. Podían irse para su casa o con Salas Römer. ¿Qué prefería yo? Que se quedaran estancaditos, que no se movieran. Eso fue lo que intentamos y creo que lo logramos.

El contacto con Chávez

¿Cómo llega usted a Hugo Chávez? ¿El presidente dominicano Leonel Fernández tuvo que ver?

Yo no llegué donde Chávez; Chávez llegó a mí. A él, un sector del gobierno de Leonel Fernández lo invitó a dar una conferencia sobre la Constituyente en el país. Eso produjo una serie de inconvenientes diplomáticos. Entiéndase: embajada norteamericana y embajada venezolana. Eso creó un problema con estos funcionarios del gobierno con los que yo acababa de hacer un trabajo publicitario muy bien calificado en términos de resultados. Eso motivó a que esta gente me llamara para presentarme la panorámica que había con la visita de Chávez.

“Como asesor uno tiene que estar a la caza de errores ajenos para convertirlos en algo positivo para su candidato”

¿En qué consistió su trabajo?

Yo hice las relaciones públicas y modificamos casi todas las actividades que ellos tenían para él. Una de esas cosas que modificamos fue que la recepción que se le haría al otro día de llegar no fuera en el salón de recepción de una de las instituciones del Estado, sino que fuera en una casa que tuviera las condiciones físicas que permitieran hacer eso. No hubo una sola persona que la quisiera prestar y yo tuve que prestar la mía. Por eso es que Chávez fue a mi casa no yo a la suya.

¿Se conocieron en su casa?

Sí. Nos conocemos y esa noche, posteriormente, él tuvo un encuentro con el presidente Leonel Fernández y le plantearon los números. Chávez tenía 34% y Salas Romer 31% en las encuestas. Leonel que era un gran entendido en la materia y le dice, según me cuentan, porque yo no estuve: Esos números dicen que puedes ganar, lo que te hace falta es un asesor de calidad cercano para que te maneje eso. Chávez le dijo: Ese tipo de profesionales cuesta mucho dinero y eso es lo que yo no tengo. La respuesta de Leonel fue: Yo voy a colaborar con ese personal. Y mandaron a otro personaje y no a mí. Yo no tenía relaciones con Leonel. Ese personaje no fue, dejó a Chávez esperando.

¿Por qué?

Parece que no veía en Chávez posibilidad alguna. Yo vi un escrito de un funcionario del gobierno que decía no había manera que ese señor, con el gobierno norteamericano en contra, con el gobierno de Venezuela en contra, con los medios en contra, pudiera ganar. Eso era perder el tiempo.

¿Y por qué usted sabiendo eso sí aceptó?

Porque yo tenía allí mi primera oportunidad de hacer un trabajo internacional de cierto nivel. Desde el punto de vista profesional tenía una valía mayor a cualquier emolumento en término de honorarios. Segundo, porque temperamentalmente yo soy arriesgado, me gustan los retos.

El «Dominicanito»

¿Cuáles fueron los principales problemas que encontró en la campaña de 1998?

El primero fue mi origen. No se entendía en Venezuela, al nivel alto del chavismo, que un “dominicanito”, como me decían por detrás, pudiera manejar o dirigir una campaña de ese nivel con éxito. Por eso un señor como Luis Miquilena me bautizó como el “jarrón chino”. Yo no sabía qué quería decir eso. Mari Pili Hernández, mi asistente entonces, me explicó que era una pieza que cuesta mucho, pero que no sirve para nada. Yo tuve que pedirle a Chávez una reunión con Luis Miquilena presente y le dije: Si este señor no me deja trabajar, yo puedo irme mañana mismo. Yo no puedo permitir que se meta en mis asuntos. Yo a nadie le he ido a pedir dinero, que es su área, o hacer contacto político. Que me deje dirigir esto o búscate a otro.

Miquilena fue un “enemigo”, pero después de mes y medio de hacer las primeras transformaciones a Chávez, en términos físicos, convoqué una reunión en Multinacional de Seguros, que era mi segunda oficina. Convoqué a Miquilena, a Chávez, a Müller (Rojas), y otras personas más, y les mostré algunos videos de Chávez antes y después de mi llegada. Me aplaudieron. Eso era lo que estaba haciendo el jarrón chino, les dije. Miquilena se paró y me abrazó. Allí creo que se resolvieron los temas.

¿Qué otro inconveniente tuvo al inicio?

Lo otro era que Chávez necesitaba adquirir confianza respecto a lo que uno podía hacer. El uso de Marisabel durante la campaña fue una pieza sumamente importante. Marisabel fue la llave que me permitió entrar a la clase media y media alta con el mensaje de Chávez dado por otra persona, porque Chávez no penetraba esa zona. Era muy duro, muy áspero. Marisabel y su cara, su manera de ser y el lenguaje que le pusimos, facilitó muchas cosas y rompimos un poco el hielo, aunque no tanto como quisimos, pero fue suficiente.

El estratega pone en duda la imparcialidad de su compatriota Leonel Fernández como veedor de los comicios parlamentarios en Venezuela

¿Qué otros elementos utilizó para cambiar la imagen del Chávez de 1998 que era señalado como enemigo de la democracia? ¿Qué otros elementos utilizó para lograr ese cambio?

Lo primero que hicimos con Chávez fue quitarle ese maquillaje de duro que él tenía. Usaba ropa verde, caqui, se dejaba el pelo muy bajito, tipo militar, la cara maltratada. A parte de la verruga, él tenía unas manchas en la cara. Entonces comenzamos a manejar eso. También trabajamos su lenguaje corporal que era muy duro. Él lo que hacía era golpear, atacar y no sabía qué era lo que significaba sonreír, cómo usar la sonrisa.

Lo otro que hicimos fue comenzar a identificar personajes de la televisión que lo tenían negriado, que lo atacaban, lo descalificaban. Recuerdo una señora que tenía un programa de televisión que era una cosa impresionante contra él. Hasta que un día yo lo convencí de que teníamos que ir. Aceptamos la invitación, llegamos allá y yo le planteo: Ella se llama fulana, ¿verdad? Bueno, olvídate de ese nombre. Ahora tú le vas a decir “doñita”, y no le digas otra cosa que no sea “doñita”. Maripili va a ir con nosotros, va a ir con un ramo de flores, lo va a esconder y cuando estemos en medio del asunto tú vas a ir con el ramo. En el último negro la señora cerró el programa, porque ella no soportaba el “doñita” y la sonrisa. Esas cosas permitieron que la gente comenzara a ver a Chávez de forma diferente. Mientras eso ocurría, usábamos otro tipo de recursos para que Salas Römer le lanzara una bofetada a un tipo en Catia, para que maltratara a una periodista de “El Nacional”. Entonces, ¿cuál es el ogro aquí? Comenzamos a notar esos contrastes.

¿Esas reacciones de Salas Römer fueron espontáneas o ustedes indujeron que eso sucediera?

Cualquier trabajo que uno haga en una estrategia política que no sea tan amoral, yo lo considero válido. Espero que sea suficiente la respuesta.

Tras cámaras

¿En qué otros aspectos tuvo que trabajar Chávez?

Una de las cosas que hicimos fue el lenguaje corporal, además de lo físico, lenguaje verbal, la sonrisa. Si te hacen una pregunta molestosa, sonríele, porque eso te da dos favores: Uno, lo desarmas, porque el interlocutor está esperando otra reacción. Si tú cuando él te dice algo para molestarte te sonríes, el que se molesta es él; y dos, te da tiempo, para en ese relajamiento, armar las posibles respuestas que sean lo menos malas posibles.

Cuando yo no estaba cerca, tenía a dos personajes que se ponían tras cámaras, frente a Chávez. Ya teníamos señas planeadas. Cuando se veía en la cara de Chávez que iba a explotar, que se iba a molestar, esa persona le hacía una seña que era agarrarse la nariz y entonces él se daba cuenta de que iba por el camino inadecuado. Pedro Carreño era una de las personas que yo usaba para eso. Él iba casi siempre a su lado.

¿El Chávez candidato era obediente con esas recomendaciones que usted le hacía?

El 98% de las veces era sumamente obediente. Incluyendo la ropa, los discursos. Él no iba a dar ninguna conferencia, ningún discurso sin antes hablarlo con nosotros. Él no estaba de acuerdo con el caso Irene y yo duré más de tres horas para convencerlo, porque tampoco era un muchacho mandado. Y otro caso fue con Claudio Fermín. Yo intenté que ellos hablaran en tres elecciones y se me puso difícil.

Cuando me preguntan quiénes son tus mejores clientes, Chávez está entre los tres primeros, en términos de obediencia, de aceptación y ejecución. Si no estaba de acuerdo, tenías que discutirle y mostrarle.

¿Cómo era el equipo de trabajo? ¿Dónde estaban las oficinas?

La primera oficina me la asignan en Multinacional de Seguros. Y allí yo formé mi equipo de trabajo que estuvo integrado por Maripili Hernández, Juan Barreto, Gustavo Méndez y dos o tres personas más. Ese equipo me asistía en los trabajos. Después de que el señor de Multinacional, Tobías Carrero, planteó unos temas que desde el punto de vista ético yo no manejo, le dije a Chávez que me mudara de ahí porque iba a tener problemas con ese señor, porque él creía que yo era su subalterno. Entonces Chávez decidió mudarme para su propia oficina en el edificio Keope, en Las Mercedes.

El Chávez candidato de 1998 tuvo que cambiar su forma de vestir, de hablar y hasta de sonreír

¿Abundaron los recursos económicos en esa campaña?

Una de las cosas que manejamos era la carencia de recursos. No había suficiente. Dejamos de hacer cosas. Por ejemplo, mi plan era llevar a Sammy Sosa en la campaña, pero eso significaba una inversión: avión privado, hotel. No aparecieron los recursos y no se pudo hacer. Rigoberta Menchú también se nos quedó en el tintero.

¿La banca española donó recursos para la campaña?

No sé si eso es verdad, no sé la cantidad, ni sé cómo, pero todos los recursos que llegaban ahí caían por Luis Miquilena y Tobías Carrero. Todos. Los demás podían ser intermediarios, pero la administración era de esas dos figuras. Ni siquiera el mismo Chávez, porque no parecía que su interés fuera manejar eso, aunque era el jefe de todo, daba instrucciones, se enteraba y participaba de las decisiones de aceptación o rechazo de alguna oferta.

¿Entonces usted no puede asegurar si eso fue así, ni recuerda los montos en estos caso?

No. Es entrar en un terreno en el que yo no participé.

Leonel Fernández y Chávez

¿Luis Pineda Castellanos, entonces jefe de seguridad de Chávez, viajó a República Dominicana a retirar 40.000 dólares que Leonel Fernández iba a mandar a la campaña? ¿Usted recuerda detalles de eso?

Eso es mentira de Luis Pineda Castellanos. Nunca viajó a República Dominicana, ni a traer ni a buscar nada. Luis Pineda era una persona muy cercana a Chávez, se decían compadres, hermanos. En un momento dado Chávez lo nombra jefe de mi seguridad, porque él era un poco “utility” dentro de la oficina, tenía llaves. Era el responsable de que no me fuera a pasar nada.

Cuando yo digo que Luis Pineda no vino a buscar dinero, no digo que alguien no vino. No es lo mismo. Averigua quiénes son Jorge Castillo y Luis Chacón. Esas personas sí llegaron a hacer por lo menos un viaje a República Dominicana a buscar dinero, no del Gobierno, sino de particulares.

¿Entonces, usted no tiene ninguna información de que el Presidente Fernández donara dinero para la campaña de Chávez?

No. Y si lo hizo no fue a través de mi.

Leonel Fernández es el jefe de la misión de Unasur para las elecciones parlamentarias aquí en Venezuela. ¿Usted considera que su labor puede ser ecuánime, a pesar de sus relaciones con el chavismo?

Creo que Leonel Fernández está haciendo un trabajo político. No puede ser en contra de un gobierno amigo, eso no lo creo yo. Creo que Leonel era una pieza seleccionada porque cumple las necesidades que tiene el oficialismo de tener una gente de su lado en una misión que va a ser más turística.

No tiene la más mínima posibilidad de denunciar algo que vea negativo. No lo va a hacer, ni creo que esté en su ánimo. Leonel Fernández fue el único Presidente en funciones que recibió a Hugo Chávez siendo candidato. Al margen de eso, a él se le adjudica que Rafael Céspedes fuera a Venezuela a dirigir la campaña de Chávez, lo que es falso. Lo que pasa es que cuando eso comienza a surgir yo me comunico con la gente que sí me envió y me preguntaron que si me perjudicaba y dije que no.

Usted dejó correr esa bola…

Claro, porque a mí no me hacía daño y a Leonel le podía convenir si el resultado era el que obtuvimos. Fue el único presidente que ayudó a Chávez siendo candidato.

Los «Yes Men»

¿Por qué se alejó de Chávez?

Unos meses antes del golpe de 2002, su hija más pequeña, Rosinés, cumplía años y yo iba siempre. Nos vimos y me pidió asesoría. Estaba muy mal en las encuestas y comenzamos a intentarlo. Yo le dije algunos puntos como que estaba rodeado de puros “yes men”, pura gente ignorante o simplemente que le interesaba lo que él significaba. No me hizo mucho caso. Yo le dije que sí y una sugerencia es que no firmara las leyes agrarias. Dame una semana y te digo cómo manejarlo. Le dije. Deja de hablar de eso y luego hablamos, insistí. Ese día él hizo confesión de fe y se convirtió al cristianismo con mi esposa que es pastora. Una semana después dijo que era cristiano evangélico romano francés alemán, creó una religión a parte. Y dijo en una alocución al país algo que sé era para mi: Nadie me venga con consejitos porque con esta mano zurda voy a firmar la ley agraria. Lo llamé tres veces, jamás me respondió el teléfono y jamás lo volví a llamar.

«Te voy a dar una primicia: Irene y nosotros llegamos a un acuerdo político en 1998»

Después de que usted se alejó, ¿alguien más asesoró a Chávez?

Chávez era un tipo carismático, súper fajador, más que arriesgado y sin miedo al fracaso. Si él fracasaba, en poco tiempo estaba inventando otra cosa. Alguna la pegaba. ¿Qué se resaltaba? La que pegaba, pero las otras nueve falladas no las mencionaban, porque la oposición venezolana nunca ha sido diferente a los primeros días: un grupo de gente que sabe lo que quiere, pero no cómo puede conseguirlo. Por lo tanto, no hacen nada. Chávez hizo. Pero la verdad es que en privado cuando él me llamaba y me decía: Oye, estoy metiendo la pata. Yo le respondía: No, tú estás metiendo el cuerpo entero. Posteriormente supe que un brasileño (Joao Santana) estuvo con él, pero parece que pasó lo mismo. Él quería decirle al brasileño lo que debía hacer.

¿Lo han llamado desde el gobierno venezolano?

Jamás decidieron llamarme y tampoco estoy interesado. Más bien le trabajé a la oposición. A Dante Rivas le trabajé, pero más nada. Mantengo relaciones amistosas con chavistas. Alexis Ramírez me pidió estar en la presentación del libro y le dije que sí, pero políticamente no tenemos relación.

Los asesores y sus estilos

A JJ Rendón se le señala de resaltar el lado negativo de sus adversarios al hacer campañas. ¿Usted comparte ese estilo?

JJ y yo somos bastante amigos. Yo jamás trabajaría bajo ese sistema, aunque a él le ha dado resultado, hasta cierto punto. ¿Qué pasó con Capriles? ¿Qué le puedes sacar a Chávez de negatividad en aquel momento que tenga éxito? Absolutamente nada. No pudiste explotar a Capriles, porque te dedicas más a lo negativo. Las partes positivas de Capriles no fueron usadas. Desde el punto de vista de imagen, lo que vi de esa última campaña de Capriles, dirigida por JJ, es que quiso convertirlo en un Chávez II y eso es un disparate comunicacional. Eso no existe. Olvídate de eso. Puedes crear, después de Chávez muerto, al continuador de Chávez, la segunda parte, pero ¿otro Chávez? Ni Nicolás Maduro, ni Diosdado Cabello, ni El Aissami, nadie puede ser otro Chávez.

¿Qué otros asesores en la región lo hacen bien?

Joao Santana, el brasileño que trabajó con Chávez, aunque a veces se hace repetitivo. Usa una cosa en Venezuela, después la trae aquí y la modifica. En Venezuela tienes a Johan Perozo, a John Magdaleno, una persona que tiene capacidad de pensar.

¿Qué opinión le merece la campaña para las elecciones parlamentarias?

Yo no sé porqué el silencio de la oposición. No sé porqué ellos no desviaron la atención algún grado de atención hacia el problema del por qué no quieren que los chequeen. Ellos no han sido capaces de pelear, de manera contundente, por la vigilancia que va a ser dirigida por Leonel Fernández. Ese pudo ser un pleito a nivel internacional que obligara al gobierno a ponerle mayor atención.

¿Usted no está asesorando a ninguno de los candidatos que van a la Asamblea?

Yo no he dicho eso. A ninguno del chavismo. Ayudo a tres candidatos de la oposición, que aunque están en la Mesa de la Unidad, se mueven como independientes. Los tomé por tres razones: porque no son exactamente de la MUD; porque carecen de recursos logísticos para hacer un buen trabajo, no pueden contratar a un asesor; y tercero, ellos son candidatos en lugares en los que jamás en la vida ha ganado la oposición. Pero no voy a decir sus nombres porque no sé si eso puede perjudicarlos frente a la MUD.

«Yo no llegué donde Chávez; Chávez llegó a mí»

¿Cuánto cuesta una asesoría?

En los últimos trabajos que he tenido a nivel presidencial cobro entre 40.000 y 50.000 dólares mensuales, más gastos: pasajes, estadía, viáticos, equipos de tres a cuatro personas.

¿Y usted le garantiza la victoria a sus clientes?

No. En el camino se dan tantas cosas, que eso se hace imposible. Yo te garantizo el uso de todo lo que tengo a favor de eso, incluyendo seriedad y disposición.


Silencio incomprensible

¿Usted considera correcto el silencio en torno al escándalo de los sobrinos de la pareja presidencial, acusados de conspirar para llevar drogas a Estados Unidos, en cuanto a imagen? ¿El gobierno ha manejado bien el tema?

El silencio del gobierno en torno a eso yo lo veo más que justificado. El silencio de la Mesa de la Unidad no lo comprendo. No es posible que quien siga callado sea la MUD o la oposición. Eso es lo que yo no entiendo. El gobierno está callado, pero ¿qué va a decir? ¿Que son unos muchachos malcriados?, ¿que se les fueron de las manos?, ¿qué van a decir? No hay manera de desmentirlo y por eso tienen que quedarse callados. Ahora, que la Mesa de la Unidad no haya puesto eso como un tema de campaña, esa parte yo no la entiendo. No entiendo que ellos no tengan manera de poner al gobierno a referirse a que ellos criaron narcotraficantes. Eso para mí es incomprensible, que tengan unos asesores que no sepan decirles cómo usar eso a su favor.

¿Qué tenía que haber hecho la MUD, según su criterio?

Yo hubiese hecho un escándalo con el tema del narcotráfico. Hubiese ido a la DEA, a todos los organismos importantes. Ese tema no podía salir de los medios de comunicación de Venezuela hasta que el gobierno se viese obligado a hablar de eso. La Mesa de la Unidad tenía que haber visto eso como un tema de campaña. Allí JJ Rendón habría sido excelente, porque ese es su fuerte.